Ni Antonio Sampietro pudo
llegar a tanto ni Ceuta a tan poco. El que “tonipiscinas”
rece como ex presidente de esta tierra es un baldón para
ella. Un oprobio del que casi nadie quiere hablar. De ahí
que muchos técnicos, periodistas, empresarios, vividores,
políticos, etc, cuando surge la conversación al respecto, se
pongan nerviosos y traten por todos los medios de decir muy
poco, y en voz casi inaudible, de la afrenta.
Porque no hay peor drama que verse reflejado en un espejo
que causó un daño enorme a la ciudad. Si bien conviene
destacar la suerte que tuvo Ceuta cuando al delegado del
Gobierno, Luis Vicente Moro, le dio por acabar con
los componentes de la trama de un GIL que venían a montar un
patio de Monipodio calcado al de Marbella. Cambiando lo que
se debe cambiar.
El GIL forma parte de la historia negra de este pueblo.
Porque así lo quisieron muchos ciudadanos que se perdieron
el respeto al votarlo. Por más que en defensa de ellos cabe
decir que se vieron incitados por la verborrea de media
docena de agitadores, deseosos de conseguir fama y dinero a
toda costa, que les contaban las miserias de los entonces
gobernantes populares.
Pues bien, mientras aquí los principales gilistas, aquellos
que recorrían las calles encima de la plataforma de un
vehículo, coreando el nombre de Jesús Gil como el
salvador de una ciudad que estaba a punto de abismarse en el
caos, intentan por todos los medios ocultar su pasado, hete
aquí que Antonio Sampietro no cesa de hablar en sus memorias
de su paso por Ceuta. Flaco favor, pues, le está haciendo
“tonipiscinas” a sus corifeos de entonces y, sobre todo, a
esta tierra.
Pero hay más: el bon vivant catalán, además de seguir dando
aullidos lastimeros por saberse apaleado y engañado por la
mujer que tiene mucho arte en la lengua para hablar idiomas,
Aida Piedra, cuenta mentiras acerca del tratamiento
que recibió por parte de la prensa de esta ciudad.
Y lo hace en una página digital titulada la Marbella del
Gil, Ceuta y Cuba, y en capítulos cuyos nombres mueven a la
risa: “Ceuta, pasión y muerte”, y “Hacia el Calvario”.
Títulos que bien podrían valerles a “tonipiscinas” como
señuelo para representar su tragicomedia caballa por los
pueblos blancos de Andalucía.
Al grano: que Sampietro, que había vivido donde la libertad
de expresión tiene su morada (!), Cuba, confiesa que a su
llegada a Ceuta como candidato a la presidencia se vio
atacado despiadadamente por todos los medios. Por El Faro,
por El Pueblo de Ceuta y por la televisión local. Y a partir
de ahí ensarta mentiras con errores de bulto y confusiones
que podrían costarle alguna que otra querella.
Es verdad que El Pueblo de Ceuta no quiso saber nada del GIL
durante mucho tiempo. Tan cierto como que el otro periódico
sí se apuntó a defender los intereses de “tonipiscinas”,
deprisa y corriendo.
Y lo hizo no sólo por conveniencias de su editor, no; sino
porque periodistas como Higinio Molina y Luis
Aznar, entre otros, habían decidido formar parte de la
aventura gilista. Estaban en su perfecto derecho. Al igual
que Vicente Álvarez hizo méritos sobrados para que el
GIL inmortalizara su pavana en Muelle Cañonero Dato.
Lo que digo puede constatarse en la hemeroteca. Para no
tener que relatar de qué manera fueron premiados, por su
inestimable ayuda a la causa del GIL, los periodistas ya
reseñados.
En cuanto a la televisión local, “tonipiscinas” reconoce que
llegó a un acuerdo con Manolo González Bolorino: a
quien le adjudica el mérito de haber sobrevivido a todos los
gobiernos. Aunque le ha faltado decir que éste tiene incluso
poder para derribarlos también. Y hubiera sido ya el colmo
de los colmos.
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