Ya ha hecho diez años de su
asesinato. Hace diez años y tres días que varios canallas
segaron para siempre la vida de un joven que el único delito
que había cometido era ser concejal de Ermua por el PP.
El asesinato de Miguel Ángel Blanco fue la mayor canallada
que hasta entonces había cometido la banda asesina, y eso
que para entonces ya había cometido muchos atentados y
habían muerto muchas personas en sus acciones. ETA puso una
tregua, unas condiciones y cumplió con su macabra acción.
Sin embargo aquel asesinato fue el despertar de la población
para plantarse ante la banda asesina y formar las
manifestaciones más numerosas que jamás se habían visto en
España.
Las manifestaciones recorrieron las calles de las
principales ciudades del país y muy especial fue la de
Bilbao, en la que en su propio feudo se plantó cara a la
banda cobarde de asesinos.
De esto ya hace diez años, diez años que no han podido
borrar de la mente sensata de los españoles de bien
especialmente la imagen del padre de Miguel Ángel cuando,
sin saber nada de lo que sucedía, llegaba a su casa y le
estaban esperando a la misma puerta decenas de periodistas.
La muerte de Miguel Ángel Blanco fue un crimen especialmente
cruel que marcó un punto de inflexión en la lucha
antiterrorista. Fue el instante desde el que se miraba hacia
atrás, sobre lo que había habido y se proyectaba la vista
hacia el futuro, sobre lo que podría haber más tarde.
En este asesinato hubo una sensación de firmeza por parte
del Gobierno, cuando no cedió ante el chantaje de los
asesinos, porque tenía por detrás a una gran parte del
pueblo que tampoco quería que se cediera.
Hoy, diez años más tarde, vemos donde y como nació el
“Espíritu de Ermua”, un nacimiento como reacción espontánea
de los ciudadanos, de cualquier parte de España, dispuestos
a enfrentarse de una forma democrática ante la barbarie de
los desalmados etarras.
Hoy, el Espíritu de Érmua sigue vivo y el joven Miguel Ángel
Blanco sigue en la memoria de todos. El Espíritu de Ermua
surgió de la rabia que produjo aquella muerte y nació como
un espíritu insuperable, capaz de hacer frente al devastador
terrorismo, y lo que es más, capaz de unir a unos y a otros
con el único objetivo de poder derrotar a ETA.
El pasado miércoles, el presidente de la AVT, Francisco José
Alcaraz, nos exhortaba a transmitir a las nuevas
generaciones lo que supone el Espíritu de Ermua, el
despertar de la rebelión ciudadana que no se amilanó ante
los asesinos. El Espíritu de Ermua ha cumplido ya diez años
y tiene que cumplir otros muchos. No puede quedarse ahí, por
mucho que ciertos sectores, los que más interés debieran
tener en que siguiera, le hayan dado últimamente la espalda.
Con el Espíritu de Ermua se está de espaldas a que la banda
terrorista y sus acompañantes recuperen los niveles de
expansión y de legitimidad social que habían tenido antes de
1997.
Estamos a mediados de julio de 2007, y un poco antes de
mediados de julio del año 1997 hubo cuarenta y ocho horas de
angustia para toda España, fueron las cuarenta y ocho horas
transcurridas entre el secuestro y el asesinato de Miguel
Ángel Blanco.
Y ahora, cuando hace diez años, que se ven lejanos en el
tiempo, pero cercanos en las impactantes imágenes que
vivimos entonces, la banda terrorista ha estado a punto de
volver a cometer otra masacre, con Aritz Arginzarriz
Zibiaurre a la cabeza, en Santander.
Bien que haya sido una casualidad, o lo que haya sido, lo
cierto es que el “liberado” – a sueldo de la banda- ha sido
detenido, de lo que nos alegramos.
Aquí el objetivo parece que era Santander, tal vez, un
aparcamiento público en el que pensaban colocar un coche
bomba que hubiera perpetrado otra matanza. Por eso la
detención de Aritz Arginzaurriz es una gran noticia.
Esto, afortunadamente se ha frenado a los diez años y tres
días de aquel asesinato de Miguel Ángel Blanco.
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