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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

De mal en peor
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El Partido Popular de Ceuta ha superado en los últimos años dos crisis que a punto estuvieron de impedirle gozar del momento estelar que no deja de vivir. La primera, sin duda, fue cuando lo del GIL: un problema creado desde el seno del partido y que hizo posible la llegada de aquellos aventureros marbellíes, que bien pudieron hacer de Ceuta el mayo patio de Monipodio de la España actual.

Da miedo pensar los desmanes que podrían haber perpetrado los enviados de Jesús Gil en esta tierra si no se hubiera procedido a desalojarlos. Desalojo del que se ufanaba días atrás Luis Vicente Moro. Y si es así, o sea, como él lo recordaba en momentos tan difíciles, seguro que es lo único que habría que agradecerle de su paso por la Delegación del Gobierno.

La segunda situación delicada de los populares ceutíes, comenzó con las elecciones a la presidencia del partido. La lucha encarnizada entre Pedro Gordillo y Emilio Carreira estuvo en un tris de llevarse por delante todo el crédito que la figura de Juan Vivas había ido ganando para la causa. No me cabe la menor duda, pues, que de no haber estado éste dirigiendo los destinos de la Ciudad, el PP se habría roto por los cuatro costados.

Pero los populares tuvieron la suerte de contar con alguien que tiene un enorme gancho entre sus paisanos. Un presidente que, incluso con el mínimo esfuerzo, es capaz de mantener siempre el tirón que ejerce en la calle. En realidad, aquí podríamos recurrir al refrán de que una buena capa todo lo tapa.

Todo lo contrario ha venido ocurriendo en el Partido Socialista de Ceuta. Un partido que ha estado dando barquinazos desde los tiempos de Maricastaña. Su crisis, la de los socialistas residentes en la calle de Daoíz -con acento en la i-, no ha sido nunca atajada. Tal vez porque los socialistas jamás poseyeron un líder alrededor del cual construir un partido fuerte y cohesionado en todos los sentidos. Y, por supuesto, que ese hecho se hubiera reflejado en las urnas. Es verdad que la mala suerte les ha perseguido desde que Francisco Fraiz, con cierto atractivo electoral, pusiera la primera piedra del derrumbe del socialismo ceutí. Y es que Fraiz, con todos los defectos de la nueva clase media surgida en la España de los mejores tiempos del franquismo, tiraba por tierra cuanto conseguía nada más sentarse en la poltrona del poder.

De aquella década de los 80, cuando los socialistas imponían en España el baile por sevillanas y González y Guerra eran imitados hasta la náusea, es Juan José León Molina uno de los pocos militantes, si no el único, que ostenta cargo en esta ciudad, cuando los suyos gobiernan a escala nacional. Juan José León Molina nunca tuvo en el partido la fuerza reconocida en su momento a Francisco Fraiz o a María del Carmen Cerdeira, por poner un ejemplo. A pesar de que fue senador. Aunque ha sabido resistir todos los embates contra el partido, interiores y exteriores, y nunca le dio por aburrirse. Lo cual creo que ha sido su mejor virtud.

Del actual presidente del Partido Socialista de Ceuta se puede decir que siempre deseó convertirse en delegado del Gobierno de su pueblo. Una aspiración legítima que jamás fue tenida en cuenta por quienes pudieron satisfacer sus enormes deseos. Una frustración permanente de nuestro hombre. Por más que él la haya negado a cada paso. No obstante, lo que no entiendo es que, después de tanto años aposentado en la sede, León Molina se haya dejado ganar la partida por Enrique Moya. Una persona cuyas maneras podrán gustarle a la indecible Carmen Hermosín. Pero que apenas si tiene un mínimo de atractivo para que los socialistas levanten el vuelo. Y todo por salir en la foto.
 

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