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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 25 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

¿“Intifada” turca en Alemania?
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Como era previsible, los islamistas turcos del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) liderados por el primer ministro Erdogan ganaron las elecciones del pasado domingo con una amplia mayoría del 46, 8% de los votos, doce puntos más de los obtenidos en 2002, pudiendo con 342 diputados (de los 550 que componen la Cámara) gobernar cómodamente en solitario; muy por detrás, los kemalistas del Partido Republicano del Pueblo (CHP, 20,7%) y el Partido Nacionalista del Pueblo (14,3%). Uno de los retos del nuevo gobierno será regular en las instituciones públicas el uso del “hiyab” o pañuelo islámico, usado por un 62% de las mujeres turcas de forma regular, así como otras medidas de “islamización” social que no dejarán de tener respuesta por el conjunto de la población fiel al peculiar y sosegado laicismo de la República de Turquía. ¿Repercusiones a nivel internacional?. Pues varias: la primera el “efecto contagio” que ejercerá en otros países, particularmente en Marruecos donde su homólogo (en siglas) PJD se perfila como caballo ganador para las elecciones del 7 de septiembre, si bien la selección de candidatos está mostrando algunas fisuras internas.

Pero es en el seno de la emigración donde las consecuencias de la victoria del AKP pueden ser más llamativas, siendo Europa (con la República Federal Alemana en cabeza) el continente que acoge a 4 de un total de, al menos, 5 millones de turcos en el exterior, de los que medio millón está nacionalizado alemán. Desde hace años, la comunidad turca en Alemania está presentando serias resistencias a los intentos de integración por parte del país de acogida. Así, el 12 de julio varias asociaciones turcas rehusaron participar en una “cumbre” para abordar el conjunto del problema organizada por la Cancillería alemana, criticando abiertamente las medidas en materia de inmigración adoptadas en los últimos años por las autoridades federales, como la adopción por el Tribunal Constitucional alemán de prohibir por ley el “pasaporte doble”, retirando el documento a quien habiendo adquirido la nacionalidad alemana solicitara la de otro país (¿a qué estamos esperando en España…?) o los requisitos de la nueva ley de reagrupamiento familiar, calificada de “racista” (el discurso de siempre) por no ser aplicable a ciudadanos occidentales, de Estados Unidos y Canadá. Medidas que fueron ácidamente criticadas, con escaso talante diplomático, por el embajador en Alemania Mehmet (Mohamed) Alí Irtemceliks al periódico turco “Huriyet”. Por su parte y como señalaba no hace muchos días, cargada de razón, la ministra de Integración María Böhmer, “Las asociaciones turcas están empeñando su propio crédito”. Kenan Kolat, presidente de la Federación Turca de Inmigrantes, ha advertido que de no retirar estas leyes el colectivo turco no podrá evitar un estallido de violencia similar a la que azotó Francia perpetrada por jóvenes de orígen magrebí. Digo yo: ¿aprenderá Europa alguna vez?.

Otro aspecto preocupante es la creciente islamización (y no me refiero a las prácticas de fe “normales”) de la emigración turca: un 7% (sobre 300.000 personas) admite ser “muy religioso”, expresión políticamente correcta que apunta lo evidente. Un significativo detalle: el 60% de los emigrantes rehúsan casarse con mujeres alemanas, de hecho los matrimonios mixtos son escasos, mientras asociaciones juveniles encuadran a la juventud adoctrinándola en campamentos al modo de los regímenes totalitarios. De entre las asociaciones más importantes (junto a la Unión Turco-Islámica, DITIB, con patrocinio oficial y 150.000 afiliados o la kemalista Unión de Centros de Cultura Turcos, VIKZ, conservadora y laicista, con solo 20.000 miembros), destaca la fundamentalista Comunidad Islámica Mili Görus (IGMG), que pese a tener solo 30.000 miembros en activo controla 500 mezquitas repartidas en suelo alemán. Según fuentes policiales, sobre 30.000 emigrantes turcos tendrían vinculaciones con entornos islamistas radicales. ¿A qué tipo de gente le estamos abriendo las puertas de Europa?.
 

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