Dos temporadas lleva la Asociación
Deportiva Ceuta sin codearse con los equipos aspirantes a
jugar la liguilla de ascenso. Y lo que es aún peor: durante
ese tiempo el primer equipo local ha estado dando
barquinazos en un grupo donde hasta entonces se le había
considerado siempre un conjunto temible en todos los
aspectos.
En el transcurso de estas dos campañas se pusieron de
manifiesto los muchos errores cometidos por las personas
encargadas de hacer una plantilla adecuada a los dineros que
se gastan en tal menester. Bien es verdad, y conviene
destacarlo, que en el último ejercicio los directivos le
dieron carta blanca a Carlos Orúe para que éste
decidiera a su antojo las contrataciones. Y el resultado fue
desalentador: el entrenador jerezano se equivocó de
principio a fin. Lo cual unido a la tristeza del técnico,
producida por el aburrimiento de vivir en esta ciudad, según
dijo él, dieron al traste con las aspiraciones de ascenso de
un Felipe Escane que se estrenaba como presidente.
Mas como el club sigue manejando mucho dinero para competir
en el mercado, los directivos acudieron presurosos a la
búsqueda de un secretario técnico con fama bien ganada de
conocer el grupo y, sobre todo, de saber firmar jugadores. Y
contrataron los servicios de José Enrique Díaz.
Y otra vez los aficionados han comenzado a hacer cábalas
sobre el rendimiento de la plantilla -aunque todavía no esté
completada-, en vista de que se han enterado ya de que la
ADC ha empezado la pretemporada a las órdenes del nuevo
entrenador: Diego Quintero.
La pretemporada es una época donde la dureza del trabajo es
celebrada con alegría por técnicos y jugadores: debido a que
tales esfuerzos son vitales para conseguir mejorar las
valencias físicas imprescindibles. Ello es algo que repito
cada año por estas fechas.
Aunque llenar el depósito de resistencia, aeróbica y
anaeróbica, cuesta sacrificios y sudores; muchos sudores y
las consiguientes molestias... La pretemporada es, además,
una fase de la preparación en la cual debe reinar por encima
de todo la esperanza. Y, por tal motivo, cualquiera que la
haya vivido sabe perfectamente que en todo momento se dan
situaciones para que el grupo se divierta de lo lindo. Caben
contarse las batallas surgidas en las vacaciones y hacerse
las bromas convenientes.
En la pretemporada, los futbolistas llegan a las
instalaciones de trabajo saludando a diestro y siniestro. Y
dispuestos a ser agradables con quienes componen el cuerpo
técnico. Nadie trata de eludir la mirada del entrenador y
mucho menos el conversar con él, sino todo lo contrario.
Los entrenadores expertos se saben al dedillo cómo han de
actuar durante este ciclo de la preparación y, por tanto,
son menos propensos a cometer errores que luego se
conviertan en problemas graves. Cuando un técnico dice en su
discurso de presentación que las puertas de su vestuario
están abiertas para todos y que él está dispuesto a escuchar
atentamente los problemas de cada uno de los componentes de
la plantilla, es consciente de que los primeros futbolistas
en acudir serán los que menos partidos hayan jugado durante
la pretemporada. Y lo harán de entrada con la consabida
pregunta: “¿usted cuenta conmigo...?”.
Y a partir de ahí todo será bien distinto: la alegría del
grupo no será ya la misma; los saludos se irán reduciendo;
el jolgorio diario decrecerá sin cesar y el técnico, por si
lo había olvidado, se habrá dado cuenta de que está viviendo
la verdadera realidad del fútbol. Una realidad que exige
ganar, ganar y ganar... Que gane muchos partidos es lo que
yo le deseo al equipo entrenado por Diego Quintero. Cuando
éste ha empezado a poner ya en práctica sus métodos.
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