Y se hizo la luz. ¡Por fin algunos
podrán ver con claridad el recinto ferial!. Un año más,
miles de bombillas con figuran la iluminación extraordinaria
de nuestras fiestas patronales, dándole ese colorido de
alegría que es necesario para mostrar todo su esplendor.
La pena es que, hay algunos, no ven más allá de sus narices
ni con el alumbrado extraordinario. No hay más ciego que el
que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír.
Por eso, a pesar de todo el alumbrado extraordinario,
seguirán sin ver ni escuchar lo que no quieren ver ni
escuchar, porque sólo ven lo que les interesa y se escuchan
ellos mismos, aplaudiendo sus propias palabras. De todo
tiene que haber en la viña del Señor.
Y en la feria, aunque muchos de estos personajillos no lo
quieran entender, hay mucho que ver y escuchar. ¡Anda que no
se ven cosas en la feria y ni te cuento, serrana del alma,
lo que se escucha. ¡Será por ver y escuchar!
Por un suponer, en el asunto de ver, se puede observar como
dos grandes “amigos”, de esos que no se pueden ver ni en
pintura, comparten mesa y mantel, mientras sonríen de forma
hipócrita, dando riendas sueltas a toda la falsedad que
acumulan. No me negarán qué esto no es digno de ver. Vamos
que ya puestos, es para gritar a los cuatro vientos ¡que se
besen, que se besen!.
Les puedo garantizar, que si van a la feria y se entretienen
en echar un vistazo al personal asistente, en alguna caseta,
ante un par de copas, podrán ver con toda tranquilidad
cuanto les estamos contando. Y, por supuesto, contárselo a
sus amiguetes, que van a disfrutar de lo lindo, mientras les
dicen: “Es que no me lo puedo creer”.
Comprendo y estoy, totalmente, de acuerdo, en que ustedes
van a la feria a divertirse y no a estar pendientes de unos
y de otros, que es como debe ser. Nosotros, los que vivimos
de juntar letras, quizás por deformación profesional, vamos
al recinto ferial a ver qué es lo qué nos encontramos de
interés para contárselo a ustedes. Oiga, amigo guardia, al
mismo tiempo que nos divertimos pues estamos trabajando para
hacer la columna de cada día. Trabajo y diversión, en esta
bendita profesión, no están reñidos.
Y en cuanto al asunto de escuchar cosas no se pueden,
ustedes, ni imaginar la de cosas que se escuchan apoyados en
la barra de una caseta. Hay conversaciones para todos los
gustos. Algunas sin el mayor interés a las que nos se les
prestan ninguna atención. Otras en cambio, por venir de
quienes vienen, les hacen pegar el oído y no perderse
detalle de las mismas.
Cuando las luces del alumbrado te pegan en el rostro,
dejando ver con claridad los dos “roetes rojos” en ambas
mejillas, signo inequívoco de a alegría que llena tu cuerpo
serrano, la lengua algo trapajosa se desata y cuenta todo lo
contable, dándole alegría a su cuerpo. ¡Ay macarena!.
Del usted se pasa rápidamente al tú y, lógicamente, al
tutearse vienen los abrazos de “amigos” y a contarte
confidencias, que ríete de los peces de colores, con lo que
esas lenguas trapajosas te cuentan. No se enteran que para
saber beber, cuidando lo que se dice hay que saber mearlo.
Felices fiestas, colegas.
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