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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 25 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / VERBA SEQUENTUR

¡Señores, esto ha sido hacer de una pulga un camello!
 


Miguel Massanet Bosh
miguelmassanet@elpueblodeceuta.com

 

Vean ustedes a nuestro Fiscal General, el señor Conde Pumpido, de súbito reconvertido en un fiscal de verdad, si, si, no se rían que estamos hablando en serio. Si ustedes se quejaban de que nuestro “primus inter pares” de la fiscalía se dedicaba a todo menos a hacer de fiscal, vean por donde, de repente, se ha olvidado de sus malos hábitos de perdonar a delincuentes, retirar cargos a etarras, pasar por alto casos de corrupción del PSOE y colaborar, con todas sus fuerzas, a que los etarras encuadrados en la ANV pudieran presentarse  las elecciones autonómicas y municipales; para hacer un acto de penitencia y dedicarse a su trabajo, o sea, impulsar la aplicación de la ley y, en consecuencia, de la Constitución. ¿Qué no se lo creen? Pues echen un vistazo a la prensa de estos días y podrán comprobar como, nuestro diligente Fiscal General, ha repasado el manual del fiscal hacendoso y ha puesto patas arriba a la policía para que, con la máxima diligencia, retirara de los kioscos una revista satírica titulada El Jueves por contener una caricatura, presuntamente, alusiva al Príncipe y a la princesa, protagonizando una escena de reproducción comme il faut.

 Lo que ocurre es que, en este enredo, también intervino el juez Del Olmo, si, aquel que instruyó lo del juicio del 11-M, el que consiguió que los buenos parecieran los malos y viceversa; que se olvidó de determinar la clase de explosivos; permitió que los Cedas le tomaran el pelo y que la fiscal Basta Ya, terminara llorando en el juicio (no había para menos si debemos atenernos a sus actuaciones en él). En fin, que con semejante duo nada bueno se podía esperar y es que, ha sido peor el remedio que la enfermedad y, si es que en algún momento el fiscal pensó en hacerle un favor a la Familia Real, mejor hubiera sido que se quedara quieto. Ahora bien, no olvidemos que todo se puede esperar de semejante sujeto, y si lo que se proponía era hacer morder el ajo a los príncipes y toda su familia, lo ha conseguido y con creces. Vamos a ver Pompudito de mis entretelas, ¿quién conocía a este semanario de marras? Media docena y los que escribían y dibujaban en él. ¿Cuántos podrían haber visto la caricatura en cuestión? Unos cuantos centenares de personas como mucho. Conforme con que el dibujo es de un hortera que clama al cielo y que raya en lo pornográfico; conforme que todo tiene un tope y la libertad de expresión también tiene sus limitaciones; de acuerdo que reducir todas las funciones del príncipe al trabajo de procrear es vejatorio y repugnante; pero, seamos sensatos: la patochada que ha cometido usted con la colaboración del juez Del Olmo, ha conseguido elevar un incidente poco más que anecdótico, que se hubiera podido solucionar con una multa o un apercibimiento, a la categoría de un acontecimiento nacional. Al día de hoy no hay español ni española que no haya visto el dichoso dibujo y, según se dice, cuando fue la policía a recoger los ejemplares por los centros de distribución ya no quedaba ni uno sólo, salvo 50 ejemplares que estaban retenidos en el propio semanario. Una cosa muy curiosa: la Vanguardia, al día siguiente, al comentar el suceso, publicaba la caricatura sin ningun empacho para que, si había aún alguien que no la hubiera visto, como un servidor, la pudiera ver con todo detalle. Parece que al señor Conde Pumpido se le pasó el detalle, porque, que yo sepa, no se incautaron de la edición del periódico barcelonés.

 Lo cierto es que el suceso ha trascendido del ámbito nacional y ha pasado a ser la comidilla de toda Europa. Periódicos como el International Herald Tribune o el consevador The Times han comentado el suceso y no son pocos los medios que han entrado en el tema, defendiendo o atacando a la publicación en cuestión –que, dicho sea de paso, ha conseguido la mejor publicidad gratis que nunca en la vida hubieran podido soñar su director y todo el equipo que la integra – y cuestionando o apoyando la libertad de expresión como justificación de la exhibición de la dichosa caricatura. No me puedo imaginar a su alteza real el Príncipe cuando tenga que comparecer ante sus reales parientes o asistir a alguna gala en el Teatro Real, acompañado de la princesa, la cara que pondrá. Seguro que todos los que le aplaudan estarán imaginando, al mismo tiempo, la famos escenita del irrespetuoso semanario. ¡Ah! quisiera hacer referencia a la forma en la que se comentó en algunas televisiones el incidente al que nos estamos refiriendo. Utilizaron la expresión “irreverente” para calificar la escenita de marras. Veamos admito que pueda ser irrespetuosa, záfia, inapropiada, hiriente, burda, grosera e impertinente, pero irreverente, aunque admisible desde el punto de vista gramatical y semántico, tiene otras connotaciones que debieran haberse tenido a la hora de comentar el hecho. En el leguaje popular y, para muchas personas no muy duchas en estas cuestiones, tiene el significado de faltar al respeto a personas u objetos religiosos, lo que se prestaba a confusiones y chascarrillos. En fin, una verdadera chapuza que podía haberse obviado con un poco de inteligencia y que, sin embargo, nos ha convertido en el hazme reir de media Europa. Lo que nos faltaba ¡éramos pocos y parió la abuela!
 

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