Un conocido con quien me gustaba
ponerme a pegar la hebra en mis ratos libres, hace ya
bastantes años, recitaba de memoria lo que él llamaba reglas
de urbanidad:
-No echar zancadillas a los ancianos; no tirar al niño
pelmísima por la ventanilla del tren; no preguntar a un
demócrata de ahora si antes era falangista; no preguntar a
un comunista a cuál de los veinte partidos comunistas
pertenece; y, desde luego, no preguntar a un socialista si
lo era antes de 1975.
Por lo tanto, considero que carecen de buenos modales
quienes han empezado a preguntar a Mohamed Alí por la
ideología destinada a sustentar su partido. Máxime cuando se
han enterado de que el Partido Socialista de Ceuta está
dispuesto a tirarle los tejos al segundo hombre más votado
de la ciudad, a fin de brindarle a éste la oportunidad de
que vaya como candidato al Senado bajo las siglas del puño y
la rosa.
Pero, al margen de que sea de mala educación inquirir de
alguien su ideología, según las reglas de urbanidad
propuestas por aquel extraordinario personaje que era mi
conocido, resulta chocante exigírsela a quien recién llegado
a la política pegó un pelotazo en las urnas, que sorprendió
a propios y extraños, y que ha refrendado con más fuerza en
la segunda ocasión.
Mohamed Alí es consciente, ya dijimos de él que sabía latín,
de que no es posible mantener el número de votantes si
éstos, en gran medida, no ven satisfechas las
contraprestaciones a las que creen haberse hecho acreedores
por la confianza depositada en su líder. Y es así a pesar
del gancho que tiene para los suyos el presidente de la
Unión Demócrata Ceutí. Y esas contraprestaciones, que son
las que ayudan a ir formando una clientela fija dispuesta
siempre a votar y defender la continuidad del partido, jamás
son manejadas por un líder carente de poder para ofrecer
sinecuras y, sobre todo en este caso, remediar los problemas
urgentes de los más necesitados.
En el caso que nos ocupa, es evidente que la UDCE mientras
que esté en la oposición no tendrá posibilidades de
alegrarle la vida a sus seguidores. Si acaso sus dirigentes
no reciben dinero de mecenas dispuestos a sostener el
partido contra viento y marea. Lo que no entra en mis
cálculos. Y esa situación irá influyendo negativamente no
sólo entre sus afiliados sino también, con más vera, entre
quienes sin serlos votan a quienes gozan de su misma
identidad.
Mohamed Alí comparte esas inquietudes con Abderramán
Maate: segundo hombre importante en el partido y amigo
íntimo del primero. Y los dos están tratando por todos los
medios de buscar una solución a un problema que se irá
agravando a medida que pasen los meses y se vean
imposibilitados de atender las demandas de quienes han
confiado en ellos. No me extraña, pues, que ambos dirigentes
sean tan poco dados a exponer, ni siquiera entre sus más
afines, sus pensamientos y mucho menos los pasos que están
dando para que la UDCE no sea flor de un día.
Sin embargo, tal situación sí que debiera preocuparles a los
dos partidos principales: PSOE y PP. Ya que el número de
votantes de la UDCE se mete por los ojos y sería absurdo
negar lo que darían ambos partidos por ganarlos para su
causa. De una manera directa o indirecta. Y ese es el reto
que afrontarán, a la chita callando, tanto socialistas como
populares. Algo que han dejado entrever los primeros. Lo
cual ha propiciado ya que algunos plumillas arremetan contra
los socialistas y empiecen a sembrar la discordia entre los
miembros más destacados de la UDCE. Pamplinas. Porque
Mohamed Alí va bien servido de cartas y sólo necesita
jugarlas bien. Pues de ello depende su consagración en la
política.
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