PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - LUNES, 6 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Mis viejos apuntes
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Revolviendo papeles, para tirar lo que sobre, porque de lo contrario, aunque mi casa no es pequeña y la habito yo solo, algún día tendría que dormir en la escalera, me encuentro con una serie de apuntes de mis años de estudiante de Filología Clásica en Salamanca.

Me parecía mentira. ¿ Cómo pude yo coger tantos apuntes, no con buena letra, que nunca lo fue, sino con la seguridad que hoy mismo los recuerdo, como si fueran de hace dos meses?. No me lo explico, pero lo justifico pensando en que en la juventud se hacen cosas que debiéramos admirar y admitir, cuando ya vamos entrando en años.

Por esos apuntes voy a traer a colación a cuatro o cinco profesores, no más, pero si a esos cuatro o cinco que dejaron en mí algo más que unos apuntes, que todavía puedo leer hoy.

En primer lugar, no podía ser de otra forma, encontré y bien ordenados los que nos daba Martín S. Ruipérez, el catedrático de Griego, el profesor, de los muchos que yo he tenido, que con más claridad explicaba su materia docente y que, sin hacer grandes alardes, sentaba unas bases sobre las que pudimos edificar sin que se resquebrajaran jamás. Recuerdo de él, ojalá yo hubiera podido haberle imitado, una forma de traducir perfecta. Jamás hacía poesía, maldita la falta que le hacía. Él daba seriedad, sin posibilidad de equívocos, y con la certeza de que en cinco minutos, casi sin darte cuenta, habías pasado del siglo V antes de Cristo a los años 60 del siglo XX. Fue el profesor ideal, el más cabal y, con diferencia, el mejor en su materia, por mucho que pueda doler a algún patriarca, como por ejemplo Adrados.

En segundo lugar, debo citar a mi padrino José María Blázquez Martínez. El profesor Blázquez, si no lo conocías bien, te daba la sensación de que estaba de broma, pero cuando ahondabas en lo que te había dicho cualquiera de los días, veías que aquello tenía base y que iba a ser complicado, yo diría que imposible, encontrar la materia que él daba, si no habías estado en su clase.

Además, tenía la costumbre de romper los dos o tres folios, que había estado comentando, cuando terminaba la clase, lo que significaba que cada día se preparaba su clase y que no iba a improvisar nunca.

Un lugar especial, no porque le tenga el mismo aprecio que a los dos que he citado, hay que dejar para el catedrático de Latín, Manuel C. Díaz y Díaz. Aquí, si lo comparamos con la fiesta de los toros, podemos hablar del Curro Romero de la enseñanza, con clases deslumbrantes, alternando con tostones que no había Dios que los aguantara. Con Díaz y Díaz, si ibas a tres clases de las buenas, sabías que habías asistido a todo su curso, a lo que merecía la pena. No daba cada curso más de 5 con verdadera talla, pero el día que trabajaba..., eso era insuperable.

Se decía entonces que se preocupaba más de atender las muchas y grandes riquezas de su esposa en Santiago de Compostela. No sé si sería cierto lo de las riquezas, pero él en los años 60 tenía un Citroen Tiburón lo que indica que su economía no era floja.

Voy a dejar para el final a otros dos profesores de los grandes, que llegaron a sus academias correspondientes:

Miguel Artola, el profesor distante, con pocos amigos entre los alumnos, pero con las clases siempre repletas como las de ningún otro, lo que dice que eran buenas. Las clases que impartía en primero de carrera eran insuperables y aunque luego publicó un libro , muy bueno, “Textos fundamentales para la Historia”, con aquella materia, el libro no llega, ni de lejos, a lo que él explicaba en clase.

Aprobar con Artola era difícil, pero haber aprobado con él implicaba tener clara la parte que se había explicado ese año. Gran profesor, no sé como era como persona, jamás hablé con él en privado.

Por último, del doctor Lázaro Carreter tengo que decir que ya entonces se veía que llegaría a la Academia y que una vez allí podría serlo todo, así fue.

Nadie comenta un texto literario como él lo hacía. Recuerdo una clase comentando el “Viaje a la Alcarria” que, sólo por eso me movió a hacer ese recorrido y creo que lo volveré a hacer. Vi más cosas en su comentario que en el mismo recorrido.

La lengua no tenía secretos para él, con profesores así, aunque seas torpe aprendes muchas cosas.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto