Cada día que paso en mi ciudad descubro un mundo que creí
enterrado y que sólo está en los libros de historia, en la
novelas historiadas o en relatos de nostálgicos. No es que
me sorprenda algunas situaciones irreales en una época como
la de ahora; bastante me informaron de hechos y cosas que
sólo pasan en Ceuta. Si pasa también en Melilla, eso no lo
sé ni lo quiero saber. Lo mío es Ceuta. Ceuta es diferente.
Que determinado sector de la población española se juegue su
fortuna, su mujer, su casa, su coche en timbas ilegales me
importa un pimiento morrón, por cuanto son riesgos que
asumen porque quieren y, por eso mismo, con su pan se lo
coman. Pero que se siga manteniendo un privilegio que
representa un total desprecio al resto de otro sector de la
población española, ya es el paroxismo de la desvergüenza y
que deja la marca de la casa hecha unos zorros.
Se supone que las Ferias y Fiestas Mayores que se realizan
una vez al año, por norma general, están dedicadas a toda la
población del lugar donde se celebra y en donde prima la
convivencia y la diversión para todos por igual. Al que no
le guste confraternizar con todos… que se vaya a su casa,
nadie se lo impide. La única diferencia, y que no es por
discriminación, es el poder adquisitivo de cada cual, por lo
que pueden o no entrar en determinados sitios según el
mismo.
Pero que un sector de la población española ocupe una
hectárea para su uso exclusivo en pleno Real de la Feria,
impidiendo la entrada al resto de la misma, representa un
desprecio total que se puede traducir en que les importa un
bledo la vida y el trato humano. Si tan poco les importa
¿porqué quieren chulear plantando una caseta en el Real de
la Feria? ¿Por qué no la plantan en sus terrenos reservados
específicamente? Si lo plantan en el Real de la Feria
significa que vienen a confraternizar con el resto de la
población, no para plantarle en las narices la negativa a
entrar y, encima, empujando despreciativamente a las
personas que quieren recabar información del cómo conseguir
entrar y del porqué de esa discriminación. Otra cosa es
cuando y siempre que se celebrara un acto puntual. Pero eso
no ocurre todos los días.
Obviamente, no me refiero a nuestro Presidente ni a ninguno
de los miembros del Ejecutivo local, como tampoco a los
representantes políticos de los distintos partidos ni a la
Delegación del Gobierno, como se puede dar a entender. Eso
va mucho más allá y nuestras autoridades locales ponen toda
la carne en el asador para confraternizar con la población.
Lo que es lógico, democrático y humano. En todas las casetas
de feria que he visitado a lo largo de mi vida (y son casi
de todos los pueblos de España) nunca me han impedido que
gaste mis cuartos en bebidas y tapas en mostradores y mesas
de todos los colores… la única excepción: Ceuta. De Melilla
no puedo decir nada, no es del recibo.
Esta actitud rompe la armonía que, los sucesivos Gobiernos
del país (sean del PP, del PSOE o de cualquier otro
partido), han tratado de inculcar a la población sobre el
acercamiento de las instituciones del propio Estado a los
ciudadanos que, a fin de cuentas, mantenemos entre todos los
españoles, con un engreimiento increíble en un Estado de
bienestar social y cultural de una era moderna. Suponemos
que el Estado está al servicio de todos sus ciudadanos (que
para eso pagan) y no que los ciudadanos estemos al servicio
del Estado. Los que cobran del Estado son eso: empleados al
servicio del ciudadano ¿o no?
Nunca se debe matar a la gallina de los huevos de oro
¿verdad? Y hoy en día, esa gallina de los huevos de oro está
representada por la ciudadanía en general; tanto por los
empresarios e industriales como hasta por el último peón
(que no mono) y merced a ésta simbiosis socio-laboral, el
país se mantiene en un nivel económico más que aceptable,
merced al cual ese sector de la población española mantiene
su estatus con todos sus derechos y con la obligación de
aceptar todos los deberes. Si no fuera así, si sólo se
mantendría la supervivencia de ese sector… el país iría a la
hecatombe como ocurre y ha ocurrido en numerosos países que
hoy en día nos siguen enviando a sus habitantes. Impedir la
entrada, en ese coto privado, a quién ayuda a mantener esos
lujos, es un choriceo detestable.
Con todo ello, la Feria, pierde su condición de lugar de
confraternización de todos los humanos, de lugar de
diversión, de lugar de intercambio de conocimientos y
pareceres... todo por culpa de un coto privado que sigue
agarrado a sus Excelencias y a sus Ilustrísimas, con el
despreciativo trato a clases, supuestamente y en su propia
creencia, inferiores. Como si el resto fueran miserables
indígenas que no merecen otra cosa que una patada en el culo
después de ser esquilmados inmisericordemente. Desde luego
que no me refiero cuando ese repetido sector de la población
española celebra sus propios actos. Ahí ni entro si salgo.
Pero que quede claro que tanta ostentosidad no me asusta.
Y que quede más claro todavía: no me refiero de ninguna de
las maneras a las actividades desarrolladas para la tercera
edad, por las que felicito de corazón a todos los miembros
del Ejecutivo ceutí y a todos los partidos políticos, con o
sin representación asamblearia, y por el esfuerzo aunado a
favor de nuestros abuelos y abuelas. Que siga así y que un
día podamos exclamar: ¡¡Por fin, TODOS!!
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