Una recopilación de recuerdos ceutíes de principios del
siglo XX para que la juventud de la ciudad autónoma no se
olvide de la historia reciente de este lado de El Estrecho.
Así describe Agustín Marañés, sastre ya jubilado, su primer
libro en el que, a través de 219 páginas, numerosas
fotografías de época y artículos de memoria histórica local,
que publicó en los boletines de la Casa de Ceuta en
Algeciras y en Barcelona, echa una mirada a otro tiempo del
que habla con nostalgia. Bajo el personalista título ‘Las
vivencias de Agustín Marañés’, el autor se aleja de
cualquier intención de convertirse en escritor para, más que
nada, evocar otras épocas, sobre todo de su infancia, “aquel
momento en que se sabía qué era el respeto y la urbanidad”.
Ya octogenario, y animado por su familia y por el
responsable de la revista trimestral ‘Abyla’, Antonio
Fuentes, decidió reunir todos los textos que había venido
publicando para la Casa de Barcelona, a lo largo de diez
años. La Consejería de Cultura y el Archivo Municipal
hicieron el resto. “Es importante que la juventud sepa cómo
se vivía entonces”, arranca Marañés, que empezó a
coleccionar fotografías de Ceuta en 1960. “Tengo once
álbumes con 2.000 imágenes y también cien libros que hablan
de la historia de esta ciudad. Yo es que soy ceutí antes que
español”, puntualiza.
Heredero de una saga familiar de renombre en la ciudad,
Marañés trabajó en el comercio de asuntos militares que
regentaba su padre durante toda su vida, hasta que se jubiló
y se fue a Algeciras. ‘Casa Marañés’ cerró sus puertas en el
año 2.000, porque los hijos decidieron no coger las riendas
del negocio, pero esta parte de su historia personal también
recibió su particular tributo al aparecer en su libro.
Personajes ilustres
Antonio López Sánchez Prado, por ser su médico de cabecera;
la familia Orozco, por ser amigos de la familia; el señor
Pardeza, por su labor como juez; el señor Matre, policía
gubernamental... Estas figuras son sólo algunas de las que
surgen de la memoria de Marañés, “pero la lista es larga,
han habido muchas personalidades importantes a lo largo de
mi vida”, subraya el autor de esta semibiografía. En cambio,
a la hora de elegir momentos concretos, no se atreve igual.
“No me gusta el boato, todos los recuerdos que publico son
igual de trascendentes”. Salvo uno, la portada del libro. Es
el puente de Cristo, que antes tenía la figura de Cristo a
la izquierda y se cambió para el paso peatonal. “Los presos
que iban a ser ejecutados, eran paseados frente a la imagen
para que pudieran despedirse”, destapa este sastre que no
tiene ni ordenador ni móvil porque no le gustan “las cosas
modernas”.
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