Entre todas las frases y refranes
que me decía la sabia de mí abuela había uno que, siempre,
me ha causado un gran impacto a lo largo de mi vida y que,
por todos los medios a mi alcance he procurado llevar a cabo
para no tener un sorpresa desagradable en el momento menos
pensado.
El refrán al que me refiero y que tanto me ha marcado
sirviéndome de guía es ese que dice: “quien mucho abarca,
poco aprieta”. Si cada uno de nosotros pensáramos, al menos,
unos minutos sobre el mismo quizás dejaríamos de cometer
errores que son difíciles de enmendar, cuando tratamos de
ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y le difunto
en el velatorio.
Cada persona vale, en esta vida, para lo que vale según su
capacidad intelectual. Creerse ser el ombligo del mundo sin
una preparación adecuada, confiando en su propia egolatría y
su prepotencia dada por la gracia de la tómbola de turno, es
predisponerse a hacer el mayor de los ridículos en cada una
de sus intervenciones. Cuanto les valdría a estos
personajillos del tres al cuarto, polítiquillos baratos,
tratar de llevar a cabo el refrán de mi abuela. De ponerlo
en práctica se ahorrarían, entre otras cosas, lo que en
realidad, piensan de ellos el personal, que difiere mucho de
lo que piensan los pelotas y lameculos que les rodean.
Por eso, teniendo como máxima ese refrán, jamás he tratado
de realizar cosas para la que no estoy preparado. Cuando, en
ocasiones, me ha solicitado algún trabajo que mi capacidad
no me permitía realizarlo sin dudarlo, ni un sólo segundo he
tenido el valor suficiente para alegar que no estaba
preparado para ello. Mis disgustos me han costado porque, a
veces, mis solicitantes se han creído que no quería hacerles
ese favor. Hacer el ridículo es algo que me aterroriza.
Teniendo estoen cuenta no acierto a comprender, cómo puede
haber personas que su egolatría y su prepotencia les lleven
a realizar trabajos o ocupar puestos para los que no están
preparados y encima, por si fuese poco, tratan de abarcarlo
todo y ser ele eje sobre el que gire el resto del personal.
A igual que el refrán había una película que también me
impacto desde el momento en que la vi. La película, en
cuestión, se titulaba: “Más dura será la caída”. Y, por
supuesto, bien se podría unir al refrán como un complemento
perfecto al mismo. La trama era un pobre hombre, venido de
un pequeño pueblo, al que le hicieron creer que era un gran
boxeador con capacidad de llegar a ser campeón del mundo. El
pobre cayó en manos de un grupo de aduladores que le
explotaron al máximo. Menos mal que un periodista sintió
piedad de él, le hizo ver la realidad, devolviéndole a su
pueblo con un puñado de billetes que le regaló.
Se cumplió, en este pobre hombre, el refrán de “quien mucho
abarca poco aprieta”, porque no tenia capacidad suficiente
para realizar el trabajo que otros le quisieron hacer ver
que era el mejor y él, cerrando los ojos a la realidad,
dejándose llevar por su egolatría y prepotencia pensó que
era el ombligo del mundo. Algunos personajillos y
polítiquillos del tres al cuarto, están haciendo el papel
del boxeador de la película, creyéndose el ombligo del
mundo.¡Que pena que no se apliquen el refrán!.
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