En muchos hogares son los propios padres quienes han
inculcado a sus hijos ese odio a la jerarquía, esa
veneración por el igualitarismo. De ahí que a nadie deba
sorprender que semejante igualación haya traído aparejada
tanta violencia. En realidad, cuando un chico maltrata a su
profesor, o cuando un hijo hace lo propio con su padre o con
su madre, lo que se está haciendo es negarle cualquier
autoridad, proclamar que aquel adulto nada tiene que
enseñarle. Cabe preguntarse de dónde vienen nuestros
problemas. Quizás el germen había que fecharlo en Mayo de
1968, en el llamado “mayo francés”, donde se acuñó el
antiautoritarismo. Posiblemente habrá que añadirle otro
factor: nuestro pasado de la dictadura, por lo que la
autoridad se confunde con el autoritarismo; por tal razón,
en 1982, el partido de izquierda que ganó las elecciones,
sustituyó al viejo modelo por uno de nuevo cuño, basado en
la igualdad, pero no como punto de partida, sino en la
igualdad como imperativo. Es decir en su abuso en el
igualitarismo.
El defensor del pueblo, en su intervención en el Seminario
“A propósito de la violencia escolar”, abogó por pasar de la
actual situación de “libertad al máximo”, a una coexistencia
de la libertad con la autoridad de los profesores para
fomentar la convivencia en las aulas y frenar los casos de
violencia escolar. “Sin autoridad de los profesores
coexistiendo con la libertad, es muy difícil que las cosas
se enderecen como debe enderezarse”.
“Recordó que durante su infancia alumnos y profesores se
trataban de usted y esto no significa una especie de ruptura
o diferencia claramente expresada, sino un “respeto mutuo”,
quizás avanzar en el destierro del tuteo en las aulas es un
elemento importante, aunque formal y lingüístico, pero la
lengua es el ámbito fundamental de comunicación”.
No debemos olvidar que la relación entre profesor y alumno
se ha estructurado siempre a partir del principio de
autoridad. Diagnosticado, pues, el problema, donde estamos
de acuerdo que la autoridad del profesor ha desaparecido en
las aulas, es necesario, de inmediato, proceder a su
recuperación. Lo que se necesita conocer cuál sería el
“tratamiento” para llevarla a cabo. Tal como está la
situación, no creo yo que desterrando el tuteo de las aulas,
se recupere la normalidad, y que los centros sirvan a los
alumnos para aprender a ser, a convivir y a hacer.
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