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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

San Fermín
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Como siempre, el 7 de julio. No es fiesta variable, es fiesta fija, segura y de puertas abiertas.

Da lo mismo ser pamplonica, ser navarro o ser turista. Durante estos días, en Pamplona, nadie es forastero. Todos y cada uno de los que acuden a Pamplona saben que si no tienen una plaza hotelera, sí van a tener un espacio en un jardín para matar el sueño un rato y luego, más tarde, volver a la fiesta.

Aquí no podemos decir que la fiesta comience a primeras horas de la mañana. Es cierto que con la salida del sol, o poco más, se corren los encierros, pero estos son, para unos, el comienzo del día y , para otros, el cierre del día anterior.

La fiesta, además, sólo tiene dos colores, el blanco del pantalón y la camisa y el rojo, tan vistoso, que acompaña a los mozos, a los nenes, incluso a las damas y a todo el que participa en la fiesta.

He dicho antes que es una fiesta de puertas abiertas y así es como tenemos que ver la fiesta de San Fermín en Pamplona, divertimento para todos en las calles, las botas de buen vino, los cánticos navarros y el recorrido de las calles uno y otro día.

Pero, además, San Fermín exporta siempre imagen al exterior. No hay japonés, chino, inglés o americano que haya venido una vez que no vuelva otra, otra y todas las veces que pueda.

Los encierros representan el comienzo y el emblema de estas fiestas; unos encierros que perfectamente controlados, no se les escapan de las manos a los organizadores.

En los encierros se corre en paralelo, delante o detrás de los toros que van a lidiarse por la tarde en la plaza, pero en los encierros a nadie se le ocurre, además que no se lo iban a consentir, mostrar un mínimo movimiento que implique torear al morlaco que volverá a salir por la tarde, para, entonces sí ser toreado con todas las de la ley en la plaza.

Expertos en el mundo de los toros, y expertos, especialmente, en lo que son los encierros, una vez que esto ha terminado, los toros son conducidos a los corrales, para más tarde ser enlotados, ser sorteados y tras esto encerrarlos en los chiqueros.

En esto último, como en las corridas, sean donde sean, en lo anterior, “casi” único. Y he dicho casi, porque llevamos varios años que algunas otras poblaciones, aunque sin la solera de Pamplona, también organizan sus encierros por la población: San Sebastián de los Reyes, por ejemplo, Cuellar ... .

Naturalmente que una fiesta digna, bonita, interesante y con animales de por medio, no va a ser vista de “color de rosa” por todos, y no creo que tardemos muchas horas en que algún grupo de esos que se llaman “defensores... de nada” trate de dejarse ver, posiblemente con alguna de sus “pancartas ambulantes” en defensa de los animales.

Esto, como es repetitivo, ya no asusta, ni extraña a nadie, y es que cada uno vive de lo que puede, si es honradamente mejor que mejor, pero claro, cuando aparecen estos grupetes que nunca hicieron nada claro por la defensa, de verdad, de los animales, de las flores o de las mismísima mariposas, cuando aparecen en Pamplona, en Guadalajara o en Sotillo de las Palomas, a mí, particularmente, me resultan tan desagradables que como mínimo me dirigiría a ellos con indiferencia o acaso con algo más, también.

Vuelvo a San Fermín, que es lo que me interesa hoy, y quisiera que, precisamente, durante esta semana, esos nubarrones que están empañando la política de esta comunidad, se quedaran en simples nubes que, para nada, cubrieran el buen temple, el humor y las ganas de fiesta que hay en Pamplona.

Por consiguiente, que el “capotillo” de San Fermín, que tantos percances ha evitado en los encierros cada año, lo eche también el santo para frenar las ansias de ruptura que hay en algunos grupos de la política de Navarra.

El comienzo ha sido bueno, el gentío parece que supera incluso a los años precedentes, y las “ganas de vivir” que aparecen en estas fiestas nos dicen que hay que prodigarse en la defensa de lo propio y tratar de exportarlo a otras latitudes.

Nunca viví plenamente esta fiesta, a lo largo de toda la semana, pero nunca he sentido, con una fiesta ajena los impulsos que San Fermín empuja a todos sus visitantes.
 

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