Uno de los padres de la
Constitución nos ha dejado para siempre. Se trataba de uno
de los políticos más destacados de la transición española,
que trabajó duramente en la elaboración de nuestra Carta
Magna, que nunca apareció en primeros planos y siempre
estuvo al servicio de su país. Un verdadero padre de la
Constitución.
Un cáncer de hígado, una maldita enfermedad le tenía
sentenciado, pero Cisneros no se doblegaba ante ello. Y
prueba de su entereza y de su entrega es que hace un mes, en
el Debate sobre el Estado de la Nación, ahí estaba, en su
lugar, era el vicepresidente tercero de la mesa.
Un par de años llevaba Gabriel Cisneros con tratamientos
intensos, a base de radioterapia en vena, primero, y con un
medicamento de la casa Bayer, medicamento nuevo que le
estaba sentando muy bien. Pero el cáncer es el cáncer y, al
final, se lo ha llevado.
A pesar de la enfermedad, que él conocía, no se dejó llevar
por el desánimo. Estaba en su papel, siempre, desde por la
mañana temprano con la búsqueda de las noticias de la
prensa, marcha al Congreso, y a hacer todo lo que era de su
competencia.
Nadie podrá decir que recibió un euro más en su trabajo.
Hacía todo lo que tenía que hacer y jamás presumió, otros lo
hubieran hecho, de los avatares en los que estuvo
involucrado.
Su prestigio, su buen hacer, su sinceridad y la confianza
que se depositaba enél hizo que el propio Aznar le tuviera
como uno de los hombres de confianza para la redacción de
los discursos, que eran profundos y al mismo tiempo
asequibles para que los entendiera cualquier persona.
Nunca fue un admirador de lo que ronda los nacionalismos, ni
vasco, ni catalán le entusiasmaban demasiado y sobre estos
odiaba, si es que se puede hablar de odio en él a ETA.
No es extraño esto último, él fue también blanco de la banda
asesina, los buenos no han caído bien, nunca, a estos
truhanes, y en un momento los asesinos le dispararon e
hirieron en una pierna. El recuerdo de esto lo mantendría
para el solo, jamás hizo publicidad de ello.
El ataque a Cisneros por parte de dos miembros de l banda,
fue lo menos que estaba programado por ETA que intentaba
secuestrarle, pero él se defendió, pidió auxilio en plena
calle y en el intento de escapar de aquellos dos “hijos de
perra” es cuando le dispararon, por fortuna se le pudo
salvar en una clínica de Madrid.
Eran los momento más “gloriosos” de ETA y él, como los que
podían decir algo, era uno de los objetivos de la banda.
Nunca se ha podido demostrar, pero en el punto de mira, como
uno de los miembros del comando que atentó contra Gabriel
Cisneros está, estaba y seguirá estando Otegi, ese
“angelito” que se ha paseado libremente por nuestras calles,
siendo uno de los mayores “asesores” criminales.
Hoy, ya finalizando el mes de julio de 2007, quienes hemos
seguido muy de cerca lo que fue la transición y lo que
lucharon algunos hombres para llegar a lo que tenemos hoy,
no podemos menos de echar una mirada a ese hombre grande, a
ese hombre bueno y honrado, al que nos ha arrebatado un
maligno cáncer de pulmón; él que fue capaz de esquivar parte
de las balas asesinas de ETA, él que no se dejó secuestrar,
a las mismas puertas de su casa, se ha dejado arrastrar por
esa maldita enfermedad.
Dicen que se valora a la personas cuando han muerto, eso, en
parte es cierto, pero en este caso esa valoración se ha
hecho también cuando vivía, porque, que se sepa, no tenía
enemigos, ni siquiera adversarios, y sólo los crueles
asesinos de ETA estuvieron a punto de terminar con su vida
hace ya dieciocho años.
El no estuvo frente a nadie, él estuvo al lado de los suyos,
siempre trabajando, cerca de los grupos de otras formaciones
ajenas, incluso, a las suyas, pero siempre con una
disposición honrosa hasta el último día de su vida.
Así, por tanto, ha terminado. Un cáncer, lo repetimos, se ha
llevado a uno de los hombres que más trabajó, en aquellos
años de consenso, en la elaboración de la Carta Magna,
cuando la UCD, a la que perteneció había ganado la primeras
elecciones. Sentó escuela, y más de uno de los que hoy están
arriba, le debe mucho.
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