La ‘Declaración Universal de
Derechos Humanos’ (que al Islam teórico y práctico se la
rebufa, salvo cuando sea para utilizarla como ariete contra
Occidente), establece de forma prístina en uno de sus
articulados el inalienable derecho de todo individuo “a la
libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el
de no ser molestado a causa de sus opiniones”. Pero ya digo,
como vengo manteniendo desde hace años las sociedades
musulmanas no suelen en general sentirse concernidas puesto
que tienen su propio punto de referencia cuya lectura les
sugiero, ‘La Carta de Derechos Humanos Islámicos de El
Cairo’, lo que nos conduce una vez más hacia la concluyente
clasificación antropológica que corta el mundo actual en dos
grandes grupos de homínidos con sutiles diferencias en su
escala evolutiva: la “raza” musulmana por un lado
(mahometana versión del pueblo elegido)… y el resto del
personal por otro. ¿O díganme queridos amigos del Planeta
Azul, acaso lo que escribo es calumnia, falsedad o
mentira…?. Si así fuera corríjanme, por favor; quedo
atentamente suyo. Es pues este el prisma (extremismos a un
lado) bajo el que debemos leer el secuestro del grupo de
misioneros cristianos surcoreanos por una de las variantes
más radicales del tronco islámico, pues los talibán son -¿o
acaso no?- musulmanes de hecho y de derecho, si bien claro
es de la rama de “los malos”.
Pues bien, mientras ojeo y esquematizo dos publicaciones con
las que por 37,99 euros del ala acabo de enriquecer mi
biblioteca (“Manuel, II Emperador, diálogo con un musulmán.
El libro por el que el Islam ataca al Papa”, con un
didáctico prólogo de Jon Juaristi y “Diálogo sobre el
Islam”, interesantísima obra escrita por Monseñor José
Antonio Galera Echenique, hijo por cierto del prestigioso
general Galera Paniagua, bajo cuyo mandato el Ejército se
replegó brillantemente del Protectorado español entre 1956 y
1.962), los talibán afganos (esos musulmanes extremistas
amamantados por el wahabismo saudí más radical) siguen
asesinando a los incautos misioneros cristianos de orígen
surcoreano que secuestraron: ya van dos. Vayan pues unas
líneas solidarias con la actual posición de firmeza del
presidente afgano Hamid Karzai, al negarse a negociar esta
vez: porque la culpa no la tienen solo los talibán sino
nuestra estupidez, uno de cuyos precedentes fue la
liberación en marzo de un “valiente” periodista italiano,
Daniele Mastrogiacomo, secuestrado en la provincia sureña de
Helmand e “intercambiado” por cinco presos terroristas… a
instancias del Gobierno de Prodi. La comunidad occidental
debería tener las ideas claras y así transmitirlas a
turistas, periodistas y otra fauna al uso: “si por ocio o
trabajo decide usted, ciudadano, viajar a un país de riesgo
y es secuestrado, se hará todo lo posible por liberarle pero
nunca se cederá a un chantaje o se pagará por su vida”. Y a
la vez empezar a aplicar los conceptos de la “defensa
preventiva” eliminando a los terroristas como alimañas, si
hace falta en su propio e infecto cubil. ¿Qué hay que
fumigarlos como a las ratas…?. Pues vaya problema, porque
medios nos sobran: solo faltan la determinación y el coraje
de los políticos… y la “luz verde” de la opinión pública, al
menos mientras “Occidente” esté poblada (¿me entienden
verdad?) por “occidentales”. Pero todo se andará… y tal como
van las cosas sospecho que a paso ligero.
|