Afortunadamente ha sido retirado
de la circulación el número de esa desvergüenza en la que se
ha convertido “ El Jueves”.
La retirada ha sido de ese último número en el que “ los
ilustres periodistas” de esa revistilla o como se quiera
llamar, se han saltado todas las normas del buen gusto y han
asaltado, sin pudor y sin vergüenza la Casa Real Española,
en la figura del Príncipe Felipe y su esposa.
Cada día estamos más convencidos de que ciertos sectores de
la prensa están entrando en una espiral de todo lo que
atenta a la moral de nuestras gentes. Y es que una cosa es
la libertad de expresión, y otra muy distinta el libertinaje
grosero que no se frena ni ante las más altas instituciones
de nuestro pueblo.
A uno le puede caer bien, mal, regular o indiferente la Casa
Real. A uno le puede parecer bien, mal, regular o
indiferente el Príncipe o su esposa. Pero a todos nos debe
llenar de respeto aquello que está recogido y amparado en la
Constitución, como la más alta de las instituciones de
España.
Y ya es lamentable que haya habido casos en los que por
tildar a un alcalde o a un concejal, de ineptos, algún
periodista, de los de verdad, se haya visto envuelto en un
complicado proceso, y sin embargo ahora, esa publicación, de
mitad de la semana, con una portada grosera y asquerosa, se
vaya de rositas y lo único que pierda sean esos ejemplares
que se han retirado de los distribuidores de prensa.
Aquí, en la prensa española, o mejor dicho en la información
española, se ha perdido el tino en programas que despellejan
a ciertas personas del mundo de la farándula o de la
política, simplemente porque sus relaciones familiares sean
irregulares. Con todo, eso puede pasar, pero la portada en
la que aparecen los futuros Reyes de España no tiene
sentido, ni fundamento y sería de desear que alguien dentro
de la justicia, con la ley en la mano, tirara de leyes y
pusiera a buen recaudo a quienes han publicado eso.
Desde el momento en el que el Príncipe dio a conocer la que
sería su esposa, por cierto, una gran periodista, ha habido
una serie de desalmados que van a la “caza de brujas”
tratando de menospreciar o ridiculizar tanto al Príncipe
Felipe como a Letizia Ortiz.
Que se sepa, públicamente, no han dado ningún escándalo para
salir en páginas que no fueran de simple y mera información,
propia de su rango. Por consiguiente, no hay nada que
objetar para que los “corre caminos” que en vez de hacer un
reportaje digno, un artículo serio o una información
coherente, se salgan de sus casillas e introduzcan en esta
profesión, que debiera ser seria, toda la morralla que no se
atreverían a decir de otros sectores como la delincuencia,
la droga o las mafias existentes.
Esos tema para estos “periodistas” serían tabú por lo que
les pudiera reportar más tarde. Sin embargo, una mofa
mordaz, grosera y asquerosa habrá servido desde la propia
redacción hasta otras secciones de la publicación, para
frotarse las manos, pensando en los dividendos que eso iba a
reportar a este número.
Intencionadamente, aunque desde el sábado tengo escrita esta
columna, he dejado pasar el tiempo para su publicación,
procurando no hacer publicidad del “libelo” si es que
alguien había dejado alguno en cualquiera de los
distribuidores de prensa.
Y es que la cosa está muy clara, aprovechar la libertad para
masacrar a las personas, y , en este caso, junto a las
personas a la primera de las instituciones del país, me
parece cosa de cobardes o mezquinos. Puede ocurrir que a uno
le agrade la monarquía, bien. Puede uno ser republicano,
mejor para él, pero monárquico o republicano, si uno no
tiene vergüenza, ni dignidad, es que se ha quedado
convertido en necio, asqueroso o disparatado y para él vale
todo, incluso su propia mierda.
Insistimos en que la cordura de muchos sectores de la prensa
debe poner de manifiesto su rechazo a esa indignidad.
Igualmente, lo repito, nos agradaría ver que algún sector de
la justicia pudiera echar manos a la obra y dejara esa
publicación, o mejor a sus responsables, durante un tiempo
en la oscuridad.
Termino defendiendo la libertad de expresión, pero
despreciando a quienes hacen de esa libertad la bandera de
su desvergüenza.
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