Decir que la clase política goza
de escaso o nulo prestigio, entre los ciudadanos, no debe
ser tachado de infundio. Sobre todo cuando hasta un político
tan relevante como Gabriel Cisneros no ha dudado en
declarar que “la clase política se ha envilecido y
achatarrado”.
El diputado del PP reconoce que los políticos actuales dejan
mucho que desear y asegura que no se pueden comparar con
aquellos que, durante la Transición, fueron a las Cortes
porque entendieron que era un momento histórico en el que se
hacía necesario arrimar el hombro.
Palabras duras contra los de su clase de este aragonés que
lleva muchos años ocupando cargos en la función pública.
Tanto cuando militaba en la UCD como desde que lo hace en el
PP.
Lo que no soporta el hombre que pudo ser secuestrado por
ETA, allá cuando los 70 estaban dando las boqueadas, es que
estas personas hayan profesionalizado su condición política.
Y, por tanto, que traten por todos los medios de permanecer
en ella con el único fin de no tener que volver más a sus
empresas, si las tienen, o bien a sus empleos o a los
despachos de abogados de los que formaron parte en su día.
Habla Gabriel Cisneros de un círculo vicioso de personas
vinculadas a los partidos que suelen rotar entre la alcaldía
de su pueblo, el Parlamento Autonómico, las
responsabilidades orgánicas del partido, el Parlamento
Nacional..., para volver a ser nuevamente concejal.
Una situación que tenemos más que vista en esta tierra. Y a
la que podríamos poner nombres y apellidos de políticos que
un buen día dejaron sus empleos y se resisten a volver a
ellos. Incluso los hay que acaban siendo laureados en plaza
pública. Porque antes de hacer lo que deben, es decir,
regresar a sus labores particulares, luchan denodadamente
para que se les asigne a dedo un empleo de poco trabajo y
gran remuneración: lo que se llama una canonjía.
No me extraña, pues, el poder omnímodo que ese círculo
vicioso, al que alude GC, otorga a los componentes de la
ejecutiva de los partidos, y sobre todo a su manda
principal.
Dentro de nada, o sea, cuando las nieblas de agosto
principien a indicarnos que el verano está ya tocando a su
fin, nos enteraremos de las luchas intestinas que se estén
produciendo en el PP por parte de quienes desean ser
candidatos al Congreso y Senado.
No serán muchos, pero los aspirantes harán todo lo posible
por que se les incluya en esas listas. Pues saben
sobradamente que es el único obstáculo que han de salvar
para convertirse en parlamentarios nacionales. Dado que en
esta tierra la gente vota a los candidatos populares, sea
cuales fueren sus nombres.
Lo difícil es convencer a Pedro Gordillo de la
necesidad que tiene de darle un descanso a Francisco
Antonio González. Aunque mucho me temo que al presidente
del partido, aunque se lo haya planteado más de una vez, le
pueda temblar el pulso a la hora de tomar una decisión de
tal calibre.
Lo digo porque el diputado es de los que siempre hablan de
Aznar cual si fuera su mentor. Y en el PP, que los
hay más listo que los ratones colorados, entenderán
perfectamente este comentario.
En cambio, veo cómo Nicolás Fernández Cucurull está
realmente en peligro. Y hago esta apreciación porque me da
en las pituitarias que hace tiempo que en el partido han
pensado en sustituirle.
No obstante, a NFC no le afectará ni mucho ni poco esa
decisión: pues tiene asegurado su puesto de funcionario. Y
hasta puede que, para evitarle el disgusto, le tengan
preparado un empleo de mucho provecho y poco trabajo. Es el
círculo vicioso denunciado por Gabriel Cisneros.
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