¡Qué me aspen si los entiendo! Señores, he llegado a
desconfiar de la lógica natural como una forma, sin
aditamentos, para discurrir adecuadamente. Hasta hace poco
estaba convencido de que, en Catalunya, existía una
predisposición natural de rechazo hacia todo lo que nos
venía de allende los mares y, en especial, de cuanto nos
llegara de los “detestados” EEUU, para muchos considerados
como un lugar de analfabetos, ignorantes y de bajo
coeficiente intelectual. Todavía recuerdo a la familia de
artistas Bardem a la cabeza de las manifestaciones contra la
guerra de Irak, vociferando contra el imperialismo yanky. Si
no recuerdo mal, no hace mucho que se creó una ley para
proteger al cine español. Vaya, es un decir, porque que yo
sepa, salvo contadas excepciones, en este país no se hace
nada que se pueda considerar, ni por asomo, como cine de
verdad; más bien algunos intentos de directorcillos progres
que suelen acabar perjeñando unos horribles bodrios capaces
de hacer perder la afición al más cinéfilo. Pero sí, en
verdad hay una ley (socialista, para más información) que
dice que nos va a proteger contra las películas que nos
vengan de fuera (falta saber quien será que nos protegerá de
las nuestras).
Pero, vean por donde, se ha producido un acontecimiento
extraordinario que merecería ser reseñado en las efemérides
más importantes de este, recién inaugurado, siglo XXI.
Devolviendonos el viaje que, en 1492, les hizo nuestro
ínclito navengante Cristóbal Colón, ha recalado en nuestra
tierra– no me atrevo a decir en España– uno de los bonzos
del cine noteamericano; un líder en su patria y un monstruo
de la pantalla. Nada más y nada menos que el señor Woody
Allen. Un director, un guionista y un artista genial, que
completa su curriculum con una acendrada afición al
clarinete, que toca habitualmente con su propia banda. Debo
decir, a fuer de sincero, que también ha demostrado ser un
redomado “pelota” que ha sabido, con suma habilidad, meterse
en el bolsillo a las autoridades del Tripartit catalán y,
como no, a algunos ministros del Gobierno central. Hasta
aquí nada de particular, si tenemos en cuenta que todos los
gobiernos, y más si son socialistas o comunistas, en cuanto
huelen a dólares se les hinchan las narices y se olvidan de
todas las habituales zarandajas esas de la lucha de clases,
la igualdad y la batalla contra al capitalismo; para
intentar arrimarse a quien les puede convertir en nuevos
ricos que, en definitiva, es de lo que se trata.
Pero vean ustedes que, precisamente, de aquellos de quienes
esperábamos una reacción visceral en contra del competidor
americano; una verdadera demostración de repulsa y rechazo
hacia el representante de la odiada, capitalista y atrasada
América, y la inmediata petición, al señor Zapatero, de que
tal elemento fuera expulsado de inmediato de nuestra patria
y, aún con mayor rapidez, de la independentista,
comunistoide y libertaria Catalunya; nos encontramos, para
asombro de propios y extraños, con que, en contra de su
inveterado odio contra los ricos, los empresarios y los
opulentos capitalistas, toda esta pléyade de los de la
farándula no sólo no lo han repudiado, sino que se han
rendido a sus pies pidiendo,¡qué digo!, implorando, que les
tenga en cuenta para algún papelillo, aunque sea de
comparsa, con tal de que sus nombres puedan figurar entre
los ilegibles rótulos que siempre salen al final de las
películas. Recibimiento de campanillas, con la presencia de
los atrabiliarios consellers del Tripartito, los más
terribles antisistema y enemigos declarados del señor Bush,
que se deshicieron en sonrisas ante su majestad Allen,
intentando chapurrear algo de inglés y, cuando no les salía,
supliéndolo con una sonrisa idiota de disculpa y un
encogimiento de hombros, que suele ser la forma habitual de
disculparse de los paletos. Tampoco faltó la defenestrada
ex–ministra de Cultura, Carmen Calvo, para hacer el
correspondiente paripé y lucir el correspondiente modelito
de la Vogue.
El visitante se mostró satisfecho de rodar en España (un
lapsus lo tiene cualquiera, porque nombrar España en
Catalunya es lo mismo que mentar la bicha en Andalucía),
luego quiso hacer una fase para la posteridad diciendo que
veía a Barcelona de la misma forma que hizo con Manhattan;
con lo que se metió en el bolsillo a todos los de la
Esquerra Catalana que se les caían las babas por los belfos
como si fueran simples equinos. Pero ustedes seguramente se
preguntarán, ¿y de la Bardem y su hijo qué? Pues nada, nada
en absoluto, ni un susurro, ni una tos, ni tan siquiera un
hipido. Pero no se maravillen de tan curiosa y antinatural
actitud de la Bardem, la Pasionaria del siglo veintiuno;
porque todo tiene su explicación y, en este caso, es muy
sencilla: su retoño, el furibundo anti PP, el Juan Centella
de los progres; señores, el fiel amigo de Zapatero ¡tiene un
papel importante en el proyecto del señor Woody Allen! ¿Cómo
iban a tirar piedras contra su propio tejado? ¡Todo tiene un
límite! Está muy bien ir a manifestaciones antiamericanas;
es muy saludable asaltar sedes del PP e, incluso, no está
mal hacer declaraciones incendiarias contra los ricos, los
poderosos, los que tienen el ochenta por ciento del dinero
del país, hasta que… hasta que le tocan su propio bolsillo.
¿Cómo iba el señor Javier Barden a precindir de su cochazo o
de sus magníficos trajes o de sus sustanciosas cuentas en
los bancos?, sí, sí, precisamente aquellos a los que tanto
criticaba de cara a la galería, pero que, no obstante, no
vayamos a equivocarnos, es el mejor lugar para tener
guardado el dinero propio.
Y es que, señores, los que tanto se quejan de las
competencias que nos hacen las películas americanas, los que
se pasan la vida pidiendo que haya una cuota detrminada de
basura, o sea, de cine español; los que, en sus apariciones
en público, sea en manifestaciones o sea en espectáculos, se
rasgan las vestiduras ante el poderío americano; estos
mismos se vuelven locos cuando los llaman desde allí para
trabajar, aunque sólo sea de botones, en alguna de las
películas yankis. Vean, vean, a la Lloll Bertan, al Lluis
Homar y a la Mireia Ros (todos ellos catalanes y progres)
como no han hecho ascos a trabajar con el señor Woody Allen.
Siempre lo mismo, siempre prima el “ande yo caliente” y “la
pela es la pela” ¿Qué le vamos a hacer? Suetonio ya dijo “el
dinero no huele”.
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