Parece ser que la directiva de la
Asociación Deportiva Ceuta, atendiendo a los deseos de
José Enrique Díaz, ha decidido que sea Diego Quintero
el entrenador del equipo. Eso sí, los directivos han
sopesado los pros y los contras de la contratación del
técnico sevillano, durante el tiempo que han creído
conveniente.
Tiempo dedicado, como debe ser, a recabar opiniones, a
solicitar informes de Quintero y a compararlos con las
posibilidades que ofrecían otros entrenadores de cierto
prestigio en la categoría que milita el conjunto presidido
por Felipe Escane. Con lo cual, suceda lo que suceda
durante la temporada, lo que nadie podrá achacarles a los
directivos es de haber pecado de precipitación en asunto tan
fundamental.
En los primeros momentos, es decir cuando apenas nadie sabía
que DQ entraba dentro de los planes del director técnico, o
secretario técnico, llámese como se llame el cargo ostentado
por el ya reseñado José Enrique Díaz, a mí me dio por hablar
del asunto con Antonio García Gaona. Y éste (quien
será muy pronto el presidente de la Federación de Fútbol de
Ceuta), tras responderme de entrada con un pronto brusco
desacostumbrado en él, quiso conocer mi opinión al respecto.
Diego Quintero, le dije a García Gaona, al margen de su
brillante historial a la vera de Sergio Kresic, fue
jugador de la Agrupación Deportiva Ceuta y dio pruebas
evidentes de adaptación a esta ciudad. Vivió en ella
perfectamente y nunca se le ocurrió menoscabarla en ningún
sentido.
Algo que es de suma importancia; sobre todo cuando hemos
tenido que soportar a un entrenador que aireaba su
aburrimiento y la necesidad que tenía de que se le firmara
un ayudante para combatir ese abriero de boca permanente que
le producía vivir en esta tierra. A propósito: vaya ocasión
que tuvo la directiva, entonces, para haber puesto a
Carlos Orúe al otro lado del Estrecho.
A lo que iba, que esta opinión sobre Diego Quintero es la
que he ido dando a quienes me han preguntado en relación con
alguien a quien yo tuve como jugador durante tres
temporadas. Temporadas que fueron decisivas para su devenir
como futbolista.
Sucedió que un día, cuando el Portuense comenzó a ser
alguien en la Segunda División B, me hablaron de que en un
destacamento portuense de la Marina estaban haciendo su
servicio militar dos jugadores prometedores: eran ellos
Quintero y Mario. El primero, desesperado porque el Sevilla
no le prestaba ya la menor atención y el segundo, nacido en
Barbate, porque el Valencia no había sido capaz de buscarle
solución a su inactividad.
En pocos días, y gracias a las amistades influyentes,
Quintero y Mario pudieron estar conmigo compitiendo
en un equipo que no ascendió a Segunda División A porque la
Agrupación Deportiva nos superó por un punto. Pero ambos
demostraron su enorme valía, durante tres años, y lograron
hacerse con un historial que les ayudó a disfrutar de
mejores contratos en equipos de superior categoría.
Por ello me extraña, que, días atrás, las informaciones
periodísticas hayan silenciado el nombre del Portuense como
equipo importante en la trayectoria como jugador profesional
del nuevo entrenador del Ceuta. Un error improcedente. Pues
no creo que Quintero, al cual creo conocer bien, haya sido
capaz de omitir adrede el nombre de ese club. Por una razón
muy sencilla: en El Puerto de Santa María encontró la ayuda
necesaria para ejercer su profesión.
En fin, sólo me queda darle al nuevo entrenador la
enhorabuena, que tiempo habrá de contar, si lo creo
conveniente, alguna que otra anécdota de las muchas que
ambos vivimos.
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