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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 18 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Jesús Caldera
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunció su visita a Ceuta, en noviembre de 2005, durante el Debate del estado de las Autonomías, se supo que lo haría acompañado de algunos ministros. Y fue Jesús Caldera Sánchez-Capitán, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, el nombre que más sonó para formar parte de la comitiva presidencial. Y, claro, me hice ciertas ilusiones de hablar con él no por ser ministro sino porque Jesús Caldera fue nacido en Béjar: ese pueblo salmantino, el más sureño de los pueblos del Viejo Reino de León, emplazado en las faldas de una sierra que lleva su nombre.

Así que lo primero que hice fue moverme entre bastidores para conseguir que el ministro se dignara concederme una entrevista y aprovecharla para, de paso, poder charlar con él acerca de los muchos recuerdos que yo conservo de su pueblo. Un pueblo en el cual estuve cuando Caldera tenía tres años.

Era Béjar, entonces, una ciudad donde varias empresas textiles fabricaban un tejido llamado rayón y que se vendía muy bien en el mercado. Los bejaranos disfrutaban de un nivel de vida más que aceptable y de las alegrías que los muchos estudiantes de una escuela de perítos industriales proporcionaban.

Apenas hacía unos meses que los llamados “felices años 60” habían comenzado y el hotel Colón era el centro de todos los acontecimientos de un pueblo en el cual los ricos, pocos y pertenecientes al negocio textil, ganaban mucha pasta y transitaban la calle como emperadores.

Todavía creo ver cómo aquellos señoritos salmantinos salían por la tarde camino de Madrid, en sus coches americanos, y volvían muy de madrugada mamados y hartos de dejarse adular por las señoritas de alterne de un Pasapoga que estaba en pleno apogeo. Incluso, antes de irse a dormir la borrachera de su última imbecilidad, alardeaban en la plaza principal de disparar al aire balas de pistolas autorizadas para caciques.

Si bien los mejores momentos que pasé en el pueblo del ministro Caldera fueron, sin duda, mis idas a Candelario, atravesando el Castañar. Un paraje que me aportaba la tranquilidad suficiente para cumplir con mi cometido como futbolista en aquella Sociedad Deportiva Béjar compuesta por jugadores como Morollón, Alberto, Cela, Ciruelo, Saracibar, Ben Alí, etc.

En ocasiones, en esa excursión casi diaria, me acompañaba el dueño de la pensión en la que yo me alojaba: Julio Valle; un falangista convencido y que sufría lo indecible al ver de qué manera gran parte de la Falange se había apartado del buen camino por culpa de los beneficios que le producía el poder acceder a los cambalaches del estraperlo.

Ya destacaba, en aquel tiempo, en el pueblo de nuestro ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, la figura de un adolescente que pronto iba a convertirse en un futbolista de leyenda: Luciano Sánchez, Vavá. De quien podría contar anécdotas tan distintas como sabrosas. Y, desde luego, ya había nacido en Béjar el hombre que nunca se ha cansado de decir que es de izquierda desde que era joven; de algo menos joven y de maduro. Y ha asegurado que se morirá siéndolo. Y será así, según asegura nuestro ilustre visitante de hoy, Jesús Caldera, “porque el corazón tiene que estar con los valores y los valores están en la izquierda”.

Dado que el ministro no pudo acompañar al presidente del Gobierno en su viaje a Ceuta, y, por tanto, yo me quedé sin poder pegar la hebra con él, ahora he visto la posibilidad de hablarle de su pueblo: Béjar. Y de contarle mis vivencias en la tierra que lo vio nacer. Bienvenido sea usted a Ceuta, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales.
 

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