“In media res” o sea, en román paladino, “el meollo de la
cuestión” está en determinar si la política del señor
Zapatero se limita a su famosa paz, ésta que nos está
haciendo tragar en cada una de sus alocuciones o discursos,
venga a cuento o no lo venga, tanto si en el Parlamento como
en la taza del cuarto de baño de su casa, como si fuera una
parte inmanente a su propia personalidad, algo de lo que es
incapaz de prescindir para poder continuar en su puesto de
Presidente del Gobierno, o, también, en el argumento
infalible, para deshacerse de las preguntas moletas de la
oposición -de aquellas a la sque no sabe o no quiere
responder, de aquellas que sabe positivamente que no tiene
posibilidades de eludir- que se basa en el famoso “y tú
más”. Qué le preguntan sobre los famosos inhibidores, en vez
de dar una explicación coherente, se limita a decir que en
tiempos del PP los vehículos tampoco los llevaban (se deja
en el cajón, el olvidadizo Zapatero, que el PP no mandó a
nadie a luchar ni puso a nuestros soldados en una situación
tan comprometida como lo están nuestras tropas en el Líbano)
Qué se le interroga a cerca de los chanchullos con ETA,
responde que el PP le es desleal porque no le apoya. Osea
que, ni de casualidad, contesta a lo que se le pide, como si
padeciese una distrofia auditiva que le impidiera entender
lo que se le pregunta.
Entendámonos, el poder de la ciatura es Rodríguez Zapatero,
pero no podemos negar que tiene unos discípulos aplicados
que han aprendido con suma rapidez a inimitarle. Vean, si
no, a Rubalcaba, la Voz de la Vogue, el Pepiño Blanco
(nuestro estimado Pepito Grillo), el tránsfuga que hace
méritos, señor López Garrido y l’enfant terrible, nuevo en
la plaza, señor Fernández Bermejo, el fiscal de los casos
perdidos, poeta y defensor de etarras y demás gentes de mal
vivir. Con tal bagaje no es raro que el Gobierno se haya
convertido en algo así como una caja de sorpresas de la que
tan pronto salen noticias en un sentido como, a las pocas
horas, salen otras totalmente contradictorias. Así sucedió
con el número de fallecidos en el Líbano que primero fueron
cuatro y más tarde seis, o cuando se habló por primera vez
de los inhibidores que al principio dijeron que los tenían
encargados y no se los habían servido, después que no los
podian colocar en los vehículos porque interferían las
frecuencias de seguridad, más tarde se afirmó que los que
tenían los habían enviado a Afganistán, para acabar enviando
a los dos días, a prisa y corriendo, treinta de ellos, para
que se colocaran en las unidades en servicio en el Líbano.
Veamos, seamos serios, señor Alonso: sí habia dificultad
para obtener los famosos artilugios ¿cómo, de súbito,
aparecen treinta? ¿El milagro de los panes y los peces? Por
si éramos pocos salen los del ejército y dicen que “de
imprevisión nada, que lo que ocurrió es que no había dinero
para comprarlos”. Acabáramos, ya veo lo que ocurrió,
seguramente Moratinos debió creer que era más urgente
dedicar ochenta millones de euros a financiar la locura de
la Alianza de Civilizaciones que dotar de adecuados medios
de defensa a nuestras tropas. O, pudiera ser, que fuera más
importante que alguna de nuestras ministras se trasladara en
helicóptero o que la esposa del Presidente, señora Sonsoles,
fuera en compañía de un séquito numeroso para que la
cuidaran mientras hacía sus gorgoritos en el extranjero.
Pero vean, nosotros en babia, sin saber que nuestros
soldados estaban en peligro, ¡tanto decimos que estaban en
misión de paz1, que nos lo habíamos creído y pensábamos que
se estaban dando abrazos con los de Al Fatah o con los
angelitos de Hammas ¡si seremos cándidos!
Es que en España somos de tan de buena fe. Miren ustedes al
señor Rubalcaba y a nuestro bonachón Presidente. Los de ETA
les dicen que están dispuestos a tomarles el pelo con una
tregua que les convenía, y ellos entienden que quieren
rendirse; les hacen explotar un ingenio en la T4 y ellos se
imaginan que les tiran cohetes para celebrar el acuerdo,
roban en Francia 350 pistolas y ellos están convencidos de
que sólo las querían para hacer prácticas de tiro con
botellas. ¡Cómo no confiarse con unos antecedentes tan
amigales! Pero miran a los franceses. Ellos, a diferencia de
nuestro crédulo Ejecutivo, se mantuvieron alerta durante
toda la tregua. Lo han dicho por activa y por pasiva: “ni
antes, ni durante, ni después del alto el fuego de ETA
bajaron la guardia”. ¡Si serían desconfiados los gabachos! Y
es que, según el juez francés, señor Brugiére “el terrorismo
apenas actúa, están preocupados; en cambio, en España, que
hemos sufrido el asesinato de más de ochocientos ciudadanos,
nos dedicamos a hacerle sel caldo gordo a los etarras,
negociamos con ellos, nos ocupamos de que salgan de la
cárcel gordos y orondos, reñimos a las familias de las
víctimas y al PP, por no ser más caritativos con los
criminales etarras, por no querer entregarles Navarra y, nos
enfadamos cuando quieren que dejemos de negociar con ellos,
para ver si nos djena algo de España para nosotros. ¡De
verdad que somos muy malos!
Y esta es la situación. Hoy pido netociar con ETA y mañana
culpo al PP por no querer rendirse ante ella; hoy crítico la
guerra de Irak en tiempos de Aznar y mañana culpo al PP por
resacármelo cuando meto la pata en Irak; hoy miento sobre
mis reuniones secretas con ETA y tacho de desleal al PP por
no apoyarme en ello, mañana... La verdad es que no hay quien
entienda a los españoles. ¡Pues que esperaban de un gobierno
socialistas, revanchita, que busca reescribir la historia de
la Guerra Civil y descomponer España en veguerías, como, por
cierto piensan hacer nela Catalunya del señor Montilla y el
señor Carod. ¡No se rían que se lo digo en serio! Veguerías,
que son aquellos territorios que, hace una eternidad,
estaban bajo el mando de un veguer (en Castilla: un
corregidor) Vean por donde, en Catalunya, en vez de avanzar
volvemos a la Edad Media. De aquí a la Inquisición, un paso.
Pues amigos ¡así todo!
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