Señores, lamento tener que decirlo
pero, con la aprobación de la ley de implantación de la
Agencia Tributaria de Catalunya, fruto adelantado del famoso
Estatut catalán, hemos comenzado el proceso (que a algunos
desearían que fuese irreversible), de liquidación del Estado
español. El sistema de implantar, por la vía de los hechos
consumados, lo que esta recurrido ante el TC es la forma más
insidiosa y efectiva de conseguir la desintegración y
destrucción de España. Es evidente que los partidos
catalanes, especialmente los separatistas, no podían dejar
pasar la ocasión de pegar un estoconazo bajo al resto de
españoles y, por ello, no han dudado en ponerse de acuerdo
para adelantar una de las concesiones más discutidas y
recurridas de lo que es equivalente a la declaración de
independencia de Catalunya de España, el Estatut. Nadie
hubiera podido imaginar, ni ninguna mente medianamente
sensata hubiera podido concebir que, cuando Zapatero
accedió al poder –un ser anodino como él, que tuvo que
reptar por los pasillos de su partido para lograr salir de
León para ocupar un puesto que no merecía en el PSOE –,
consiguiera, en sólo tres años, darle la vuelta a España,
hasta llegar al punto de poner en peligro su unidad y
degradar las instituciones a los niveles más bajos de su
historia.
De un Estatut, apenas aprobado por un 36% de la ciudadanía
catalana, se ha derivado, señores, a causa de los desvarios,
la incompetencia y el rencor del señor Zapatero, la división
entre los españoles. Ahora nos vernos abocados a una
situación que nadie, en su sano juicio, se hubiera podido
imaginar que llegara a producirse. Contemplamos, asombrados
como, a diario, se conculcan las normas y se pervienten las
más sólidad instituciones de la nación, sin que nadie
parezca tomar conciencia de ello. Estamos ante la
demostración más palpàble de la inconsciencia y la abulia en
la que puede quedar convertida una ciudadanía aletargada por
la vida muelle y el desprecio por el futuro. Observamos,
incrédulos, como una España unida y solidaria se va
desgajando en pedazos en virtud de una absurda política de
cesión del Estado ante las exigencias independentistas;
prueba de ello la tenenmos en la aprobación de una Agencia
Tributaria única para Cataluña. Uno de los hachazos más
importantes a las competencias fiscales del Estado, porque
ello significa que, en menos de dos años, el control y la
gestión de todos los tributos, estatales y autonómicos,
puede pasar, con la inspección incluida, a manos del Gobern
de Catalunya. El Gobierno central deberá mendigar y
negociar, como sucede en el País Vasco, la cuota de
participación en los gastos nacionales, de lo recaudado en
Catalunya. Mientras tanto, y si el TC no lo remedia a
tiempo, los secesionistas del Tripartit continuarán
exigiendo que se invierta en infraestructuras en Catalunya,
que se avance en el proyecto del AVE y que se subvencionen
los déficits públicos que, en el tiempo que llevan
gobernando, han ido acumulando ¡y todo ello a costa de las
arcas del Estado y de los bolsillos de todos los españoles!
Lo que comenzó con un ataque frontal al castellano, la
lengua oficial de la nación; aquello que, de una manera
eufórica, les dio por denominar “inmersión lingüística”, ha
ido degenerando a través del tiempo y de la labor continuada
de erosión llevada a cabo por los nacionalistas catalanes,
hasta convertirse en una persecución despiadada contra el
idioma de Cervantes. Hoy en día, en Catalunya, se persigue a
mansalva y se acosa a los chavales que en los patios de los
colegios y aún fuera de ellos, se comunican con sus
compañeros en castellano. Si algún ciudadano pretende que
sus hijos reciban enseñanza en castellano (como por otra
parte exige la ley para los primeros años de escolarización)
se le ponen todas las trabas imaginables, llegando hasta el
extremo de que se le amenace, en caso de insistir, con que
su hijo sea desterrado de la clase para que reciba la
enseñanza solo en otro lugar. Para ellos ya ha llegado el
momento de entrar a saco en las finanzas de las sociedades y
de los ciudadanos catalanes; con el “saludable” propósito de
freirnos a impuestos y redondear así los presupuestos de la
Generalitad. Luego ya veremos donde va a parar lo recaudado,
seguramente a financiar el cine en catalán; a promocionar y
financiar comisiones de expertos para desarrollar la
“memoria histórica” para inventarse una nueva historia de la
Guerra Civil; financiar a los amiguetes progres etc. Esto
sólo será la primera fase de lo que andan buscando desde
que, el incompetente señor Zapatero, dejó que se le subieran
a las narices: la independencia de Catalunya.
Claro que no están solos en sus reclamaciones. En el norte
tenemos la misma historia, esta vez representada por la ETA,
el PNV y el resto de sus compañeros de Nafarroa Bay que,
valiéndose de otras estrategias, persiguen el mismo fin. Y
no parará aquí el atentado contra la unidad de España
porque, acechando atentamente y esperando su oportunidad,
están Galicia y las propias Baleares, de las que soy hijo, y
a las que ahora me cuesta reconocer, tras largos años de
residencia en Barcelona, cuando veo a aquellas maravillosas
islas –antes cosmopolitas, abiertas a todas las gentes;
donde se hablaba, indistintamente, castellano y mallorquín,
amén de varios idiomas extranjeros; tan celosas de su
intimidad e insularidad, que se miraba con recelo a los
catalanes, conocedores de sus afanes anexionistas –
invadidas por el catalanismo, el arribismo y el afán de
poder de partidos minúsculos que se quieren repartir el
pastel hasta que hayan conseguido acabar con él. Y lo malo
es que lo van a conseguir.
Y, a todo esto, señores, observamos, con asombro, como
aquellos que juraron fidelidad a la patria bajo la bandera
rojigualda; los que recibieron del pueblo el mandato de
cuidar, preservar y conservar las esencias de laEspaña
histórica; en lugar de cumplir con su deber, se han
sumergido en los abismos de la indiferencia, el
acomodamiento y el egoísmo; que, si bien les garantiza su
permanencia en sus inmerecidos destinos, les ha privado del
honor de servir fielmente a su patria. La completa pasividad
de parte de la ciudadanía y de aquellos que ocupan puestos
de relevancia en las instituciones de la nación, nos llevan
directos hacia la desmembración de España. Mal vamos si
quienes tienen el encargo de la ciudadanía de velar por la
nación, permanecen inanes, como convidados de piedra,
dejando que el país se degrade y caiga en manos de aquellos
que pretenden destruirlo. Me temo que esta vieja nación, a
la que tanto amamos, esté en trance de convertirse, como una
nueva Atlántida, (aquel opulento país, glosado por Platón),
en un país insolidario, desunido y gobernado por aquellos
cuyas doctrinas totalitarias tan terribles huellas y
recuerdos dejaron en la vieja Europa del Este.
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