Del pleno celebrado la semana
pasada, algunos periodistas destacaron su carencia de
interés. Y se quejaban, quienes tuvieron que cubrir la
sesión, del aburrimiento que invitaba a sestear en la sala.
Una articulista decía, más o menos, que le costaba conciliar
el sueño cuando le daba por pensar que ha de estar cuatro
años soportando unos debates soporíferos en los cuales
terminarán todos los participantes entregados a la voluntad
de Juan Vivas.
Y lleva razón. Pero le faltó decir que el aburrimiento es un
estado de ánimo que le viene muy bien al presidente. El
primer requisito de éste, dado que es político destacado, es
conseguir que en los escaños primen los bostezos. Sobre todo
cuando gobernar no consiste en resolver problemas, sino en
hacer callar a quienes los plantean. En este caso, no es que
JV tenga poderes para adormilar a la oposición, sino que
ésta entra ya en el salón de plenos invadida por un sopor
que les hace abrir la boca casi ininterrumpidamente.
Por lo leído, días atrás, parece ser que los plumillas echan
de menos a María Antonia Palomo. Quien con sus
interpelaciones, y sus salidas de tono, impedía que los
diputados se durmieran en los laureles. Y además, como tenía
asumido su papel de filibustera, ponía de los nervios a los
populares al verse éstos imposibilitados de hacer la siesta
en cómodos sillones. Daba juego, mucho juego, la entonces
diputada y secretaria general de los socialistas.
Un juego que le venía muy bien a Mohamed Alí. Es
decir, que la forma de ser de María Antonia lo estimulaba y
lo convertía en un opositor fuerte que trastornaba el sueño
de los populares. Ahora, en cambio, Mohamed Alí aparece como
un político carente de bríos y dispuesto a sumarse a ese
estado somnoliento que se ha apoderado de los plenos.
Esperemos que no le pase al presidente de la UDC lo que a
Jaime Wahnon: que un día se despierte, de improviso, y
meta la pata hasta el corvejón. Aunque, si acaso le sucede
algo así, seguro que la televisión local exhibe su despertar
desde la mañana a la noche. E incluso son capaces de hacer
un pase extra en plena madrugada. Vamos, antes de que
amanezca.
Otra señora que bosteza y cuando no bosteza se comporta en
los plenos como si estuviera en un colegio de pago, es la
portavoz de los socialistas. La señora Ramírez
defiende las causas como si tuviera que pedirle permiso al
presidente de la Ciudad para acometer tal menester. Con lo
cual se ha convertido en la mejor aliada de los populares.
Líbreme Dios de juzgar a una diputada que no tengo el gusto
de conocer; pero, cuando la oigo debatir, pienso que muy
pronto pasará de los bostezos a dormirse profundamente en su
escaño.
Recomiendo, pues, a los mandas socialistas que le vayan
administrando dosis de malaúva, conocimientos de las causas
que haya de defender, y sobre todo que le aconsejen a la
portavoz de su partido que se haga adicta al café. Para
evitarle el que se pueda quedar en cualquier momento frita
en su bancada. Lo cual es peligroso, no sólo porque le pueda
ocurrir lo mismo que al reseñado Jaime Wahnon, sino porque
roncar queda muy feo.
En lo tocante a Juan Vivas, sólo me cabe asegurar que será
el único que no se permita ningún desliz durante los cuatro
años de gobierno. Jamás se le verá echar un sueño breve.
Porque a él le tocara, en vista de que los demás han
decidido que la sala de los plenos sea el habitáculo en el
cual soñar con cuestiones placenteras, llevar el peso del
debate.
Y, por tanto, más que hablar lo que le vendría bien es
cantarles una nana a los diputados. El problema está en que,
a la hora de votar, le salga otro Wahnon diciendo no donde
estaba estipulado decir sí. Y se arme el cachondeo. Lo que
me he perdido.
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