No para uno de asombrarse cuando descubre ciertas cosas en
su propia ciudad que no espera encontrar hoy en día. No se
alarmen, no escribo ni critico nada censurable, simplemente
quiero traspasar mi malestar al papel. Es un alivio, para
uno, hacer uso de este privilegio que le permite apaciguar
las inquietas neuronas que se agitan irritadas por el olor
de la bilis. He venido a Ceuta para quedarme, supuestamente,
porque soy así y así lo seré. He “pillado” habitación en el
Tryp, hotel que lleva 4 estrellas claveteadas en su fachada,
para pasar los días hasta la finalización de nuestra Feria
(en Cataluña la llamamos “Festa Major”) y después alquilar
un piso con vistas a constatar “in situ” la realidad ceutí y
más tarde adquirirlo si las condiciones se ajustan a mi
demanda. Perdón, no mi demanda en concreto, también cuenta
mi mujer. Cosas de la igualdad aunque muchos ceutíes no lo
quieran.
Hablando de alojamiento, me extraña sobremanera que la
dirección del Tryp no haya resuelto un problema, que según
dicen es con Telefónica, para permitir la conexión a
Internet de los clientes. A mí me urge sobremanera porque
tengo mucha necesidad de mantener contacto con muchos
contactos precisamente. Uno de ellos, el más importante es
mantener la comunicación con el arquitecto de mi gabinete,
otra no menos importante es la vía de escape de mis
inquietudes literarias, si podemos decir esto, y el problema
me afecta bastante.
No es lo mismo ir con el portátil colgado, como si fuera un
bebé, recorriendo las calles de Ceuta para piratear una
señal wifi y conectarme por la cara; tampoco es de recibo
meterme en un Cyber y, rodeado de niños jugando con los PC’s,
efectuar mis gestiones electrónicas a la vista de todos con
el peligro que supone exponer las contraseñas para que las
copien. Cosa muy fácil para los responsables del Cyber y muy
peligrosa para los clientes que hagan ese tipo de gestiones.
Necesito una conexión para efectuar gestiones con el banco y
ello implica que sea una conexión segura. El hotel puede
brindarla; de hecho, en todos los hoteles en que me alojé
hasta la fecha existen esas conexiones al servicio del
cliente. Muchas, como deferencia, sin coste alguno para el
cliente; otras de pago justo y algunas, las de menos, de
pago exagerado. En el Tryp, me vienen diciendo cada día “…
mañana lo resolveremos” y así llevo ya casi una semana.
Para que el diario publique estos artículos que Vds. estarán
leyendo, me lo imagino porque no os veo, los he de grabar en
un pen-drive y llevarlos personalmente a Redacción, que los
copien en sus máquinas y…, menudo y jodido asunto. Con el
sol pegando fuerte y el viento despeinándome y peinándome a
su antojo.
Volviendo a lo del hotel, me asombra la falta de diligencia
del personal de servicios. Los de recepción, no, son
formidables y atienden mis requerimientos con auténtica
profesionalidad. Ignoro si la habitación que me han asignado
tiene colgado algún letrero invisible con la palabra “gafe”.
No es por nada, pero si un día te metes en la ducha y
encuentras con que el bote de jabón está más vacío que media
cáscara de huevo y otro día después de haberte duchado y
enjabonado a conciencia encuentras con que no hay toallas…
está para que uno eche humos y no precisamente del
cigarrillo. Lo raro, lo truculento es que me deja asombrado
cuando tengo necesidad de un servicio, me explico: mi hijo
pequeño es muy difícil de aceptar comida, un problema de
alergias le dejó un mal recuerdo y desde entonces es muy
meticuloso con la comida. Por ello, su mamá acostumbra a
coger el desayuno y servírselo en la habitación dado que a
veces tarda más de media hora en acabar un simple desayuno,
pues bien: niegan a una madre que suba el desayuno a su
habitación con el pretexto de que los demás clientes se
llevan componentes del mismo y que por eso la Dirección
prohíbe que el cliente suba el desayuno. Ignoraba que una
simple pera hundiera todo un emblema del turismo local. Si
bien indican que los llamemos por teléfono y ellos nos los
suben, no es lo mismo. Mi hijo no comería absolutamente nada
que le sirvan otras personas que no sea su mamá.
O bien puedo pensar libremente que alguien me odia y suelta
una consigna para fastidiarme y que me largue de Ceuta. Un
hotel de ese número de estrellas tiene que tener sumo
cuidado, no solo por la reputación del propio hotel sino por
la ciudad entera.
A estas alturas de mi estancia en la ciudad que me vio
crecer y me ve volver como un hijo pródigo, aunque no espero
tanto, ya nada me importa que vaya mal. Lo asumo como algo
mío, como un defecto inquebrantable. ¡Qué le vamos a hacer!.
Si un hotel de la categoría, supuesta, del Tryp pone estos
obstáculos al cliente no espere que ese cliente se lleve un
grato recuerdo de la ciudad, y mucho menos del hotel. La
próxima vez que venga iré al Muralla, si es que no he
“pillado” piso.
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