La primera sesión del juicio contra Luis Vicente Moro,
Alejandro del Valle, Mariano Arévalo y Roberto Franca por su
presunta participación a finales de 2001 y 2002 en el
encargo, elaboración y posterior filtración a la prensa de
un informe policial sobre el presidente de la Sección VI de
la Audiencia Provincial de Cádiz con sede en Ceuta, Fernando
Tesón, tuvo dos protagonistas ausentes: el policía nacional
Fernández Peire y la que por aquel entonces ocupaba el
puesto de magistrada del Juzgado de Instrucción número 2
local, Begoña Cuadrado. Sobre el papel de ambos en el
proceso en el que están imputados Moro, que fue delegado del
Gobierno en la ciudad hasta 2004; Del Valle, actual Jefe
Superior del Cuerpo Nacional de Policía (CNP); Arévalo,
destinado ahora en segunda actividad en la Unidad de
Información de este mismo cuerpo; y Franca, jefe de Prensa
de la Delegación, gravitaron las declaraciones de los
cuatro, que ocuparon todo el día.
Básicamente, la acusación se dedicó a intentar demostrar que
(al menos) todos los acusados participaron de una trama para
desprestigiar al juez, primero ante las propias
instituciones y después ante la opinión pública a través de
las páginas de EL PAÍS. La defensa, mucho menos activa en la
jornada de ayer, orientó su trabajo hacia la constatación de
que el texto que se elaboró fue más una “nota de ambiente”
que un informe personal sobre el juez y a echar balones
fuera sobre la filtración a la prensa.
Los “enredos” de Peire
El primero en sentarse ante los tres magistrados venidos de
Cádiz para componer el Tribunal que se encargará de juzgar
el caso (Manuel Grosso lo preside con el auxilio de
Francisco Javier García y Pedro Marcelino Rosales) fue el ex
comisario Del Valle, que se pasó cerca de dos horas
respondiendo, casi todo el rato, a las preguntas de la
acusación popular y particular.
Frente a las preguntas de la fiscal jefe de la Audiencia
Provincial de Cádiz, Ángeles Ayuso, y del letrado de Tesón,
el agudo e incisivo Francisco Baena Bocanegra, Del Valle no
tardó en señalar públicamente al que él considera el
responsable de todas sus cuitas actuales. Mediada su
declaración, se dejó de medias tintas: “[José L. Fernández]
Peire era la única fuente; estamos aquí por los enredos del
señor Peire, con nombres y apellidos”. Antes dejó varios
puntos del proceso meridianamente claros. En primer lugar
reconoció que efectivamente fue él, con la ayuda directa de
Arévalo, que ejercía como jefe de brigada de la Policía
Judicial quien escribió el informe en cuestión.
Aseguró también, como ratificó su auxiliar por la tarde, que
la única fuente que manejaron para la elaboración del mismo
era Peire, que a su vez extraía sus informaciones de los
juzgados y más concretamente de la juez Cuadrado (“estaba
volcadísima en su trabajo”, recordó) y que en ningún momento
se preocuparon por contrastar o ampliar los datos que el
agente aportaba. “Si lo hubiera hecho hubiera dado ese paso
que ustedes buscan para poner lo que quieren poner, pero ese
no era el objetivo”, aseveró.
¿Cuál era, entonces, el objetivo? Pues según Del Valle,
Arévalo y Moro, plasmar en negro sobre blanco la “inquietud”
y la “preocupación” que existían en los Juzgados de
Instrucción ceutíes y en la sociedad en general por el
“bombardeo” al que, según reza literalmente en el texto en
cuestión, supuestamente sometía la Audiencia a sus
instrucciones judiciales y por el “extraño comportamiento”
de su presidente.
La orden de redactarlo, coincidieron todos también pese a
algunas contradicciones circunstanciales con sus
declaraciones en las diligencias previas, procedió del
propio delegado el 4 de diciembre de 2001, sólo un día
después de que “la Sección VI de la Audiencia, no Tesón”,
como se encargaron de subrayar las acusaciones, pusiera en
libertad a ‘Abdelilah’ y al ‘Chino’, involucrados entonces
en el ‘caso Kimbi’, otra de las sombras que no dejó de
sobrevolar la Sala de Vistas.
En Comisaría, Del Valle, que a juzgar por su testimonio no
tiene “ni idea” de informática, reclamó la presencia de
Arévalo, que se definió a sí mismo como “un experto” en la
materia. “Al dictado” del primero, el jefe de brigada tecleó
todas las “vicisitudes” que recordaban en relación con el
asunto, entre ellas cosas como que Tesón visitaba
asiduamente los Juzgados en chándal [la acusación recordó
que el magistrado vivía y ejercía como Juez de Menores allí]
o que recibía a “narcotraficantes” en su despacho [“es un
derecho de todo imputado”, recordó Baena].
Al terminarlo, a eso de las 21.00 horas, dijo Del Valle, se
imprimieron dos copias. Una de ellas se remitió por fax al
subdirector general operativo de la Policía y “se destruyó
inmediatamente”. La otra, en un sobre, fue llevada en mano a
la Delegación. Según aseveraron los tres acusados, ni se
hicieron más copias ni se dejó una copia digital en el
ordenador.
Una vez en manos de Moro, de acuerdo con el relato de las
testificales de ayer, éste lo hizo llegar por fax a la
Secretaría de Estado de Seguridad “para que Interior hiciera
lo que considerara oportuno [léase trasladarlo a Justicia]
con él”, apuntó Moro.
Hasta ahí, todo más o menos claro: en la ‘pequeña Sicilia’
de los años noventa, la de los tiroteos, los chantajes y los
sobornos, pintaron los acusados en sus testimonios, había
una juez, Begoña Cuadrado, que estaba “entregada” a la lucha
contra la mafia local, pero cuyas instrucciones revocaba con
cierta frecuencia la Sección VI de la Audiencia. Tras el
periodo de calma chicha que siguió al asesinato del ‘Kimbi’
(31/12/99), la puesta en libertad de varios presuntos
implicados hizo temer a policías, políticos y jueces el
retorno de los días de plomo. Para poner al día al Gobierno
central, Moro encargó un informe de esa “situación”.
Las tres copias
Paradójicamente, y de una forma que nadie fue capaz de
explicar ayer, del texto de Del Valle y Arévalo, que debía
ser único e irrepetible y que ni siquiera iba firmado (“es
lo habitual”, aseguraron), han aparecido tres versiones con
otros tantos encabezados distintos y el mismo texto. El
primero, con el membrete de la Comisaría es el original.
El tercero, que llegó a manos de la Secretaría de Estado, se
habría “reelaborado” digitalmente en Delegación tras
“asumirlo” ésta en su integridad. Del segundo, que fue el
que llegó al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)
cuando éste se echó las manos a la cabeza al leer en EL PAIS
(21/04/02) un artículo titulado ‘Denuncias por el fácil
acceso de los narcos al presidente de la Audiencia de
Ceuta’, nadie sabe nada.
Los policías, defendidos como Franca por el abogado del
Estado Salvador Jiménez Bonilla, dijeron no tener la más
remota idea de dónde pudo haber salido su membrete, en el
que reza ‘Unidad de Información’. Moro tampoco encontró
explicación al asunto e hipotizó con que pudo ser que
pidiese otra copia a Comisaría [imposible, según las
testificales]. Baena le sugirió que tal vez “había hecho
copias con distintos encabezados en función del
destinatario”, algo que el ex delegado negó “rotundamente”.
La cena
Igual de contundente fue Moro a la hora de explicar cómo se
sentía de “dolida” y de “afectada” Begoña Cuadrado por cómo
salían de la Audiencia los casos que le llegaban desde su
Juzgado. Tanto que llegó a acudir en dos ocasiones a la casa
particular de Moro para trasladarle sus preocupaciones y la
“evidencia” que, según dijo el ex delegado, tenía la
magistrada actualmente destinada en Madrid de que la
Audiencia “iba a poner en libertad” a ‘Abdelilah’ y compañía
a finales de 2001.
“Las relaciones de la Sección VI con los Juzgados de
Instrucción era pésima”, abundó Moro, que sí reconoció haber
escuchado en una cena en el Parador La Muralla (12/02/2002)
con Vivas, otros altos cargos de la judicatura y dos vocales
del CGPJ decir a uno de ellos que los instructores locales
eran poco menos que analfabetos.
A cambio, negó con rabia haber dicho nunca en ese foro que
el problema de Ceuta no era Perejil “sino Fernando Tesón”,
como le preguntó la acusación particular (no fue tan rotundo
para desmentir que le hubiese reprochado al juez haber
encarcelado al testigo protegido del ‘caso Kimbi’, como se
le imputa), justo antes de decir que más que rencor hacia
Tesón siente “aprecio y cariño por su trabajo” pese a
haberle imputado [contra la opinión de 3 Juzgados de
Instrucción] por un tema de menores. Arévalo, al que la
Audiencia había condenado también en 1999 por un caso de
“torturas impropias” tampoco dijo sentir resquemor hacia el
magistrado, sino “agradecimiento” por haberle aplicado un
“gran” atenuante en su condena.
La filtración
Llegados a este punto, con un informe que, según los
acusados, no fue tal informe sino una “nota de ambiente”,
tampoco llegó a entenderse muy bien cómo pudo ser, si la
trataron con tanta “discreción” como dijeron, que la misma
fuese portada de EL PAÍS. Del Valle y Arévalo dijeron no
tener relación alguna con José María Irujo y Moro no fue más
allá de reconocer que, “como al resto de periodistas, 80 ó
90, que cada año pasaban por la Delegación”, le recibió
alguna vez. El ex delegado apuntó, eso sí, hacia Madrid:
“Las unidades de Inteligencia e Información a mí no me
cuentan lo que pasa en España o en Ceuta, pero Irujo lo
sabía”, insinuó.
Específicamente para hablar de este tema compareció el jefe
de Prensa desde 1995 de Delegación, que negó rotundamente
haber participado “nunca” en ninguna filtración y aseguró no
haber visto “nunca” la ‘nota informativa’ en cuestión “hasta
las diligencias previas”. En esa línea, y para justificar
por qué la directora de EL FARO de Ceuta, Carmen Echarri,
que testificará hoy, le situó en el periodo de instrucción
del proceso en una reunión con la difunta Elena Sánchez
donde se habría leído el informe, Franca aludió al carácter
de la periodista y quiso dejar bien claro que “miente”,
argumentación en la que contó con el apoyo (nada afortunado
en la expresión) del propio Luis Vicente Moro.
Además de la periodista, hoy están citados como testigos,
entre otros, el propio Peire, José María Irujo, Fernando
Tesón, el ex comisario Fermín Diego y otros periodistas,
empresarios, funcionarios y miembros del estamento judicial.
El Tribunal rechazó ayer que comparezca Begoña Cuadrado al
entender, como las dos acusaciones, que su testimonio
convertiría el juicio en lo más parecido a un proceso sobre
el ejercicio profesional de Tesón.
|