La sabia de mía abuela
acostumbraba a decirme, entre otras muchas cosas,: “piensas
mal y acertarás”. Y uno que siempre le ha hecho mucho caso a
todo cuanto me decía mí adorada viejita, tomaba nota de todo
ello aplicándolo, en todo momento, a cuantos acontecimientos
me han tocado vivir. Y la verdad, tengo que reconocer, con
fabulosos resultados que me han permitido acertar en
numerosas ocasiones hechos que se han producidos tiempos
después de haberlo escrito en esta página, y que me han
llevado a decir, en algunos momentos, “no me beso porque no
me llego”.
Y es que pensar mal y acertar parece, sin duda alguna, una
máxima a la que hemos de agarrarnos todos cuantos nos
dedicamos al difícil oficio de escribir. Porque, oiga amigo
guardia, escribir en este pueblo nuestro donde todos nos
conocemos, encierra la mayor de las dificultades. Unas
dificultades que no tendrían lugar, de escribir en una gran
ciudad donde no existe ese conocimiento de cada uno de los
personajes que la componen.
Hoy día cuando todos estamos más calados que un paraguas de
medio euro, pues basta con darle a un botón para saber hasta
el día que dimos nuestro primer estornudo acertar cosas, de
cada quisqui, no encierra mayor dificultad que el apretar
semejante botón. La dificultad viene a todos aquellos que no
estamos en disposición de apretar ese botón porque, entre
otras cosas, no lo tenemos a mano ni, por supuesto, nos van
a dejar utilizarlo. Que eso sólo lo utilizan los que tienen
el poder para ello.
Pues aunque a servidor, personalmente y en persona, digan lo
que digan los jóvenes o las jovenas o el mundo mundial, eso
le trae sin cuidado, acordándome de la sabia de mía abuela,
me ha dado por pensar mal y tratar de acertar algunas
cosillas que van a pasar antes de que lleguen las elecciones
generales. Advierto, al personal, que si las acierto que
será lo más seguro, me voy a besar aunque no me llegue.
Algunos, de esos que se la cogen con un papel de fumar y son
más buenos que nadie se van a llevar una sorpresa de la que
va a ser difícil se repongan. Ya lo dijo aquel que, por
cierto, no era el de la barca, sino el menda,: “las cuentas,
cuentas son”. Y cuando se investigan sobre las mismas, no
hay más cera que la que arde y, aquí, puede arder Troya por
culpa del maldito parné que no tiene fronteras y vaya usted
a saber, qué fronteras ha traspasado. NI te cuento, serrana
del alma, como está el patio. Dicen que el que avisa no es
traidor. Ya veremos cómo quedan más de uno cuando tengan que
dar explicaciones y empezar a mostrar documentos de los que
carecen. ¡Ditan sean los jureles fritos con fideos gordos y
patatas cortadas a rodajas!
Igual del susto, a algunos, se les borra hasta el aro del
cubo que llevan año pegados al trasero y que no hay forma de
borrarlo. Oiga, amigo guardia, no se me adelante pero
tampoco se me atrase, porque en este mundo traidor donde
nada es verdad ni es mentira, todo es según el color con el
que se mira, donde menos se piensa salta la liebre. Y que
conste, en acta, que hay muchas liebres sueltas que hay que
devolverlas a sus jaulas.
No lo olviden, estén preparados para todo porque, insisto,
la maquinaria se ha puesto en marcha. ¿Quién la puede parar?
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