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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE JULIO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El vídeo de Bruselas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Dicen que los eurodiputados se aburren mucho en Bruselas. La gente aburrida cuenta con una gran ventaja: que nunca se queda afónica. Los bostezos de los parlamentarios son estruendosos. Están en consonancia con la pasta que ganan y la poca actividad que desempeñan.

Los hay que hablan del aburrimiento como un signo de distinción. De ahí que los políticos desterrados en Bélgica se hayan aprendido de memoria lo que dice Aldous Huxley en Un mundo feliz: “No puede haber una civilización duradera sin una buena cantidad de vicios amables”.

Muchos de los parlamentarios europeos sueñan con acercarse, de vez en cuando, a la vecina Holanda para dar cumplimiento al deseo de Huxley. Pero temen verse envuelto en el escándalo y han optado por algo más fácil: destacar la importancia que tiene la pornografía en nuestras vidas.

De manera que, poniendo como coartada la necesidad que tiene el cine de europeo de ser promocionado, hace catorce semanas que decidieron colgar en su canal de YouTube escenas de sexo donde prevalecen los orgasmos gritados de varias parejas. Todas ellas pertenecientes a las películas subvencionadas por la institución. Y dicen que con gran éxito de público y escasas quejas de los moralistas.

Lo cual no ha impedido, faltaría más, que se vuelva abrir el debate, tan antiguo, sobre la diferencia existente entre erotismo y pornografía, o, lo que es igual, entre sexo y pornografía. Y la discusión ha hecho posible que salga a la palestra un portavoz gubernamental para poner las cosas en su sitio:

-Déjennos por una vez tener sentido del humor y evitemos el caer en aquella guerra de los años cincuenta sobre qué es sexo, qué es pornografía y qué es lo que simplemente pueda verse de forma normal en televisión.

Sentido del humor era lo que tenían las autoridades ibicencas cuando los jóvenes llegaban a la isla gritando “haz el amor y no la guerra”. Y allá que paseaban, en años de prohibiciones, en cueros, en pelotas vivas, por playas de arenas blancas y hacedoras de un milagro: lograr que los lirios germinasen en ellas.

El castigo, cuando se ordenaban redadas para hacer el paripé de que se cumplía con la ley, consistía en llevar a los nudistas al juzgado sito en la calle Juan de Austria y hacerles pagar una multa que les daba derecho a volver a las andadas durante el resto del día. ¡Qué arte y qué hipocresía la de los españoles de aquellos años donde las parejas viajaban a Francia para ver funcionar a Marlon Brando!...

La Ibiza de entonces parecía el mejor remedo de las civilizaciones griegas y romanas. Sitios ambos donde la prostitución y pornografía disfrutaban del beneplácito de todos los ciudadanos. Porque ambas cosas van unidas. Ya que la pornografía, en su acepción original, se refiere a la descripción de la vida, las costumbres y las maneras de las prostitutas y sus clientes, encaminadas a persuadir de sus excelencias.

Con los vicios amables de griegos y romanos trató de acabar el Edicto de Milán del año 313, por el cual la religión cristiana pasó a ser la oficial del Imperio. Así, la pornografía, y toda manifestación pública que tuviera relación con el sexo, fue menguando, victima de un moralismo que llegó a inventarse un cinturón de castidad, medida protectora del “honor” de los cruzados. Luego, gracias a la lectura del Decamerón de Bocaccio, sobre todo, nos enteramos de que detrás de tanto rezo, cruzado y obsesión religiosa, había lo mismo de siempre.

En suma: que los eurodiputados, ya era hora, se han dado cuenta de que la jodienda -perdonen el vulgarismo- es lo mejor para aplacar a las fieras. Y son muchas, actualmente, las que ponen en peligro nuestras vidas.
 

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