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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 1 DE AGOSTO DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

María San Gil
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Quienes hemos conocido y hemos visto superar, con generosidad y valentía un cáncer, tenemos que celebrar el hecho de que María San Gil vuelva a la política, tras haber superado en pocos meses un cáncer de mama.

María San Gil, presidenta del PP en el País Vasco, se despedía con entereza, con valentía y con generosidad, al comienzo de la primavera. Cuestiones de salud le impedían seguir con su labor, que si en otras partes de España, puede ser dura, en Euskadi lo es mucho más.

Se fue en silencio, pero con la seguridad de que, acostumbrada a ser rigurosa en sus cosas, en este asunto lo iba a ser más, y a los pocos meses se nos dice que vuelve para liderar un partido que, sin ella, tendría una gran pérdida para tratar de ganar espacio en las próximas elecciones generales del mes de marzo.

La vuelta de María San Gil, seamos del PP o no lo seamos, no deja indiferente a nadie, porque ella nunca tuvo enemigos personales, y fuera de discrepancias de grupos políticos, es una persona bien vista y respetada por todos, en el País Vasco y fuera de él ( yo llego incluso a dudar que no sea bien vista desde las filas de ETA, a pesar de las diferencias de criterios, de actuaciones, de personalidad y de ética).

Cuando nada más terminar la Semana Santa, el 18 de abril, la máxima responsable de los populares vascos anunció su retirada temporal para recuperarse de un carcinoma in situ del que ya había sido intervenida quirúrgicamente, el pesar se extendió por la militancia del PP en toda España y muy concretamente en el País Vasco.

No era fácil encontrar una persona que reemplazara a María san Gil, porque un líder en el País Vasco, especialmente para el PP, debe tener conocimientos, solvencia, personalidad y carácter para enfrentarse a todo lo que rodea a esta formación política allí, en una de las partes más complicadas del mundo de la política, para una formación que no admite la desmembración de esas tierras.

Entonces ya lo anunció la propia María San Gil, que no iba a participar en las elecciones municipales, pero que ella volvería con la misma fuerza, o con más, para seguir trabajando en la política del País Vasco.

Esta misma semana, con toda seguridad, ya se verá a María san Gil en su puesto y dispuesta a trabajar, sin descanso, desde ahora hasta que las elecciones del próximo mes de marzo dicten quienes son los que van a regir los destinos del país.

Y es que la recuperación del poder, por parte del PP, en todo el territorio nacional, servirá de revulsivo a corto y medio plazo, también, en las tierras vascas, donde los populares no están muy sobrados, en cuanto a dominar alcaldías.

Es curioso que, precisamente, en el País Vasco sean los populares los que tienen los líderes más valiosos del espectro político nacional y, a pesar de ello, no han logrado nunca unos resultados medianos siquiera.

Y tiene su explicación. En Euskadi, desde hace ya más de treinta años, el poder y el apoyo ha sido para el PNV, como grupo civilizado, cuando lo es, y luego hay unos seguidores bastante fieles al PSOE, con lo que el resto de la “tarta” se lo tienen que repartir aquellos para los que las leyes ni son, ni van a ser, por lo que al PP le quedan tan sólo unas cuantas migajas allí.

Es una visión somera, pero real, de lo que se ha venido dando desde muchos años atrás y que parece que se ha solidificado totalmente en estas tierras.

En otros grupos, con los resultados que el PP viene logrando allí, es posible que hubieran hecho testimonial su presencia y nunca con líderes de primera línea, mientras el PP siempre tuvo ahí a auténticos primeros espadas: Mayor Oreja, Carlos Iturgaiz y ahora María San Gil, dando la cara, jugándosela a la vuelta de cada esquina y tratando de que no se escape, de ninguna de las maneras, esa españolidad, de la que tanto reniegan, no sólo los que más lo dicen, sino otros que amparados en un lenguaje críptico, se arropan con una siglas de tipo nacional, pero , a veces, llegan a pensar como los más radicales.
 

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