Llevamos contando, desde la
supercumbre bilateral de Toledo entre los gobiernos de
Madrid y Rabat, que los Menores Extranjeros No Acompañados
residentes en Ceuta y, por tanto, bajo la tutela de la
Ciudad Autónoma, se encuentran en una situación en la que su
regularización no sólo es casi imposible, sino que
Marruecos, principal actor de esta película, no está
dispuesto a facilitar en modo alguno el retorno de sus
menores ubicados ‘estrategicamente’ tanto en Ceuta como en
Melilla. Eso sí, Madrid ha apañado junto a las demás
comunidades autónomas que sean los consulados marroquíes en
nuestro país, los que colaboren estrechamente en la búsqueda
de las familias de los menores huídos a la península
ibérica. Y comienzan a darse resultados positivos para
aquellas comunidades autónomas que han estado perfectamente
representadas por el gobierno de España y las que, ‘motu
propio’ han alcanzado convenios con Rabat -como son los
casos de Andalucía y Cataluña-.
El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, hoy en Ceuta,
debe saber que el cónsul marroquí de Algeciras no tramitará
ni un sólo expediente de repatriación de menores marroquíes
llegados a Ceuta. Mensaje a navegantes que implica el hecho
de un claro ‘efecto llamada’. El menor marroquí, que sabe
perfectamente lo que hace, así como sus familias, encontrará
serias dificultades para permanecer en la península, pero
hallará un oasis en Ceuta y Melilla por la incapacidad del
gobierno español de acertar con un procedimiento adecuado en
defensa de sus dos primeras ciudades fronterizas con
Marruecos y lograr que este vecino país acepte a sus
nacionales escondidos en Ceuta, quienes -en su saber- se
aprovechan del noble espíritu de la ley española y de la
ambígua situación política actualmente existente por la que
Madrid no mira de frente a Marruecos cuando se trata de
Ceuta y Melilla.
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