PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 3 DE AGOSTO DE 2007

 
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM-PELOTEO

Devolviendo la pelota

Por Quim Sarriá


Vivir en Ceuta implica que yo esté, casi siempre, perseguido por el Levante con las consecuencias de sudar a mares (con lo que colaboro con el cambio climático en el incremento de la cuenca mediterránea) y tener esa no grata viscosidad húmeda pegada al cuerpo que me hace trasegar ríos de agua, bien fría, por el gaznate con lo que las células sudoríparas llenan el depósito a gusto, para posteriormente iniciar el ciclo…, con razón decían los científicos naturalistas que el cuerpo humano es todo agua.

Hoy me sale de los caletres que voy a escribir de alguien que está bastante “peloteado”, en sentido inverso, con un síndrome de enfermo imaginario que, por suerte, Molière no lo hubiera imaginado, principalmente por el desfase del tiempo y del espacio.

Un niño que conocí hará hoy muchos años, tantos que no recuerdo bien cómo era el tiempo. De pequeño era un niño tan vivo y despejado sin pizca de doblez que disponía de una imaginación tan viva y en la que no entraban ni su hermano mayor ni el que esto escribe. Nosotros, su hermano y yo, éramos para él marcianos de un planeta lejano. Tal vez del Plutón de otra galaxia.

Si bien es cierto que todas las veces que me lo encontraba delante no tenía prejuicios para quitármelo de en medio, le llevo seis años de diferencia, porque nos molestaba, a su hermano y a mí, con sus endiabladas travesuras (algunas de ellas siguen patentes en su forma de ser actual) y encima tenía, el niño, un equipo completo de abogados defensores representados por sus hermanas.

No recuerdo más de él, salvo que lo volví a ver, tiempo después ya hecho hombre, aunque hombre sin experiencia pero con mucha iniciativa, y ocupando un cargo de responsabilidad en una empresa que ensucia papeles a diario, rollos de papeles. Tal vez, al verlo tras una mesa cargada de folios y más folios, hubiese tenido yo el pensamiento de que por ser hijo de papá estaba allí. No lo sé de seguro porque no recuerdo si lo pensé o no. Ahora sé, de seguro, que el hijo de papá había sido su hermano mayor, mi amigo de siempre. Razones tenía para serlo. Y todas con fundamento… paterno.

El hombre al que realmente acabo de conocer ahora, en un no encuentro, es más ceutí-catalán que yo mismo; es un completo desconocido para mí; es un tío cargado de amarga ironía como irónico ha sido este no encuentro. Es un tío necesitado de un fuerte empuje emocional para que reaccione ante las posibles adversidades de la vida. No tiene madera de niñato portador de cartuchos de dinamita rodeando su cuerpo y si mucha labia mal contenida y mal distribuida. Con esa labia, traspasada al papel, podría ganar varios premios Pulitzer seguidos (si existieran en éste país). ¡Vamos!, no crean que estoy en plan pelota, ni siquiera de base, para loar a quién siquiera conozco. Simplemente le devuelvo la pelota.

Este hombre, de nombre Antonio Luís Ferrer Peña (Tato Ferrer), sólo necesita que el espíritu de Lucio Apuleyo le preste su asno de oro y, no sin fatiga de espíritu y trabajo corporal, sin mirarse en el espejo de las cosas pasadas de ésta vida humana comience a mostrarse como es en realidad; no convirtiéndose en un Mr. Hyde (que por otro lado cabrearía al espíritu de Stevenson por no corresponder a su tipo) a causa de los ocultos objetos del deseo de un Dr. Jekill venido a menos.

Carezco, ciertamente, del antídoto que pudiera destruirle esas malditas células neuróticas, ese chip que guarda información de carácter negativo para él mismo y que, destruyéndolo, pudiera olvidarse completamente de casos “malayas” de papel, de pseudo-césares perfumados o no, de turrones y marrones, de lágrimas de cocodrilos tragadores de egos, de…

Le pediría, y se lo pido, que volviera a su pipa ingresando en el club de los adictos al humo –no hago demagogia barata, que quede claro- regresando sin miedo a sus intenciones primarias, a aquellas intenciones que tenía nada más salir de la, supuestamente, inútil fábrica de periodistas. Con su pipa soltando humo a todo trapo, con esas mencionadas intenciones ocultas en esa sempiterna cartera donde guarda su anticuado portátil, portador de varios secretos, y otros secretos no vistos ni catados más que por él mismo, regrese a la senda –no la de los elefantes que es exclusivamente mía- donde inició su periodismo y, de una vez por todas, alegrar al espíritu de Conan Doyle que vería, con buenos ojos en blanco, cómo su personaje favorito regresaba al mundo de papel para terror de los Moriarty de turno, aunque no hubiera nacido en la Pérfida Albión y supiera hablar árabe barato. La Constitución entera está de tu parte, tío, y deja de buscarme las cosquillas.

Fiel a mi forma de ser, avisaría a “mi jefe” (a éstas horas ignoro si lo tengo), del peligro que corre si éste partido de tenis de papel sigue su curso, o sea con la pelota yendo de un lado para otro. Las pelotas que nos enviaríamos recíprocamente vaciarían en un santiamén los bolsillos del “jefe”. Y, encima, los sets seguirían sin publicidad que los compensen.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto