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OPINIÓN - LUNES, 6 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Ilusiones millonarias

Por Quim Sarriá


El fervorizante cartel que más de un susto puede dar con esa rimbombante cifra de 7.100 millones de euros.

Paseo por mi ciudad natal después de mucho tiempo alejado de la misma. No es que no haya vuelto antes, lo que quiero decir es que paseo por la ciudad sin ningún tipo de compromiso. No tengo que pensar en la vuelta al trabajo. No tengo que pensar en los compromisos familiares, la familia la tengo aquí. No tengo que pensar… ¡vaya!, me olvidé el carnet de conducir en casa y no podré alquilar ningún tipo de vehículo. Ahora sí que tengo que pensar en cómo hacer que vuelva a mi bolsillo. Ir a buscarlo sería una tremenda locura.

He recorrido parte de la ciudad, observando las edificaciones nuevas y no tan nuevas. En realidad ando buscando un piso para alquilarlo, de momento, y constatar “in situ” la situación socio-política y geográfica de mi propia ciudad para calibrar si me quedo o no. De momento, la impresión que tengo es buena. Los conocidos que me encuentro en mi paseo me recuerdan con cariño, lo que ya es algo viniendo de una Comunidad bastante hosca (en lenguaje y en maneras).

Durante la “ascensión” de la suave cuesta del Revellín, poco antes de llegar a la plaza del Teniente Ruiz, mi vista se fijó en un cartel pegado en el escaparate de un establecimiento que incluye la venta de loterías y tabaco. Mi “susto” me hizo meditar en qué haría con la cifra que me enseñaba el mencionado cartel. Una cifra de ataque cardíaco instantáneo y que me abría las puertas para fantasear sobre las posibilidades que tendría con el poder que me otorgaría la mencionadas cifra.

Mientras seguía ascendiendo por el Revellín, luego por Camoens, mi mente se expandía en miles de conjeturas fantasiosas y de las cuales la primera sería que con ese montante podría comprar la ciudad entera. Y no es para menos, si es cierto lo que indica el cartel, que mencioné arriba, sería el premio más grande que se hubiera entregado en el mundo mundial, qué digo, en el universo entero. Un premio de 7.100 millones de euros (nada más ni nada menos que 1.181.340.600.000 de las antiguas pesetas) sería como enterrarme directamente… del ataque cardíaco digo.

Quiero creer que se habrá equivocado el que dibujó tan tremebunda cifra, una cifra capaz de quebrar la armonía circulatoria de los hematíes y con ello hacer desvariar el cerebro mejor contenido. Si es un error, pase pero no le perdono el susto. Si no lo es, menuda tentación para gastarme mis buenos cuartos en distintas combinaciones del Gordo de la Primitiva por si tengo la suerte de que me entierren con pompa y boato digno de un emperador de la dinastía ching. Tumba de oro para no ser menos.

Bueno, ya estoy en Ceuta y sigo con las fantasías revoloteando por las ramificaciones nerviosas de mi cerebro, entre las cuales destaca aquella que se refería a una posible cena con el Presidente de mi ciudad natal, cosa que ya sé que es muy difícil pero no imposible. Los compromisos de un presidente no los asumiría por nada del mundo. Prefiero la vida llana del campesino, aunque me toquen 7.100 millones de euros.

Como estoy en Ceuta, me entero de más cosas que estando a 1.300 kilómetros de distancia y de tanto enterarme me encuentro con mi amigo, el presidente de Septem Nostra que anda un poco trastocado porque un año más se queda, su asociación, sin una mísera medalla que reconozca la inmensa labor que realiza, su asociación, en defensa del patrimonio ceutí y sí se entregue a dos ex diputados peperos locales, que no del Congreso ni Senado, con lo que se entiende que el juego anda dentro de casa. Opinión mía, no de nadie más.

Ignoro si por esas fechas, 2 de septiembre, seguiré en Ceuta. Aunque lo cierto es que ya tengo billete de regreso para el 13 de agosto en un vuelo de lo más estrafalario que pueda creer. Pero no me importaría anularlo y prolongar mi estancia si el interés de los temas, que se presenten esos días, merecen la pena correr el albur de quedarme. Aunque también es cierto que tengo comprometido un viaje al país del barbudo, muy cerca de las Bermudas… pero eso queda para octubre.

No esperaba que el propio Alí sacara el tema de los ghettos, aunque lo menciona como guettos, en referencia al fracaso escolar y la escasa distribución equilibrada de los alumnos en las escuelas… no entro ni salgo en el tema, pero tengo un hijo en edad escolar y si pienso quedarme en la ciudad espero que no aumente el número de fracasados escolares. Influye mucho ciertas formas de educación en el fracaso y más aún si falla la entente entre maestro y alumno, más aún si, como asegura, seguirán esas rotaciones.

Por otro lado, en mi campo, los arquitectos sevillanos debieron de mirar con lupa el edificio de la calle Real, frente a la iglesia de los Remedios, por cuanto yo mismo me he vuelto medio mareado tratando de cuadrar ese gigantesco cubo de Rubik en el paisaje arquitectónico de la ciudad, llena de edificios señoriales y de rancio abolengo. Meter un conjunto arquitectónico con trazas de payasos recién sacados de una lavadora produce un efecto caótico en la retina de uno, que sale del trance con la sensación de haber dejado sin solucionar el maldito cubo mencionado más arriba.
 

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