La Feria ya es recuerdo, que no historia, las repercusiones
de su paso por la ciudad ha dejado una ristra de recuerdos
positivos y alguno otros negativos. De éstos últimos,
destacaré las resacas que vienen después de las
celebraciones y la recesión económica en el bolsillo de
bastantes familias de manera sistemática a causa del poder
impositivo de los hijos.
Con la resaca, de mi última y opípara cena de feria con un
grupo de amigos ceutíes, pero ciudadanos catalanes, a
cuestas deambulo por la ciudad que a todas luces me resulta
gratificante, el paseo, porque me permite recordar detalles
que tenía casi olvidados en algún rincón de mi cerebro; a
más que mi crítico ojo de economista en pañales –según un
conocido periodista local, aferrado a su bote de papel, es a
causa de cierta vena catalana que se coló durante mi larga
estancia en tierras de supuestos e ilusos separatistas- va
descubriendo el paulatino desmoronamiento de la economía
ceutí representada por los comercios y algún que otro
mini-industrial.
Si nuestras autoridades se avienen a pensar un poco en ello,
no dudo que se lo pensarán dos veces, verán que las
maniobras económicas del “coco” vecino vienen asesoradas por
técnicos muy especializados (“que no son del país del coco”)
en el desarrollo de empresas de muy altos vuelos que buscan
el mutis de la ciudad en otros tiempos llamada La Perla del
Mediterráneo. Al nuevo puerto que casi besa los pies de mi
“amante dormida” me remito inmisericordemente. Si no al
tiempo.
Mis pasos acaban, indefectiblemente, en la terraza de un bar,
de los muchos que existen en la ciudad, para atender las
demandas de mi estómago a base de café con leche o te moruno
reuniéndome con amigos nuevos, amigos que por diversas
razones han calado en mi dura, fría y desangelada alma;
amigos que el no menos desangelado náufrago de papel ha dado
en llamarnos “Los nuevos ricos”, aunque eso de ricos es
mucho deducir porque en realidad el grupo es “rico” de
mente.
Semana atrás ya se encargó el “botero”, que se empeña en no
olvidar su bote de papel, de poner los puntos sobre las íes
acerca de las hazañas de uno de los personajes habituales a
los “Desayunos de las 11”, como los denomino yo. Personaje
de singular carisma y hablar pausado, producto de su larga
experiencia dentro del contorno de un mundo dominado por la
crueldad y la miseria humana, y con un miedo real imposible
de ser superado pero que puede serlo a poco que se empeñe.
Acostumbrados a rememorar acontecimientos del pasado, no dan
opción a que sus espíritus se abran a la nueva oportunidad
que les da la vida misma. Así nos pasamos la mañana con
diversidad de opiniones. Unos aferrados a predeterminada
idea sobre unas tierras y unas formas de vida que desconocen
por completo. Otros aferrados a viejos pergaminos
perfumados, que dice ver la mano de Dios, pero que poco
después creen que asoma Satanás. Todos, sin distinción, con
el recuerdo de un bombazo en forma de quelonio. Sin embargo,
todos, sin excepción, toman sus cafés con leches o sus tés
sin que se les resientan sus respectivos estómagos.
Francisco López García de Vinuesa es un nuevo amigo, nuevo
rico -que no tiene que ver con el dinero-, del que
desconozco hasta si se muerde las uñas, pero sé que por sus
venas corre un torrente de rabia mal contenida y bien
disimulada. Una rabia que conlleva la inclusión en el mismo
saco de todos los males del yin.
Francisco López García de Vinuesa, Paco a secas para los
amigos, ha tenido una experiencia, amarga experiencia, que
le sigue corroyendo las neuronas con el qué. Qué hubiera
sido si…; qué hubiera ocurrido si… Hombre de suerte, hombre
consciente de lo que se jugaba en la profesión que más le
gustaba y sin embargo siguió hasta donde pudo. Su sistema
nervioso naufragó ante la auténtica realidad, más palpable
que la propia Parca, pero que ésta última que no pudo
derrotar a su ángel de la guarda, escondido en su propio
cerebro.
No estoy en disposición de adentrarme en una encrucijada de
sucesos, principalmente porque ya fueron expuestos días
atrás, sobre los que carezco de base para expresarlos
ensuciando papel sin que afecte anímicamente a los
interesados. Únicamente le quiero pedir, a él y a todos los
que sufrieron lo que él, que no lleve su sublime protesta
más allá de las posibilidades de respuesta, adecuada
respuesta a sus esperanzas de venganza, porque de ese modo
bajaría hasta situarse al mismo nivel de quienes provocaron
ese estado indeseable del espíritu de uno mismo.
Entro con gusto en el “Club de los desayunos de las 11”
porque también he sufrido en mis propias carnes lo que están
sufriendo mis compañeros de pan tostado con mantequilla y
mermelada. La diferencia está en que mientras ellos lo
sufrieron en un corto espacio de tiempo, menda lo sufrió a
lo largo de su vida… con resultado diverso. Las secuelas
siguen patentes en sus mentes, asomando tímidamente por sus
rostros sabiamente cubiertos por parasoles oscuros. En mí ya
no existen, tal vez porque tengo la carne dura, pero mi
corazón sigue latiendo al compás del de ellos.
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