Ahora también queda archivada en
formato digital. Antes la palabra escrita, impresa en un
periódico, quedaba guardada en esa especie de baúl de los
recuerdos de Karina, con polvo incluido, de nombre
hemeroteca.
Si alguien al acudir a ella es capaz de “pillarme in
fraganti”, de “cogerme en renuncio”, habiendo utilizado el
“barco de papel” para airear interesadamente los asuntos
familiares, que cite día, mes, año, y página. O que guarde
silencio para siempre.
Sin embargo, desde que tengo esta oportunidad de expresión
en “El Pueblo”, me siento moralmente obligado a hablar de mi
familia a la que conduje a la ruina con mi estilo sincero de
periodismo de entrega y servicio a la comunidad ceutí.
Ya no espero de nadie que ni me comprenda ni me entienda. Mi
actual “personalismo” es mi única forma de contar
públicamente el manifiesto daño que me hicieron y, de paso,
a los míos.
Que así conste en mis artículos personales (por no tener no
cuento ni con negros que me ayuden en su redacción o me los
escriban) con los que me desahogo buscando un perdón
familiar que tal vez no merezca.
El sentimiento de culpa me hunde interiormente junto a mi
“barco” y me hace maldecir tanta hipocresía como anda suelta
por esta comunidad de bolsillo descosido.
BUENA GENTE
A sus 56 años de edad fallecía mi hermana Mari Luz. Poca
gente más buena. El abuso del tabaco no fue la única causa
de su desaparición.
Pero si Mari Luz era buena, mi hermano Joaquín, Kino,
rivaliza con los pedazos de pan. Nadie que le haya conocido
podrá decir de él que le hiciera daño. Mi hermano es
especialmente bueno. Hay que echarle de comer aparte porque
los demás nos comeríamos su parte de ración, y Kino no se
quejaría. Como mucho, una sonrisa.
A la temprana edad de cuatro años mi hermano sufrió unas
fuertes temperaturas que le afectaron su sistema auditivo.
Mis padres observando que el niño quedaba desplazado del
ambiente familiar, optaron por llevarlo a un médico que le
diagnóstico una pérdida total del sentido del oído como
consecuencia de las altas fiebres.
Lo que es más, su recomendación fue la de que internaran a
Kino en un centro especializado al objeto de que se adaptara
al mundo de los sordomudos, aprendiendo el lenguaje de los
signos.
Dicho y hecho. Mis padres ingresaron a su primogénito en un
colegio malagueño, “La Purísima Concepción”, regido por
monjas teresianas, donde permaneció once largos años.
A la salida del mismo, mis padres visitaron a otro
especialista y ya con la medicina más avanzada, aunque
todavía en pañales en relación a los avances técnicos de hoy
en día, se llegó a la conclusión de que aquellas malditas
fiebres padecidas con cuatro años no habían producido una
lesión total sino tan sólo parcial. Es decir, mi hermano
tenía un oído bien y el otro conservaba sólo la mitad de la
capacidad auditiva.
Estas buenas noticias dejaron a mis padres fríos. Con el
internado de once años Kino había atrofiado casi del todo la
posibilidad de recuperar la parte y media que tenía bien.
Había producido una reversión tan profunda, que pocas
esperanzas quedaban para su desenvoltura más o menos normal
en su capacidad auditiva.
Desde los cuatro años se había educado como un sordomudo
total, y ya era muy difícil lograr mejorías. Máxime con las
técnicas todavía atrasadas de aquellos momentos. Diré que
Kino tiene en la actualidad 65 años.
Con todo, mis padres mandaron a Madrid a mi hermano para ver
si se podía hacer algo.
En la capital del Reino permaneció algún tiempo, creo
recordar que un año, pero su avance en el sentido de
readaptación, de recuperación de la parte auditiva
atrofiada, fue más bien escasa o nula.
Ni que decir tiene que, como es lógico, mi hermano Kino se
convirtió para mis padres en el centro de máxima atención y,
llevados por tanto amor hacía el hijo afectado se
equivocaron, lo digo en un tono cariñoso que no crítico, en
una protección demasiado excesiva que le condicionaría
perjudicialmente el resto de sus días de vida.
Los padres de antes eran protectores en extremo. Si encima,
tenías alguna debilidad, algún defecto físico, entonces es
que no dejaban ni a sol ni a sombra al hijo perjudicado por
la naturaleza.
Mi familia, la Ferrer Peña, estaba compuesta por ocho
miembros: 6 hembras y 2 varones.
No me equivoco si afirmo que la totalidad, al menos la gran
mayoría de nosotros, teníamos una enorme dependencia
psicológica con el cabeza de familia que actuaba como
verdadero motor del clan y solucionaba todos y cada uno de
nuestros problemas que de forma cotidiana pudieran surgir.
Pero pese a esa protección excesiva para con todos sus
hijos, mi padre era consciente de que quien necesitaba de
toda su atención y ayuda era el Kino.
PUBLICIDAD KINO
Con un acertado sentido previsor le montó a mi hermano una
agencia de publicidad a la que denominó comercialmente con
su apodo: Kino.
Para mi padre tal negocio era el seguro de vida, el futuro,
de mi hermano. Al frente de la misma estaba el caballeroso
Antonio Orihuela Reina, que en paz descanse. Extraordinario
hombre. Otro padre para mi hermano.
TONTO PERO NO IMBECIL
Cuando ocurrieron los desafortunados acontecimientos del
“regalo de Navidad”, mi padre no perdió de vista dos asuntos
a saber:
PRIMERO.- Por lo siguiente mi padre me pediría perdón el
resto de sus días, muriendo con la pena de no haber reparado
en el desarrollo de lo acontecido, sin pensar que con tanta
presión como la que sufrió por mi causa, demasiado era que,
a su avanzada edad, pudiera seguir vivo sin que su delicado
corazón se le hubiese declarado en huelga indefinida, como
así ocurrió años más tardes.
Mi padre me ofreció en sacrificio, como Abraham a su hijo
Isaac pero pidió que, por lo menos, el cuchillo para
cortarme la pluma de escribir en dos, y la leña para
encender el holocausto la pagara por lo menos, y si no era
mucho abusar, el nuevo propietario.
Si mi padre en el año 82 iba a recibir en mano tan sólo, se
dice pronto, un millón de pesetas, por la venta del “barco
de papel”, que menos, que más, que el nuevo inquilino de la
calle Solís, corriera con mi indemnización al ser despedido
como capitán del “barco de papel”.
Mi padre recibió 1 millón de pesetas y el comprador, a su
vez, asumía el resto del préstamo, 25 millones de pesetas,
sobre la nueva maquinaria comprada.
Es decir, la propia inercia del negocio pagaría lo que
restaba.
RICA LECHE FRESCA
No existían impagos y sabido es que la publicidad y la
tirada batía records de venta; superadas las embestidas a
las que me sometieron determinados comerciantes ceutíes de
pro y de proa enfilada en su infinito amor a esta tierra a
la que tanto quieren mientras les proporcione leche fresca
de la cual chupar porque es muy saludable para el ácido
úrico.
Si lo sabré yo que ahora por prescripción médica me tengo
que agarrar, de forma un tanto viciosa, a las ubres sean o
no de vacas cuatro, como los parásitos se aferran
desesperadamente a mi cuerpo.
40 AÑOS TIRADOS POR LA BORDA… MENOS KINO
SEGUNDO.- Mi padre, mi querido padre Joaquín, perdió la
cabeza, se la hicieron perder más bien, ¡ qué leche!, en
relación al precio en el que iba a vender “el barco”, y sus
repercusiones familiares al perder un negocio tan
emblemático, de tanto calibre, habiendo sido su propietario
durante 40 años.
No obstante todo lo anterior, y otras muchas
consideraciones, mi padre pese a lo confuso por confundido
que estuvo en tan desastrosa operación (ni el prestigioso
cardiólogo doctor Barnad la superaría) no olvidó, como no
podía ser de otra manera, a su otro hijo Kino, relacionado,
vinculado, con el “buque nodriza”.
Ni que decir tiene que la Agencia Kino la había montado mi
padre como una agencia de publicidad en general, pero que su
finalidad básica era la contratación y canalización de la
publicidad del “barco de papel”.
UN RESPETO DE NARICES
En el contrato notarial de compra venta que realiza mi padre
con la otra parte actora se recoge textualmente en una de
sus cláusulas:
SEPTIMO.- El Sr. Montero Palacios se compromete a respetar
las condiciones que se le tienen asignadas a Publicidad Kino
en lo que respecta a comisiones por publicidad, que seguirán
siendo de un ocho por ciento.
Queda claro, por demostrado, que mi padre, mi querido padre
Joaquín, tuvo su momento de “luz” y no permitió que mi
hermano quedara en una situación de desamparo porque,
sencillamente, Kino no estaba capacitado socialmente, para
su desgracia, para desenvolverse por si sólo.
Hay sordomudos, espero que mi padre este domingo no me lea,
que se desenvuelven mejor que cualquiera de nosotros; con
toda naturalidad. No era el caso de mi hermano.
Mientras mi padre vivió el contrato fue respetado en un
alarde de escrúpulos. Curiosamente es a partir del 87, a su
muerte, cuando al empresario escrupuloso empieza a tejer la
madeja.
De la noche a la mañana mi hermano se encontró privado de
sus legítimos ingresos y sin pan para comer él y sus dos
hijos, María del Mar y Joaquín. Así como su guapa mujer,
Juani Sintez Baez, que terminó perdiendo la cabeza años más
tardes y muriendo a la pronta edad de 60 años.
Kino se vio cruelmente, salvajemente, expoliado de su
negocio, de su único modus vivendi. Un disminuido físico
víctima del apetito insaciable de alguien que va por la vida
de inocente cuando, la verdad y la mentira sean dicha, es
cándido y medio. Un ingenuo, vamos. Con dientes de “leche”;
todavía, y siempre. Amén.
UNA EXCLUSIVA DE CUENTO
Es a primeros de los años 90 cuando mi hermano se ve en la
necesidad de llevar a los tribunales el manifiesto
incumplimiento. Presenta la correspondiente demanda siendo
su letrada Luz Elena que, pese a llevar el caso con la
profesionalidad y el prestigio que la avala,
sorprendentemente, perdió algo tan aparentemente obvio como
que de forma unilateral el empresario escrupuloso se hubiera
descolgado del compromiso pactado en la operación “regalo de
Navidad”.
La parte demanda alegó en su favor que no era posible
mantener el vínculo de la cláusula descrita en tanto en
cuanto mi hermano hacía publicidad también con otro medio de
comunicación, en concreto, “El Periódico de Ceuta”.
Quien haya leído, quien lea y sepa hacerlo de corrido, habrá
observado que mi hermano no tenía, en absoluto, ningún tipo
de exclusividad con nadie.
Es más, entre algunas de las “razones” que esgrimió en su
defensa la parte demanda aparece este singular y “peligroso”
“perro con pulgas” que habría venido desde la Costa del Sol,
para escribir en “El Periódico” y criticar al empresario
escrupuloso. Pobrecito.
¡Menuda tontería, por pobre, como argumento jurídico,
melillero!
Tengo que añadir, aunque ganaras el juicio, que en
definitiva, es lo que persigue un abogado defensor. Sin
reparar en nada más, ¿verdad?. Ganar dinero y punto. Jamás
puse mi pluma al servicio de ningún interés que pudiera
contribuir a dañar a nadie injustamente. Los escrúpulos y la
moral para los misioneros de mi tierra africana.
GATO ESCARDADO
Mi hermano Kino no sólo perdió el juicio sino que, encima,
tuvo que gastarse varios millones de pesetas, lo que es la
vida, para pagar tanto a su abogada como al letrado de la
parte demandada.
La abogada Luz Elena indicó a mi hermano la conveniencia de
recurrir la sentencia pero en una familia tan grande como la
mía, cada uno con sus problemas, cada uno por su lado, una
vez más, no supimos unir criterios ante los abusos y
atropellos de terceros.
AUSENCIAS INSUSTITUIBLES
Y es que desde que murió mi padre, faltó el “motor” que nos
unía y nos daba vida a todos con una máxima de seriedad.
No contento con el “regalo de Navidad”, el empresario
escrupuloso se deshizo del eslabón de la Publicidad Kino.
DAÑOS COLATERALES
Lo he escrito y lo repito. Si volviera a nacer solicitaría,
sin que nadie me lo pidiese, la misma carta de navegación,
el mismo rumbo periodístico.
De ahí que la desgracia de mi hermano no sea su dolor, sino
el espejo que refleja el sabor amargo de mi derrota.
Con lo que yo entendía, y sigo entendiendo, como el recto
proceder de mi “barco de papel”, realizando un periodismo
independiente, crítico, y plural, lo único que conseguí en
Ceuta es arruinar, de paso, a mi familia. Era mi particular
y romántica aventura periodística pero yo la hice, la
convertí, en común sin reparar en las consecuencias.
Olvidé que la democracia peninsular no iba a estar dispuesta
a pagar la travesía más corta pero la más cara del mundo,
sencillamente para venir a saludar a la Mujer Muerta y al
hombre Neardental que aguardaba con impaciencia ser
descubierto en la bonita Benzú Smir; con lo atractivo que a
mi me parecían tales reclamos.
No caí en “vender” tantas otras cosas ”únicas” como tenemos:
los monos de San Amaro, el tigre del Príncipe, los “reyes
leones”, los dragones que echaban fuego por su bocas dado
que querían volver a su casa de la calle Camoens y andaban
tirados por ahí pagando el alquiler carísimo de las cuevas
del Hacho acogidas al plan de viviendas de protección
oficial contra el riego de explosión, el “Tarzán-2”
durmiente, los pajaritos y tiburones de Calamocarro, la cola
de cocodrilo de Correos, la cola de los parados desgraciados
sin enchufe de Casa Molina con olor a churritos; contamos,
asimismo, con perros “vegetarianos”.
También que somos y fuimos: capital de palomas y gaviotas,
capital de periodistas con tantos medios, capital monumental
de monumentos, capital de pintores blanqueadores, capitales
sobre los que ya no se puede hablar porque se evadieron,
capital a un paso de legua de la isla del Perejil con sus
picaros piratas…
En fin, que se podría decir que lo ocurrido a mi familia
fueron los “daños colaterales” de mi “guerra” a la que acudí
blandiendo mi pluma de escribir, sin más parapetos ni
escudos con los que protegerme de tanto ceutí de pro y de
proa enfilada por afilada.
Se podrían decir muchas cosas. Puede que una de ellas tenga
su fiel expresión en aquella frase de… “si Franco levantara
la cabeza”.
Ni personal ni profesionalmente, deseo que “levante” nada
tal personaje; aunque visto lo visto. Ahora bien, si mi
padre, mi querido padre Joaquín, pudiera hacer también como
su líder político, a buen seguro que el empresario
escrupuloso tendría la urgente “necesidad” de preguntar por
el cuarto de baño más cercano.
¡Kino!: comprendo que nunca me llegues a dar tu perdón
verdadero. Cuídate, hermano.
Y que sepas que te quiero. Buen domingo para toda la gente
de bien, que la hay y mucha, en Ceuta.
Asimismo, buen domingo para esa juventud ceutí que no
teniendo trabajo en su tierra, se ve obligada a marchar
fuera de ella. Aunque, afortunadamente, no crucen el mar
Estrecho en pateras.
|