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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Continuación del día de la cuenta (2)
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

No podía terminar un asunto tan apasionante como el de la muerte del Papa Juan Pablo I, estudiado con un interés inusitado por mi amigo Jesús López Sáez, sin citar alguna otra de las adhesiones desde los primeros momentos en los que su libro, con amenazas incluidas, estaba ya en la calle, aunque en edición privada.

Por ello, voy a transcribir íntegra la adhesión de Pedro Casaldáliga, del día 13 de agosto del año 2002. Esto es lo que le escribe el obispo Casaldáliga:

“ Querido Jesús: acabo de recibir tu libro. Veo que sabes conjugar lo valiente con lo cortés. Me parece muy bien que, de momento, la edición sea para uso privado. Me parece muy bien, también, que hayas enviado ejemplares a esos cardenales.

Todo sea por la causa del Reino y para un testimonio más limpio por parte de la Iglesia. Seguiremos unidos en ese servicio y en esa esperanza.

Para ti y para tu comunidad un fuerte abrazo, siempre pascual. Pedro Casaldáliga”.

Curiosamente el 2 de abril del año 2005, la edición privada se agota. La vida de Juan Pablo II, también. En el día de su muerte, en el día de la cuenta, se escucha con atención el pasaje que se lee en todas las iglesias como propio de la liturgia del día, el que toca:”¿ Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él?”.

Es lo que en términos actuales podríamos decir: “Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres”. Y curiosamente, fue este mismo pasaje el que aparecía en la carta que Jesús López Sáez envió al Papa Wojtyla, el día 23 de marzo del año 2002.

Yo no hubiera tocado este tema en un par de columnas de opinión de no haber sido por el interés que ello tiene, por el oscurantismo que ha tenido y, muy especialmente, porque un conocedor del asunto, como nadie, mi amigo Jesús López Sáez, ha sido capaz de desvelar como ningún otro se hubiera atrevido a hacerlo.

El asunto sigue siendo complicado, las amenazas sobre él las hay, pero las adhesiones también, cada vez más.

El pasado domingo, simultáneamente con nuestra columna: El día de la cuenta, apareció un reportaje sensacional en el Diario de Ávila, que bajo el título “ En el momento “oportuno”, desvela muchos, no todos, por supuesto, de los asuntos que López Sáez aborda en su libro.

“ Para los intereses del IOR (Instituto para las Obras de Religión) y del Ambrosiano (Banco), la elección de Luciani como Papa no podía ser una buena noticia”. Y era de esperar que el nuevo papa se mantuviera firme en sus principios. Y utilizamos el título “firme”, porque Juan Pablo I no era un Papa débil e indeciso, sino humilde y afable, y que quiso aplicar con coherencia los principios del Concilio Vaticano II.

Jesús López Sáez sostiene que el aspecto, auténtico, de su personalidad se ha eludido o se ha silenciado oficialmente, para añadir más tarde que él sospecha que en el mes de septiembre de 1978, Juan Pablo I, ya como papa ,” tutelaba una investigación sobre las actividades del IOR que estaba a punto de toparse con la que el Banco de Italia realizaba sobre el Banco Ambrosiano”.

Aquí, querámoslo o no, nos encontramos en tierra movediza, en unos movimientos en los que estaban involucrados “presuntos” masones vaticanos.

Había muchas cosas que atajar, y Luciani no estaba dispuesto a que se le escapara nada de todo lo que sabía de años atrás. “Juan Pablo I entre las intenciones más perentorias – según mi paisano abulense, Jesús López – tenía la intención de acabar con los negocios del IOR y muy especialmente con su unión ambrosiana, así como revisar la estructura de la Curia, destituir a Marcinkus, y tomar abierta posición frente a la masonería y la Mafia”.

Eran muchas las cosas, fuera de lo espiritual, que había que abordar y eran muchos los intereses que podían romperse, al abordar estos asuntos, que se habían enquistado dentro del área vaticana.

Y hasta ahora, ni el domingo, ni hoy he citado a Jean Villot, el secretario de Estado del Vaticano, al que Juan Pablo I iba a destituir.
 

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