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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / ESCRITOS DURANTE EL CAMINO

Días de resaca

Por Quim Sarriá


La Feria ya es recuerdo, que no historia, las repercusiones de su paso por la ciudad ha dejado una ristra de recuerdos positivos y alguno otros negativos. De éstos últimos, destacaré las resacas que vienen después de las celebraciones y la recesión económica en el bolsillo de bastantes familias de manera sistemática a causa del poder impositivo de los hijos.

Con la resaca, de mi última y opípara cena de feria con un grupo de amigos ceutíes, pero ciudadanos catalanes, a cuestas deambulo por la ciudad que a todas luces me resulta gratificante, el paseo, porque me permite recordar detalles que tenía casi olvidados en algún rincón de mi cerebro; a más que mi crítico ojo de economista en pañales –según un conocido periodista local, aferrado a su bote de papel, es a causa de cierta vena catalana que se coló durante mi larga estancia en tierras de supuestos e ilusos separatistas- va descubriendo el paulatino desmoronamiento de la economía ceutí representada por los comercios y algún que otro mini-industrial.

Si nuestras autoridades se avienen a pensar un poco en ello, no dudo que se lo pensarán dos veces, verán que las maniobras económicas del “coco” vecino vienen asesoradas por técnicos muy especializados (“que no son del país del coco”) en el desarrollo de empresas de muy altos vuelos que buscan el mutis de la ciudad en otros tiempos llamada La Perla del Mediterráneo. Al nuevo puerto que casi besa los pies de mi “amante dormida” me remito inmisericordemente. Si no al tiempo.

Mis pasos acaban, indefectiblemente, en la terraza de un bar, de los muchos que existen en la ciudad, para atender las demandas de mi estómago a base de café con leche o te moruno reuniéndome con amigos nuevos, amigos que por diversas razones han calado en mi dura, fría y desangelada alma; amigos que el no menos desangelado náufrago de papel ha dado en llamarnos “Los nuevos ricos”, aunque eso de ricos es mucho deducir porque en realidad el grupo es “rico” de mente.

Semana atrás ya se encargó el “botero”, que se empeña en no olvidar su bote de papel, de poner los puntos sobre las íes acerca de las hazañas de uno de los personajes habituales a los “Desayunos de las 11”, como los denomino yo. Personaje de singular carisma y hablar pausado, producto de su larga experiencia dentro del contorno de un mundo dominado por la crueldad y la miseria humana, y con un miedo real imposible de ser superado pero que puede serlo a poco que se empeñe.

Acostumbrados a rememorar acontecimientos del pasado, no dan opción a que sus espíritus se abran a la nueva oportunidad que les da la vida misma. Así nos pasamos la mañana con diversidad de opiniones. Unos aferrados a predeterminada idea sobre unas tierras y unas formas de vida que desconocen por completo. Otros aferrados a viejos pergaminos perfumados, que dice ver la mano de Dios, pero que poco después creen que asoma Satanás. Todos, sin distinción, con el recuerdo de un bombazo en forma de quelonio. Sin embargo, todos, sin excepción, toman sus cafés con leches o sus tés sin que se les resientan sus respectivos estómagos.

Francisco López García de Vinuesa es un nuevo amigo, nuevo rico -que no tiene que ver con el dinero-, del que desconozco hasta si se muerde las uñas, pero sé que por sus venas corre un torrente de rabia mal contenida y bien disimulada. Una rabia que conlleva la inclusión en el mismo saco de todos los males del yin.

Francisco López García de Vinuesa, Paco a secas para los amigos, ha tenido una experiencia, amarga experiencia, que le sigue corroyendo las neuronas con el qué. Qué hubiera sido si…; qué hubiera ocurrido si… Hombre de suerte, hombre consciente de lo que se jugaba en la profesión que más le gustaba y sin embargo siguió hasta donde pudo. Su sistema nervioso naufragó ante la auténtica realidad, más palpable que la propia Parca, pero que ésta última que no pudo derrotar a su ángel de la guarda, escondido en su propio cerebro.

No estoy en disposición de adentrarme en una encrucijada de sucesos, principalmente porque ya fueron expuestos días atrás, sobre los que carezco de base para expresarlos ensuciando papel sin que afecte anímicamente a los interesados. Únicamente le quiero pedir, a él y a todos los que sufrieron lo que él, que no lleve su sublime protesta más allá de las posibilidades de respuesta, adecuada respuesta a sus esperanzas de venganza, porque de ese modo bajaría hasta situarse al mismo nivel de quienes provocaron ese estado indeseable del espíritu de uno mismo.

Entro con gusto en el “Club de los desayunos de las 11” porque también he sufrido en mis propias carnes lo que están sufriendo mis compañeros de pan tostado con mantequilla y mermelada. La diferencia está en que mientras ellos lo sufrieron en un corto espacio de tiempo, menda lo sufrió a lo largo de su vida… con resultado diverso. Las secuelas siguen patentes en sus mentes, asomando tímidamente por sus rostros sabiamente cubiertos por parasoles oscuros. En mí ya no existen, tal vez porque tengo la carne dura, pero mi corazón sigue latiendo al compás del de ellos.
 

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