El fervorizante cartel que más de un susto puede dar con esa
rimbombante cifra de 7.100 millones de euros.
Paseo por mi ciudad natal después de mucho tiempo alejado de
la misma. No es que no haya vuelto antes, lo que quiero
decir es que paseo por la ciudad sin ningún tipo de
compromiso. No tengo que pensar en la vuelta al trabajo. No
tengo que pensar en los compromisos familiares, la familia
la tengo aquí. No tengo que pensar… ¡vaya!, me olvidé el
carnet de conducir en casa y no podré alquilar ningún tipo
de vehículo. Ahora sí que tengo que pensar en cómo hacer que
vuelva a mi bolsillo. Ir a buscarlo sería una tremenda
locura.
He recorrido parte de la ciudad, observando las
edificaciones nuevas y no tan nuevas. En realidad ando
buscando un piso para alquilarlo, de momento, y constatar
“in situ” la situación socio-política y geográfica de mi
propia ciudad para calibrar si me quedo o no. De momento, la
impresión que tengo es buena. Los conocidos que me encuentro
en mi paseo me recuerdan con cariño, lo que ya es algo
viniendo de una Comunidad bastante hosca (en lenguaje y en
maneras).
Durante la “ascensión” de la suave cuesta del Revellín, poco
antes de llegar a la plaza del Teniente Ruiz, mi vista se
fijó en un cartel pegado en el escaparate de un
establecimiento que incluye la venta de loterías y tabaco.
Mi “susto” me hizo meditar en qué haría con la cifra que me
enseñaba el mencionado cartel. Una cifra de ataque cardíaco
instantáneo y que me abría las puertas para fantasear sobre
las posibilidades que tendría con el poder que me otorgaría
la mencionadas cifra.
Mientras seguía ascendiendo por el Revellín, luego por
Camoens, mi mente se expandía en miles de conjeturas
fantasiosas y de las cuales la primera sería que con ese
montante podría comprar la ciudad entera. Y no es para
menos, si es cierto lo que indica el cartel, que mencioné
arriba, sería el premio más grande que se hubiera entregado
en el mundo mundial, qué digo, en el universo entero. Un
premio de 7.100 millones de euros (nada más ni nada menos
que 1.181.340.600.000 de las antiguas pesetas) sería como
enterrarme directamente… del ataque cardíaco digo.
Quiero creer que se habrá equivocado el que dibujó tan
tremebunda cifra, una cifra capaz de quebrar la armonía
circulatoria de los hematíes y con ello hacer desvariar el
cerebro mejor contenido. Si es un error, pase pero no le
perdono el susto. Si no lo es, menuda tentación para
gastarme mis buenos cuartos en distintas combinaciones del
Gordo de la Primitiva por si tengo la suerte de que me
entierren con pompa y boato digno de un emperador de la
dinastía ching. Tumba de oro para no ser menos.
Bueno, ya estoy en Ceuta y sigo con las fantasías
revoloteando por las ramificaciones nerviosas de mi cerebro,
entre las cuales destaca aquella que se refería a una
posible cena con el Presidente de mi ciudad natal, cosa que
ya sé que es muy difícil pero no imposible. Los compromisos
de un presidente no los asumiría por nada del mundo.
Prefiero la vida llana del campesino, aunque me toquen 7.100
millones de euros.
Como estoy en Ceuta, me entero de más cosas que estando a
1.300 kilómetros de distancia y de tanto enterarme me
encuentro con mi amigo, el presidente de Septem Nostra que
anda un poco trastocado porque un año más se queda, su
asociación, sin una mísera medalla que reconozca la inmensa
labor que realiza, su asociación, en defensa del patrimonio
ceutí y sí se entregue a dos ex diputados peperos locales,
que no del Congreso ni Senado, con lo que se entiende que el
juego anda dentro de casa. Opinión mía, no de nadie más.
Ignoro si por esas fechas, 2 de septiembre, seguiré en
Ceuta. Aunque lo cierto es que ya tengo billete de regreso
para el 13 de agosto en un vuelo de lo más estrafalario que
pueda creer. Pero no me importaría anularlo y prolongar mi
estancia si el interés de los temas, que se presenten esos
días, merecen la pena correr el albur de quedarme. Aunque
también es cierto que tengo comprometido un viaje al país
del barbudo, muy cerca de las Bermudas… pero eso queda para
octubre.
No esperaba que el propio Alí sacara el tema de los ghettos,
aunque lo menciona como guettos, en referencia al fracaso
escolar y la escasa distribución equilibrada de los alumnos
en las escuelas… no entro ni salgo en el tema, pero tengo un
hijo en edad escolar y si pienso quedarme en la ciudad
espero que no aumente el número de fracasados escolares.
Influye mucho ciertas formas de educación en el fracaso y
más aún si falla la entente entre maestro y alumno, más aún
si, como asegura, seguirán esas rotaciones.
Por otro lado, en mi campo, los arquitectos sevillanos
debieron de mirar con lupa el edificio de la calle Real,
frente a la iglesia de los Remedios, por cuanto yo mismo me
he vuelto medio mareado tratando de cuadrar ese gigantesco
cubo de Rubik en el paisaje arquitectónico de la ciudad,
llena de edificios señoriales y de rancio abolengo. Meter un
conjunto arquitectónico con trazas de payasos recién sacados
de una lavadora produce un efecto caótico en la retina de
uno, que sale del trance con la sensación de haber dejado
sin solucionar el maldito cubo mencionado más arriba.
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