Un poco cansado pero con sentido del humor. El hilo de voz
de Juan Bravo (23 Febrero de 1920) hace pensar que ha
gastado tanta energía en sus 87 años de vida que ahora le
toca vivir con tranquilidad. Recuerda a García Márquez con
su sombrero y su bastón se maneja con agilidad por el Museo
del Revellín. Conoce la segunda planta al centímetro.
Normal, prácticamente la montado él. Pero cada pieza
conmemora alguna aventura bajo el mar o en su antiguo
taller. Ha dibujado planos de galeones franceses, ha dado
explicación a más de una pieza de artillería que ningún
experto supo dar.
¿Cómo empezaste en esto del submarinismo?
Yo nací en la Marina. Siempre estuve ligado a este tipo de
cosas. Y un día, cuando estaba en la playa del Sarchal, un
médico muy conocido en Ceuta tenía un aparato para ver bajo
agua. Me lo dejó y vi el fondo del mar. Costaba 175 pesetas
y no me lo podía comprar. Así que me hice yo mismo una
careta.
¿Trabajaste con todo tipo de materiales en tu taller desde
muy joven?
Soy ebanista. He trabajado con piezas de marfil, he hecho
todo tipo de trabajos. Hace unos años terminé una ‘jamuga’
que es un sillón estilo renacentista.
¿Cuál fue el primer hallazgo que hiciste en Ceuta?
En un Campeonato de Submarinismo recuerdo que encontré unos
trozos de ánfora. Se los enseñé a un amigo que me dijo que
era algo muy interesante y me ayudó mucho. Después, las tres
piezas de plomo de las anclas romanas y me di cuenta de que
los arqueólogos estaban equivocados.
Explícame tu teoría sobre la fabricación de las anclas
Se trata de un ancla romana. Había que fundirle el plomo
haciendo unos taladros a la madera y ésto era lo que
sujetaba al ancla. Esto lo llevé en 1970 a un Congreso
Internacional de la Confederación Mundial de Actividades
Subacuáticas. Fui con cinco científicos y yo era otro.
[Risas] En la Academia de Ciencias de la Habana, en un gran
salón iba nombrando uno a uno a todos los expertos, como
‘Catedrático de la Sorbona de París’ o experto en cualquier
materia. Cuando llegó mi turno y dijeron: Juan Bravo,
ebanista. Todos se volvieron y me miraron.
¿Te fue muy complicado trabajar como restaurador?
Lo más importante si una persona quiere hacer algo es saber
trabajar. Desde pequeño tuve la suerte que desde el Ateneo
del Sindicato pude leer siempre el libro que yo quisiera
porque tenía una biblioteca fantástica.
Dice el poeta que Ceuta es marinera pero también ¿es
histórica?
Claro. Aqui llegaron los fenicios. Eran muy buenos
comerciantes. Decían que se caía el mar tras el Estrecho.
También vinieron los griegos pero en tierra no hemos
encontrado nada, en mar sí. Vinieron los cartaginenses y los
romanos. Nos dejaron los cristales y se llevaron la plata.
¿Crees que existe cierta verdad en la mitología?
La prueba está en que encontraron Troya. Y otro estudioso
siguió los pasos de Ulises.
¿De qué personaje te gustaría seguir los pasos?
No lo sé. Me ha gustado mucho investigar siempre y estar
rodeados de libros.
¿Qué queda por explorar en Ceuta?
El galeón de Santa Catalina. Preparé un estudio para sacar
las piezas succionando la arena. Cuando envié el proyecto a
Madrid ya habíamos entrado en plena guerra y quedó en el
olvido.
¿Te ha costado trabajo que tomaran en serio tus
descubrimientos frente a la opinión contraria de muchos
historiadores?
Un arqueólogo francés muy famoso dijo que los cepos solo se
podían encontrar donde hubieran almadrabas. Un barco puede
naufragar en cualquier punto. Y esa fue la opinión de un
hombre que sabía tanto.
|