Ceuta, ciudad querida, este
entrañable y simbólico trocito de España al otro lado del
continente europeo presenta todas las particularidades,
salvo el hecho diferencial de de su añeja historia hispana,
comunes a otras ciudades magrebíes del norte de Africa y que
podemos resumir en tres:
1. Una geografía física que nadie puede negar: estamos en
Africa. Aunque algunos -no voy a entrar en calificaciones-
quieran renegar torpe y vanamente de ello.
2. La inmensa mayoría de su población (y a ver quien dice lo
contrario) es de orígen magrebí: lo digo no solo por el
sector con raíces (o doble nacionalidad) marroquíes (50% del
total), sino porque salvo la minoría “peninsular” como el
que subscribe todos los “caballas” sin excepción (o sea los
nacidos geográficamente en Africa) son “magrebíes” por
extensión en función de sus coordenadas: latitud y longitud,
como las matemáticas, no fallan.
3. Las recientes amenazas -explícitas e implícitas- de la
red terrorista de “Al Qaïda” nos catapultan directamente
como objetivo del terrorismo islamista, en función de los
parámetros geográficos e históricos. Como ya indico, Ceuta
es una ciudad magrebí; además, pudiera fácilmente
convertirse en todo un símbolo cara a las percepciones del
salafismo yihadista sobre la “reconquista de Al Andalus” y
que podrían encajar, como anillo al dedo, en el
subconsciente colectivo de las crédulas y manipulables masas
musulmanas del mundo entero, galvanizándolas en una
peligrosa dirección.
Bien sé que algunos analistas, con criterios academicistas y
políticamente correctos, insisten en que Ceuta no es
objetivo atacable por constituir, para el entramado
terrorista, privilegiado lugar de paso e incluso retiro, una
especie pues de “santuario”. Dos observaciones: ¿acaso no
era lo mismo España… antes del 11-M?. Además, Ceuta en
ningún caso es “retaguardia”: bien al contrario y al igual
que Melilla está en vanguardia, en primera línea de esta
guerra confusa, sucia y no declarada a la que estamos
sometidos.
Desde otoño del año pasado, fueron varias las ocasiones en
las que abordé en estas páginas la amenaza latente que se
iba acumulando, como un área de bajas presiones, sobre estas
tierras: sugiero al lector, si tiene humor, la relectura de
los días 29, 30 y 31 de enero (“Yihad en el Magreb: Al-Qaïda
a la conquista de la región”), 26 de febrero (“Marruecos, en
pie de guerra”) o la polémica “En una mezquita” (12 de
abril), entre muchas otras, tesis que he ido manteniendo
-siempre datos en mano- pese a la fácil acusación de
“alarmismo” por parte de algunas fuentes oficiales. Por
fortuna el 71% de los españoles -y cito el estudio
sociológico elaborado por el “Real Instituto Elcano”-
perciben el riesgo de ataque de Al-Qaïda sobre Ceuta y
Melilla como “importante” (sic), aumentando a un 95% los que
consideran (los datos son de finales de 2006) “muy
importante” la amenaza que para España supone el terrorismo
islamista. Los hechos, lamentablemente y como en otras
ocasiones, han ido poniendo las cosas en su sitio.
Sin desdeñar a grupos locales que vayan a su aire (fenómeno
que he bautizado como “anarquismo yihadista”), actualmente
dos son las organizaciones regionales que, pese a compartir
las líneas de su estrategia terrorista, mantienen
tácticamente cierta autonomía: desde Mali y Mauritania,
“Ansar Al Islam”; en Libia, Túnez, Argelia y Marruecos,
“Al-Qaïda del Magreb Islámico”. La “recuperación de Al
Andalus” es una de sus prioridades… y Ceuta está en primera
línea.
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