Quienes hemos conocido y hemos
visto superar, con generosidad y valentía un cáncer, tenemos
que celebrar el hecho de que María San Gil vuelva a la
política, tras haber superado en pocos meses un cáncer de
mama.
María San Gil, presidenta del PP en el País Vasco, se
despedía con entereza, con valentía y con generosidad, al
comienzo de la primavera. Cuestiones de salud le impedían
seguir con su labor, que si en otras partes de España, puede
ser dura, en Euskadi lo es mucho más.
Se fue en silencio, pero con la seguridad de que,
acostumbrada a ser rigurosa en sus cosas, en este asunto lo
iba a ser más, y a los pocos meses se nos dice que vuelve
para liderar un partido que, sin ella, tendría una gran
pérdida para tratar de ganar espacio en las próximas
elecciones generales del mes de marzo.
La vuelta de María San Gil, seamos del PP o no lo seamos, no
deja indiferente a nadie, porque ella nunca tuvo enemigos
personales, y fuera de discrepancias de grupos políticos, es
una persona bien vista y respetada por todos, en el País
Vasco y fuera de él ( yo llego incluso a dudar que no sea
bien vista desde las filas de ETA, a pesar de las
diferencias de criterios, de actuaciones, de personalidad y
de ética).
Cuando nada más terminar la Semana Santa, el 18 de abril, la
máxima responsable de los populares vascos anunció su
retirada temporal para recuperarse de un carcinoma in situ
del que ya había sido intervenida quirúrgicamente, el pesar
se extendió por la militancia del PP en toda España y muy
concretamente en el País Vasco.
No era fácil encontrar una persona que reemplazara a María
san Gil, porque un líder en el País Vasco, especialmente
para el PP, debe tener conocimientos, solvencia,
personalidad y carácter para enfrentarse a todo lo que rodea
a esta formación política allí, en una de las partes más
complicadas del mundo de la política, para una formación que
no admite la desmembración de esas tierras.
Entonces ya lo anunció la propia María San Gil, que no iba a
participar en las elecciones municipales, pero que ella
volvería con la misma fuerza, o con más, para seguir
trabajando en la política del País Vasco.
Esta misma semana, con toda seguridad, ya se verá a María
san Gil en su puesto y dispuesta a trabajar, sin descanso,
desde ahora hasta que las elecciones del próximo mes de
marzo dicten quienes son los que van a regir los destinos
del país.
Y es que la recuperación del poder, por parte del PP, en
todo el territorio nacional, servirá de revulsivo a corto y
medio plazo, también, en las tierras vascas, donde los
populares no están muy sobrados, en cuanto a dominar
alcaldías.
Es curioso que, precisamente, en el País Vasco sean los
populares los que tienen los líderes más valiosos del
espectro político nacional y, a pesar de ello, no han
logrado nunca unos resultados medianos siquiera.
Y tiene su explicación. En Euskadi, desde hace ya más de
treinta años, el poder y el apoyo ha sido para el PNV, como
grupo civilizado, cuando lo es, y luego hay unos seguidores
bastante fieles al PSOE, con lo que el resto de la “tarta”
se lo tienen que repartir aquellos para los que las leyes ni
son, ni van a ser, por lo que al PP le quedan tan sólo unas
cuantas migajas allí.
Es una visión somera, pero real, de lo que se ha venido
dando desde muchos años atrás y que parece que se ha
solidificado totalmente en estas tierras.
En otros grupos, con los resultados que el PP viene logrando
allí, es posible que hubieran hecho testimonial su presencia
y nunca con líderes de primera línea, mientras el PP siempre
tuvo ahí a auténticos primeros espadas: Mayor Oreja, Carlos
Iturgaiz y ahora María San Gil, dando la cara, jugándosela a
la vuelta de cada esquina y tratando de que no se escape, de
ninguna de las maneras, esa españolidad, de la que tanto
reniegan, no sólo los que más lo dicen, sino otros que
amparados en un lenguaje críptico, se arropan con una siglas
de tipo nacional, pero , a veces, llegan a pensar como los
más radicales.
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