El estribillo coreado por aquellas
fieles masas de cresta colorada políticamente manejadas
(“¡Detente bala!”) desde la vieja ciudad fundada por
Pompeyo, encontró un “alter ego” allende el Estrecho a
caballo de la dinastía alauí, “Alá, Watan, Malik”, quien
como todos los regímenes de su género intenta apartar de su
vera, como si fuera un sarpullido, cualquier atisbo de
cambio estructural por medio de esos dos vehículos de alta
velocidad sobre los que vuelan las nuevas ideas: el humor y
la sátira. Más en vano, porque las medidas represivas no
logran más que reforzar la crítica, que se amplifica como un
eco. Tras la muerte de Hassan II y pese a la notable
liberación de la vida política en el nuevo Marruecos que ha
permitido florecer, al lado de medios oficialistas y
controlados una prensa prestigiosa e independiente cuyo
detonante fue la temprana aparición de “Le Journal” en
1.997, aun en vida del autócrata, dos preocupantes hechos
embridan el asentamiento de una prensa libre, sin mordazas
ni ataduras más o menos solapadas.
- Primero y paradójicamente las incesantes prohibiciones,
secuestros de publicaciones o condenas a periodistas, una
constante incomprensible desde el advenimiento al Trono del
joven soberano Mohamed VI en el verano de 1999. Con todo, la
nueva legislación al respecto que comento más adelante
rebaja las penas de 3 a 5 años de prisión (con Hassan II se
contemplaban de 5 a 20 años de cárcel) por difamación al rey
o a la familia real.
- Segundo, la promulgación de un nuevo código de prensa en
mayo de 2002, duramente contestado tanto en Marruecos como
en el exterior. Junto a numerosas vaguedades, el Gobierno
puede prohibir (artículo 29) la salida de cualquier
publicación en la que perciba (¿donde está el criterio?) un
ataque contra las cuatro “vacas sagradas” del régimen: el
Islam, la monarquía, la integridad territorial (otro
sacrosanto valor de fronteras desconocidas) y el orden
público (reforzado además, dadas las circunstancias, por una
nueva ley antiterrorista). No obstante, la prohibición
gubernamental de publicaciones ya no es un acto meramente
administrativo y debe ser ratificada por unos tribunales
cuya independencia es relativa.
Este es el contexto en el que hay que situar el secuestro el
pasado fin de semana de una de las publicaciones más
prestigiosas de Marruecos, tanto por sus contenidos como por
su solvencia: el semanario francófono “Tel Quel” y su
versión arabófona “Nicham”, a raíz de la publicación según
el Primer ministro Dris Jettu (citada por la MAP) de “un
editorial y conjunto de artículos que contienen expresiones
atentatorias contra las buenas costumbres y la moral
pública, que ofenden los sentimientos de los musulmanes y
constituyen una falta de respeto a SM el Rey”. Y digo yo,
¿no le habrá dado algún fiscal español “buenas ideas” a sus
colegas marroquíes…? La chabacanería y el mal gusto nunca
han sido mi estilo, pero “el ejemplo de El Jueves” ya fue
aprovechado por periódicos partidistas como “L´Opinión” y
utilizado por su director, Yamal Hajjam, para establecer
comparaciones justificando así las restricciones que se
abaten sobre la prensa marroquí. ¿Comprenden ahora el
sentido de algunas de mis columnas, verdad? Qué más puedo
decirles, salvo sumarme al jocoso espíritu de La Codorniz:
“Bombín es a bombón como cojín es a x y me importa dos x que
me cierren la edición”. Seguimos mañana.
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