Es fácil demostrar que casi toda la actividad del escolar se
basa en la lectura, porque se lleva, aproximadamente, el 90%
de su tiempo dedicado al estudio.
Por ello se considera a la lectura como el medio fundamental
en la formación intelectual del alumno, ya que la ciencia –
a pesar del gran auge de otros medios de comunicación
social- llega a nosotros fundamentalmente a través de los
libros. No obstante, la realidad es otra, en la escuela no
se da a la lectura la importancia que tiene. Debido a esto,
el nivel medio de lectura, en Primaria y Secundaria
Obligatoria, deja mucho que desear.
Pero, ¿cuándo es conveniente que el alumno empiece el
proceso lecto-escritor? Hace ya algo más de cinco años,
durante el periodo del gobierno anterior, apareció en la
primera página de un prestigioso periódico de tirada
nacional, en un recuadro del sumario, la siguiente noticia:
“El Ministerio de Educación adelanta a los cuatro años de
edad el aprendizaje obligatorio de la lectura y la
escritura”. Así que, cuando llegue el próximo septiembre y
comience el curso escolar, nuestros pequeños alumnos de
cuatro años empezarán oficialmente a recibir las enseñanzas
de lecto-escritura. Por todo lo anteriormente dicho, hasta
los seis años cumplidos no estaban los niños y las niñas en
condiciones de iniciar ese aprendizaje y que su
anticipación, que era lo hasta entonces acostumbrado, les
podrían ocasionar graves traumas.
Esa recomendación del Ministerio tardó mucho tiempo en
llagar; yo pienso que algunas décadas, porque en los centros
educativos el proceso lecto-escritor ya se aplicaba en las
escuelas-Parvularios- siempre con el buen criterio de las
maestras, que se dejaban llevar por la presión de los
propios niños y niñas, ya que estos, apoyados por sus
padres, cuando llegaban al Colegio a los cuatro años, mucho
de ellos ya habían entrado en ese mundo de las palabras
escritas, leyendo de corrido, que no lograron resistir
pasivamente la curiosidad de sus hijos ante rótulos y
letreros, que estimaban absurda la demora y suplieron
familiarmente la carencia escolar. Para muchos padres,
enseñar las primeras letras a sus hijos era su primera y
primordial función.
Algunas maestras partidarias de la norma restrictiva,
llegaban a decir que “era un crimen y un abuso lo que hacían
los padres ‘rebeldes’ con sus hijos, viéndose apoyadas por
pedagogos y psicólogos.
En el plano de lo anecdótico, recordaré dos hechos
significativos: “En el seguimiento realizado a algunos
alumnos, al iniciar el proceso lector, a la edad
‘reglamentaria’, se quedaban estancados en el ‘tomate’ del
libro de lectura Amiguitos, al empezar el aprendizaje de la
‘t’.” Por otro lado, en un curso sobre métodos de Lectura y
Escritura donde se ponían de manifiesto las ventajas de una
serie de métodos propuestos, al finalizar el mismo, una
veterana maestra, dirigiéndose a mí, me dijo: “Compañero,
todo esto que no han presentado aquí no sirve para nada. Yo
llevo muchos años enseñando a leer a pequeños, y siempre he
utilizado el ‘Rayas’, con excelentes resultados”.
En respuesta a la pregunta formulada anteriormente, sobre
cuándo es conveniente que el niño empiece el proceso lector,
la respuesta es, cuanto antes. Porque cuanto antes
transfiera el niño, que acaba de irse empapando de su lengua
durante los primeros años de su vida, su sistema fónico al
gráfico, más plenamente insertará su lengua en el cerebro
como un todo, oral o escrito, pasarán las palabras
indistintamente en su grafía o en su pronunciación; lo uno
será el reflejo fiel de lo otro, como en un espejo
transparente.
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