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OPINIÓN - VIERNES, 10 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Sugerencias a un presidente

Por Quim Sarriá


Este día he vuelto a Benzú, a la playa que más me encanta y que me trae una paz que la céntrica Ribera o El Chorrillo no me la da. Aunque la verdad es que una de las razones, secretas razones que dejan ahora de ser secretas porque lo escribo, de mi preferencia por esa playa arisca está en mi deseo de encontrarme con Paco. No, no se confundan. No es ninguno de los Paco Sánchez que conozco (París o Montoya). Es un habitante de los mares, habitante bastante apegado a las rocas y que debe rondar los 50 años. Bueno, es una tontería lo que escribo, pero el recuerdo de aquel mero, de cerca de un metro, que me encontraba cada vez que me sumergía no es para olvidar. Se trataba de un enorme mero, un mero de gruesos labios. Entre todos los que formábamos la pandilla de intrépidos buceadores, de tubo y boquilla, acordamos en bautizar a aquél mero con el nombre de Paco, en memoria de los miles de pacos que nos observaban o vigilaban en las cumbres de los montes cercanos. Era intocable y lo siguió siendo durante un tiempo después de mi partida. Ignoro cómo fue su final: si en la cazuela o de puro viejo.

El mar, en Benzú, es de puro azul ultramarino; sus frías aguas calman mis neuronas de una manera tan directa que diríase que me zambullo en el congelador de una enorme nevera. Este mismo mar es el que observo desde la ventana de mi casa y desde la ventana de mi casa observo asimismo el puerto deportivo; puerto deportivo que dispone, a todo lo largo del frente marítimo coronado por el Paseo de las Palmeras, de numerosas plazas de aparcamiento absolutamente vacías y sirviendo de solaz para bichos y bichones. Zona de caza de aviones, esas aves, rapaces de insectos, de cortos y curvados picos y largas alas que pasan raudos delante de mi propia nariz, sin miedo alguno, y con intenciones poco claras.

Si nuestro Presidente acepta sugerencias, sugerencias que no tienen otros fines que dar uso útil y justo a una zona ceutí de escaso contenido social y mucho vergel decorativo, podría ser que las estudiara con un poquito de atención. Me refiero al aparcamiento en la dársena del puerto deportivo separado de la ciudad por una verja discriminatoria de escalas sociales. En todos los puertos deportivos que he conocido, la verja en cuestión está justamente en el borde cercano al mar, tal como están las que ahora disponen los accesos a los amarres. Está solamente para salvaguardar los barcos, yates y lanchas, no para separar a la ciudad de un derecho inalienable como es la utilización de un espacio libre.

En realidad, mi sugerencia radica principalmente en la eliminación de esa zona inutilizada que comprende el paseo con parterres, bellamente decorados eso sí, que va de punta a punta a lo largo de la mencionada dársena y convertirla en zona de aparcamiento público, colocando la calzada de circulación del mismo en el centro, mientras que al otro lado, pegado al muro del desnivel, se colocaría la segunda fila del aparcamiento con lo que se ganaría el doble de plazas. En el desnivel se colocarían unas escaleras.

Sería conveniente reconvertir esos salientes cuadrangulares del Paseo de las Palmeras, los que contienen bancos que casi nadie utiliza, en huecos de escaleras y/o de ascensores para facilitar el acceso al nivel inferior y viceversa. Y colocar pasos cebras en cada uno de estos accesos, por donde cruzar la calzada del desdoblamiento. Sería buenísimo que todos los vecinos del mencionado paseo tuvieran acceso a las plazas del parking, yo entre ellos. Obvio es que el puerto deportivo dispondrá de un paseo, el que corresponde a la actual acera y que sería suficiente, que servirá para el solaz de los ciudadanos ceutíes que quieran admirar los botes anclados en el puerto deportivo. Como pasa en casi todos los puertos deportivos del país. El de Ceuta parece que es un coto privado ampliado usurpando terrenos de los vecinos. No es mala idea ¿verdad?

En fin, como la sugerencia ya está soltada, vuelvo al recuerdo de aquél mero rey de los mares de Benzú. Un rey que asoma cautelosamente la enorme cabeza con esos ojos girantes que subyugan al buceador y, sin abandonar las cercanías de su morada, se deja acariciar entre las agallas mientras sus gruesos labios, de voluptuosa mujer subsahariana, se mueven acompasadamente expeliendo y tragando átomos dispersos por el agua.

En fin, señor Presidente, la sugerencia es solo eso: una sugerencia. No creo que lleve a cabo una sugerencia hecha más bien para que los inmigrantes, escondidos en las escolleras de los muelles, en los bajos de los vehículos, en barcos viejos y desvencijados vean la puerta del cielo abierta y la palma de Alá extendida sobre el mar en forma de lancha rápida. Las denuncias, por sustracción, de los patronos estaría a la orden del día y la labor de las Fuerzas de Seguridad del Estado se complicarían aún más, dando oportunidad a que los farmacéuticos no den abasto al Gobernador, de tantos dolores de cabeza como tendría
 

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