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OPINIÓN - JUEVES, 12 DE JULIO DE 2007

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

El espíritu de Ermua

Por Julia Mª Quintana de Diego. Representante del Foro de Ermua en Ceuta


Al cumplirse el décimo aniversario del asesinato, vil y cobarde, de Miguel Ángel Blanco parece que el espíritu surgido en aquel entonces para hacer frente a los asesinos y a quienes les apoyan, les amparan y les jalean, EL ESPÍRITU DE ERMUA, está desvaneciéndose del conjunto de la sociedad española que fue su origen y su sostén.

Buena prueba de ello es que un autobús del Foro de Ermua ha recorrido diversas ciudades españolas para honrar su memoria y que, tanto su muerte como la unidad frente al terrorismo que llenó las calles y plazas de España tras su asesinato, no caigan en el olvido.

Un olvido que es fomentado, con la demagogia a la que ya nos tiene acostumbrados, con una carencia total de ética y con la más absoluta indecencia, por este Gobierno que es el primer interesado en enterrar los sentimientos y las convicciones de todos los ciudadanos de bien.

Un olvido que es justificado y alimentado por muchos medios de comunicación y periodistas apesebrados; titiriteros del “NO A LA GUERRA” y activistas del “NUNCA MAIS”; intelectuales adalides de la defensa de los derechos humanos en Guantánamo, pero no en el resto de Cuba, y por toda una caterva de politicastros y adláteres que serían capaces de vender a su propia madre con tal de mantener su poder y sus prebendas. Todos ellos apoyados por una parte de la sociedad que empieza a estar enferma, muy enferma, porque la ausencia de valores morales y democráticos es una enfermedad grave y de muy difícil cura. Y quienes se rinden ante los terroristas, aunque eufemísticamente lo llamen “proceso de paz”, no tienen la talla política, ni moral ni humana para liderar una sociedad moderna y democrática. Quizás por eso pretendan ahora adoctrinarnos con la “Educación para la Ciudadanía”, como si nosotros, la gente de a pie, no fuésemos ya ciudadanos de pleno derecho.

Poco más de dos años antes de asesinar a Miguel Ángel, y de igual forma canallesca, los terroristas de ETA asesinaron a Gregorio Ordóñez. Un hombre de un coraje excepcional y un político que no tenía pelos en la lengua a la hora de llamar al pan “pan” y al vino “vino”. Quizás por eso mismo conectaba con la gente y también quizás por eso mismo lo mataron.

A mí me gustaría poder expresarme como lo hacía él, con sencillez y con valentía, con claridad y con convicción y con la fuerza que dan la honradez y la sinceridad, defendiendo noble y firmemente aquello en lo que creía y que era lo mismo en lo que creían quienes le eligieron para que los representase. Creo que Gregorio hubiese sido muy capaz de plasmar en pocas palabras, tal vez en una sola frase, el momento que estamos viviendo.

Ya es hora de que, todos, empecemos a llamar a cada cosa por su nombre, sin tibiezas, sin temor a la dictadura de lo “políticamente correcto”. Si queremos recuperar el Espíritu de Ermua y que la muerte de Miguel Ángel, y de tantos otros, no haya sido en vano, es hora de que todos los españoles bien nacidos, independientemente de ideologías y creencias personales, empecemos a ser Gregorio Ordóñez.

Entonces, y sólo entonces, Miguel Ángel y Gregorio, junto con todas las demás víctimas del terrorismo, podrán descansar en paz.
 

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