¿Les gusta hacer turismo de
aventuras? A mí más bien no, será porque mi propia aventura
vital me tiene lo suficientemente estresada y generando
adrenalina a toda pastilla. Aunque sí me gustaría turistear
en El Escorial, donde, los de la FAES, tienen organizados
cursos de verano con conferencias de personalidades. Y, como
esas personalidades suelen ser neocon y perorar sobre algo
que a todos encanta: las maravillas y la rara fortuna de ser
occidentales y la envidia podrida que nos tienen los otros,
entonces me motivo y me encanta. Y eso que, mayormente, la
opinión que tenemos los republicanos españoles de derechas
es que, la FAES, es un club de pijos, de snobs y de
privilegiados, con el “Reservado el derecho de admisión”
tatuado en la bragueta de sus miembros, como exponente de
que, admiten a quienes les sale de la punta del llamado
primorosamente “Capullito de Alhelí”, pero el New Aznar,
master en Occidentalidad y Occidentalismo, redime la
cursilería y la gomosidad del resto.
Lo cierto es que, esos fáes, nunca admitirían entre sus
filas a alguien tan vulgar como yo, aunque, plagiando, he de
admitir que tampoco me interesa ni me resulta fiable en lo
más mínimo una fundación que contara conmigo como afiliada.
Ni con ustedes. Porque, a ver ¿De que va el gazpachuelo
ceutí? De españoles bravos y meridionales, que hablan sureño
profundo con sones de merengue, que se arrebatan ante la
roja y gualda y tienen como icono-pop-cañí el toro de
Osborne y encima con moros españoles que tienen un arte que
no se puede aguantar, que mismamente parecen salidos de la
Alpujarra dura de aquel entonces, chamullar algarabía como
los moriscos de la Granada del siglo VIII y con el plus de
que nadie es capaz de contar como ellos los chistes de
Chiquito de la Calzá. ¡Ele!. Bueno, concluyo diciendo que
los de la FAES que huelen a Eau de Issey Miyake y son
exquisitamente refinados y están llenos de contención y
prosopopeya no van a tratar de “captarnos”. No hay riesgo.
De hecho, presumo y presiento que si, o ustedes o servidora,
apareciéramos por sus remilgadas celebraciones mandarían
echarnos un cubo de agua caliente con lejía para espantarnos
y hacernos huir. Pero lo mismo errarían, porque, no es lo
mismo arrojar pez hirviendo desde unas almenas para defender
una fortaleza que tratar de desbaratar las tentativas de
invasión de una jarca de buenos sureños. “Con las bombas que
tiran, los fanfarrones, se hacen las gaditanas, tirabuzones”
Cantaban los tanguillos de Cádiz, pasándose por la ingle los
ataques de los gabachos. Lo que, analógicamente y dada la
proximidad geográfica presupondría que nosotros, todos
nosotros, potaje cultural y sabrosón, aprovecharíamos la
rociada con agua y lejía para asearnos, refrescarnos y
volver a acometer con renovados ímpetus y mucha más mala
leche todavía.
¿Hay en la FAES algún caballa? Apuesto algo a que no, aunque
lo mismo me equivoco, lo que si que no hay es ningún rifeño
ni ningún calorro, creo que,la cuestión es que no “damos” la
imagen. ¿Qué nadie nos impide asistir a las charlas
culturetas y occidentalísimas sobre las raíces judeo
cristianas de nuestra civilización? Vale. Eso me lo sé y lo
había dicho yo antes y si vamos en comandita a El Escorial
lo mismo nos dejan entrar y empaparnos de lo que todos nos
sabemos de corrido, pero apuesten su salario de un mes a que
Aznar no nos manda invitaciones con pasajes pagados y hotel
de tres estrellas, modesto pero digno y sin Internet en las
habitaciones, para disfrutar de nuestra compañía y que
hagamos turismo de aventuras. Porque hoy es una aventura
hablar y pensar como hablamos y pensamos, por derecho, sin
miedo ¿Miedo a qué? Contra el miedo el conjuro “Dios y
España”, una ración de arquetipos iberos, poción de caspa
del cráneo del hombre de Atapuerca, lágrima nostálgica de
Boabdil y un pinchito de poderío hispano. ¡Que no se nos
puede aguantar!
|