Es evidente que estamos inmersos
en un proceso de demolición de la nación española. Parece
penosamente cierto que, la gran mayoría de los ciudadanos,
permanecen indiferentes, como convidados de piedra o simples
“Don Tancredo”, ante este hecho incuestionable de que, cada
día, se hace más palpable y notorio, nuestra Nación va
encaminada a convertirse en un remedo de lo que fue . Y no
lo es menos que, aquellos que, según la Constitución de
1978, tendrían la obligación y el deber de velar por la
unidad de la patria, para que se cumpla a raja tabla lo
dispuesto en su artículo 2º de la Carta Magna, –donde se
establece sin ninguna posibilidad de interpretaciones
torticeras, interesadas o divergentes, con claridad
meridiana, la “indisoluble unidad de la Nación española,
patria común e indivisible de todos los españoles”–, en
lugar de dar muestras de ser los garantes del cumplimiento
de la ley, parece que son los primeros interesados en que la
Nación pierda su identidad en beneficio de determinadas
regiones con aspiraciones separatistas. Asistimos, atónitos,
a hechos que serían merecedores de la más enérgica actuación
de la Justicia – de esta Justicia que tan enérgicamente
reclama para los ciudadanos objetores del panfleto la
Educación para la Ciudadanía, el ministro de Justicia, señor
Fernández Bermejo –, que tan remisa se muestra cuando se
trata de resolver las cuestiones de inconstitucionalidad del
Estatut catalán; que tan poco diligente demuestra ser cuando
debe actuar contra determinados personajes conocidos por sus
contactos con los terroristas y que, tan poco hace por meter
entre rejas a aquellos que hacen apología del terrorismo, de
la división de la Nación y del la ruptura de la propia
democracia en pro de un régimen totalitario y
tercermundista.
Basta ver con qué desfachatez, un personaje de tercera
fila, uno de los que acostumbra a saltarse a la torera las
leyes del país creyéndose que todo le está permitido,
basándose en la debilidad demostrada por el gobierno del
señor ZP; el señor Xabier Aguirre, flamante Diputado General
alavés; se ha permitido inaugurar su mandato con un acto de
rebeldía contra España y su Constitución. Señores, ese
sujeto, uno de los que preconiza un acuerdo vergonzoso con
la banda terrorista ETA; un individuo que puso como chupa de
domine a la Guardia Civil, precisamente cuando se le rendía
homenaje por haber salvado a más de 400 montañeros vascos;
un protector de los cachorros etarras que criticó a los
ertzaintzas por haber cargado contra los etarras que
homenajeaban a dos terroristass fallecidos en la cárcel, en
una manifestación por las calles de Victoria, acusándolos de
haber efectuado una represión “ contundente y
desproporcionada”. Uno de los fieles al camaleónico Juan
María Atutxa que, como tantos vascos, jugó en los dos
bandos, primero como un decidido defensor de la legalidad y
de la exterminación de ETA y, luego como un adalid de la
negociación y de la radicalización del separatismo vasco.
Pues bien, señores, por si su historial no fuese de por sí
lo suficientemente éxplícito, en virtud de las actuaciones
cabalísticas de PSE que le impiden pactar con el PP, este
personaje, yo diría este terrorista de la política, ha
tenido la ocurrencia, la temeraria y cerril idea de ordenar,
en el primer día de su mandato y sólo unos pocos minutos
después de tomar posesión de su puesto –de la poltrona que
ha usurpado a los partidos que fueron más votados y que, sin
embargo, en virtud de las maniobras rastreras del señor ZP y
sus adláteres, ha conseguido detentar –; repito, ha tenido
la osadía de ordenar retirar todas las banderas de España
que existían en los despachos e instalaciones interiores de
la sede foral. Al parecer, este rencoroso Atila, entro en
los despachos a “sangre y fuego” con la intención de no
dejar titere con cabeza de los antiguos ocupantes de la
delegación, cesando ipso facto a los diputados forales en
funciones. A algunos, que ya peinamos canas, estas
actuaciones nos recuerdan la toma de posesión, de la chusma
frente populista, de las instituciones apenas entraron en el
poder en el mes de febrero de 1936. Los mismos modos, el
mismo espíritu revanchista, la misma actitud prepotente y
hortera de aquellos que, sin más mérito que estar adscritos
a un partido revolucionario, se creen que son los dueños del
mundo. Según informan los cronistas solamente queda, por
ahora – no se sabe hasta cuando, dada la manía persecutoria
de este iluminado separatista – la bandera nacional que
ondea en el exterior de la Casa- Palacio de la Diputación.
Ahora se me ocurre preguntarle al cainita señor Fernandez
Barmejo; al fiscal que deshauciaron, como inútil, sus
propios compañeros de la profesión fiscal; al ministro de
Justicia que, imitando a Lenin ( al que se le parece
físicamente), nos amenaza constantemente con su dedo en
ristre, como nuevo inquisidor, para que no nos atrevamos a
contrariar los designios de su jefe de filas, señor
Zapatero; el mismo cancerbero que, en una ocasión, manifestó
que su militancia como socialista estaba por encima de las
leyes; pues, a este mismo señor, le pregunto: ¿qué va usted
a hacer contra un sujeto que se permite escarnecer a la
patria vejando a los españoles de la peor forma que se puede
hacerlo, menospreciando nuestra bandera, el símbolo de
nuestra patria y de nuestra unidad?, ¿ no presumía el señor
Fernández Bermejo de ser fiel defensor de la legalidad? Pues
hete aquí la ocasión de demostrarnos con hechos que esto es
verdad. ¡Vamos, señor F.Bermejo, salte al ring y póngase los
guantes de boxeo para intentar derrotar a este adversario
que se ha atrevido a insultarnos a todos! O, ¿es que todo
son balandronadas, es que su valor se le va en palabras,
pero a la hora de echarse “pa lante”, como diría un castizo,
todo es pólvora mojada? O es que, señor ministro de
Justicia, todo su empaque no es más que un bluff, una
fanfarronada, una pose para amedrentar a la ciudadanía, para
que no se atreva a ejercer los derechos que le confiere la
Constitución y, por el contrario, cuando se trata de imponer
la legalidad, ¿tiene usted que mirar primero a su jefe de
filas, el señor Zapatero? Me temo señor mío, que detrás de
tanto teatro, le ocurre como al señor de la cita: “los
muertos que vos matáis gozan de buena salud”
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