En el genuino “Año Malayo” en el
que, por vez primera en nuestra Historia, autos y
resoluciones judiciales han sido pasto de tertulias de la
casquería del corazón y más concretamente, en este mes
agosteño y malayeño, donde, dicen en los mentideros y en las
alcantarillas que, si los piojosos chusmones de Eta ponen
“la bomba”, lo mismo, para minimizar el impacto sueltan la
golosa bomba mediática de encarcelar a la Pantoja en el
módulo 7 de aislamiento de Alhauvips de la Torre, chapada,
pero rodeada de obras de arte en esa especie de
cárcel-museo. En este agosto tórrido, más caluroso aún en la
olla que forma la finca La Moraga que es donde se encuentra
el elitista Centro Penitenciario, hablo y dialogo con mi
viejo amigo Pedro Román. Una de las víctimas señeras de ese
juez Miguel Angel Torres, que tanto y tan buenos momentos ha
regalado a los espacios del corazón y la bragueta, tipo
Dolce Vita y esperpentos similares y después de escuchar a
este hombre de bien, declaro de nuevo mi más profunda,
absoluta y total hostilidad hacia el tal Torres. Y sé que,
mi postura, me aleja de los plumillas y de los paparazzis,
asícomo de la de los opinadores de casquería jurídica, esos
seres doctorados en carnaza y despojos rosas y
sanguinolientos. Eso sí capaces de alternar sus opiniones
acerca de lo tremendo que está el Darek polaco de la
indefinible Ana Obregón, con estúpidas versiones de los
documentos de la Operación Malaya, autos que, al parecer,
están y han estado siempre a disposición del primer
manguncio que tuviera a bien tirar de ellos y exponerlos en
la caja tonta.
¿Qué de que acusan exactamente a Pedro Roman cuando, desde
1997 está prácticamente desvinculado de Marbella y de lo
marbellero? Pues le acusan de algo tan nebuloso e
indemostrable como es la temible figura jurídica de
“blanqueo de capitales” en una vulgar operación
inmobiliaria. Eso sí, la acusación queda desvirtuada desde
el momento en el que “nadie” acusa a Pedro Román de que, el
dinero de la operación tuviera procedencia ilícita, ni venía
del tráfico de armas, ni del tráfico de drogas, ni del
proxenetismo, ni de redes internacionales de pedófilos vía
internet. Para “blanquear” en plan “Ariel lava más blanco”
los dineros tienen que proceder de delitos y ser más negros
que la pez. Pero, el juez Torres, a quien los tertulianos
adoran, tomando su sosez por “hermetismo” y llegando a
llamarle “carita de pulpa de tamarindo” “justiciero de
Marbella” y hasta “Adelantado en el Movimiento Nacional”...
No. Disculpen, el entusiasmo por los halagos almibarados me
lleva a tal paroxismo terminológico que confundo hazañas
bélicas, en verdad, la que lleva el título de “Gloriosa
adelantada en el Movimiento Nacional” es la Ciudad Autónoma
de Melilla, donde se produjo el Alzamiento el 17 de julio,
con nuestro Ejército en Africa comandado por el Franquillo,
mientras que, en la Península fue el 18 de julio. El juez
Torres, repito, maltomó la presentación voluntaria de la
víctima y de su hija, les hizo detener de inmediato y, el
padre, Pedro Román, prestó declaración mientras, su niña,
lloraba encerrada en unos calabozos en los que, les juro, no
consentirían ustedes ni meter a sus mascotas. ¿Qué tomarle
declaración a un padre mientras su hija está encarcelada es
inhumano? Por supuesto. Y yo, como celtíbera e
hispanorrifeña-calorra, por raza y por condición, considero
bienaventurados a los que son injustamente perseguidos por
la Justicia, bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados y, como odio que machaquen, victimicen y se
ensañen con las criaturas, con “cualquier” criatura, como
cristiana, mi corazón y mi espíritu están y estarán siempre
con los que padecen los excesos, las arbitrariedades y los
temibles abusos de los Poderosos. ¿Qué tipo de libertad
declarando puede tener un progenitor que sabe que, su hija,
está sufriendo un dolor atroz? Y esto ha pasado en nuestra
España en el siglo XXI. En la España machadiana que nos
hiela el corazón.
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