No podía terminar un asunto tan
apasionante como el de la muerte del Papa Juan Pablo I,
estudiado con un interés inusitado por mi amigo Jesús López
Sáez, sin citar alguna otra de las adhesiones desde los
primeros momentos en los que su libro, con amenazas
incluidas, estaba ya en la calle, aunque en edición privada.
Por ello, voy a transcribir íntegra la adhesión de Pedro
Casaldáliga, del día 13 de agosto del año 2002. Esto es lo
que le escribe el obispo Casaldáliga:
“ Querido Jesús: acabo de recibir tu libro. Veo que sabes
conjugar lo valiente con lo cortés. Me parece muy bien que,
de momento, la edición sea para uso privado. Me parece muy
bien, también, que hayas enviado ejemplares a esos
cardenales.
Todo sea por la causa del Reino y para un testimonio más
limpio por parte de la Iglesia. Seguiremos unidos en ese
servicio y en esa esperanza.
Para ti y para tu comunidad un fuerte abrazo, siempre
pascual. Pedro Casaldáliga”.
Curiosamente el 2 de abril del año 2005, la edición privada
se agota. La vida de Juan Pablo II, también. En el día de su
muerte, en el día de la cuenta, se escucha con atención el
pasaje que se lee en todas las iglesias como propio de la
liturgia del día, el que toca:”¿ Puede aprobar Dios que os
obedezcamos a vosotros en vez de a él?”.
Es lo que en términos actuales podríamos decir: “Hemos de
obedecer a Dios antes que a los hombres”. Y curiosamente,
fue este mismo pasaje el que aparecía en la carta que Jesús
López Sáez envió al Papa Wojtyla, el día 23 de marzo del año
2002.
Yo no hubiera tocado este tema en un par de columnas de
opinión de no haber sido por el interés que ello tiene, por
el oscurantismo que ha tenido y, muy especialmente, porque
un conocedor del asunto, como nadie, mi amigo Jesús López
Sáez, ha sido capaz de desvelar como ningún otro se hubiera
atrevido a hacerlo.
El asunto sigue siendo complicado, las amenazas sobre él las
hay, pero las adhesiones también, cada vez más.
El pasado domingo, simultáneamente con nuestra columna: El
día de la cuenta, apareció un reportaje sensacional en el
Diario de Ávila, que bajo el título “ En el momento
“oportuno”, desvela muchos, no todos, por supuesto, de los
asuntos que López Sáez aborda en su libro.
“ Para los intereses del IOR (Instituto para las Obras de
Religión) y del Ambrosiano (Banco), la elección de Luciani
como Papa no podía ser una buena noticia”. Y era de esperar
que el nuevo papa se mantuviera firme en sus principios. Y
utilizamos el título “firme”, porque Juan Pablo I no era un
Papa débil e indeciso, sino humilde y afable, y que quiso
aplicar con coherencia los principios del Concilio Vaticano
II.
Jesús López Sáez sostiene que el aspecto, auténtico, de su
personalidad se ha eludido o se ha silenciado oficialmente,
para añadir más tarde que él sospecha que en el mes de
septiembre de 1978, Juan Pablo I, ya como papa ,” tutelaba
una investigación sobre las actividades del IOR que estaba a
punto de toparse con la que el Banco de Italia realizaba
sobre el Banco Ambrosiano”.
Aquí, querámoslo o no, nos encontramos en tierra movediza,
en unos movimientos en los que estaban involucrados
“presuntos” masones vaticanos.
Había muchas cosas que atajar, y Luciani no estaba dispuesto
a que se le escapara nada de todo lo que sabía de años
atrás. “Juan Pablo I entre las intenciones más perentorias –
según mi paisano abulense, Jesús López – tenía la intención
de acabar con los negocios del IOR y muy especialmente con
su unión ambrosiana, así como revisar la estructura de la
Curia, destituir a Marcinkus, y tomar abierta posición
frente a la masonería y la Mafia”.
Eran muchas las cosas, fuera de lo espiritual, que había que
abordar y eran muchos los intereses que podían romperse, al
abordar estos asuntos, que se habían enquistado dentro del
área vaticana.
Y hasta ahora, ni el domingo, ni hoy he citado a Jean Villot,
el secretario de Estado del Vaticano, al que Juan Pablo I
iba a destituir.
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