Y con herida muy grave. Sucedió el pasado domingo en
Tarascon (Francia).
El percance, de gravedad, le “cayó en suerte” a un
jovencito, novillero con buenas maneras, Román Pérez.
Había toreado el sábado en Ávila una novillada nocturna. Al
terminar el festejo, uno de los miembros de su cuadrilla,
José Luis Barrero me animó para viajar hasta Francia. No lo
dudé. Llené el depósito de gasoil y con ellos, en paralelo,
hice el viaje.
Si para mí que estaba descansado, y con buen coche, el viaje
fue duro, para los toreros, tras el “miedo” de un festejo
que acababan de torear la cosa sería mucho más complicada.
Sin parar mucho, la llegada a Tarascón fue con el tiempo
justito como para comer algo, poco, dormir un par de horas
escasamente y a las seis y media de la tarde hacer un nuevo
paseillo.
El cansancio, me consta, ya había pasado, pero ahora
esperaba “ lo otro”, algo que no se sabe qué será hasta que
haya terminado el festejo.
Y en esta ocasión, la “sorpresa” llegó antes de terminar con
su primer novillo, el tercero de la tarde. Un pase de pecho,
un extraño que hace el novillo y la cogida, cogida grave, y
con consecuencias fatales de no ser por la suerte.
La cogida fue de dos trayectorias en el muslo derecho, con
doce centímetros en cada trayectoria y rozando la vena
SAFENA, de esto entienden bastante los que están metidos en
el mundo del toro. Era cogida de las fuertes, para cualquier
plaza con buenos servicios médicos, pero en una plaza como
aquella, sin UVI MÓVIL y con una enfermería con las ventanas
abiertas, más que enfermería parecía la entrada de un
matadero.
Y estábamos en Francia, no en cualquier pueblecito de
Galicia, Extremadura o Castilla. Además y para más INRI,
desde que el chaval, que además con la cogida que tenía
terminó la faena y cortó las dos orejas, digo que desde que
al chaval lo sacaron, hasta que en NIMES lo pudieron
intervenir, pasaron cuatro horas.
Esto, quiérase o no es inhumano. Las reglamentaciones
marchan en cada sitio según les conviene, buscando que haya
pocos gastos y sin importar que la vida de las personas esté
en peligro.
Afortunadamente este joven torero, francés de nacimiento y
salmantino de adopción, parece que ha salido del peligro y
si bien es cierto que el día 1 de julio no estará en
condiciones de torear, una semana más tarde volverá a hacer
el paseillo en el festejo que le tiene contratado su
apoderado.
Y debo repetir la gravedad de la cornada, 24 centímetros, en
dos trayectorias en un muslo. Pero a los 20 días todo se
habrá superado.
Cuando vemos esto, y son muchas las veces que lo hemos
contemplado quienes seguimos el mundo de los toros, y
quienes también seguimos de cerca el mundo del futbol, no
podemos por menos de hacer una comparación y una pregunta ¿
Para cuanto tiempo tendría un futbolista con una lesión
así?. Es difícil dar una respuesta clara, pero los tres
meses no se los quitaría nadie, un torero en tres semanas ya
estaría listo. Sin lugar a dudas, están hechos de otro tipo
de carne. Esta es la realidad.
Esta es una de tantas cogidas graves con que nos vamos a ir
encontrando, a lo largo de la temporada. Es cierto que si se
trata de una figura tiene más publicidad. Cuando es un
jovencito que va en busca de la fama, a veces no se entera
nadie, muchas veces ni los propios espectadores que estaban
en los tendidos.
Y cuando llegan casos de este tipo es cuando hay que valorar
lo que de verdad es la fiesta de los toros. Una fiesta con
muchas apariencias, pero con una realidad muy dura, una
fiesta en la que se refugian muchos alrededor del traje de
luces, cuando la oscuridad enturbia una gran parte de esa
fiesta.
He ido cientos de veces a los toros, y de los espectadores
que suelen asistir a un festejo son contados los que saben
qué es eso. Quien más, quien menos, piensa que esos
chavales, o menos chavales, que hacen el paseillo son
millonarios, que son unos afortunados de la vida. La
realidad es muy distinta, y basta con hacer una relación de
los matadores que han intervenido en Madrid, o que van a
intervenir en Pamplona, para darnos cuenta de que
escasamente el 15% de ellos son ricos, menos del 5% son
ricos de verdad, un 50% de ellos van pasando el tiempo,
comiendo, viviendo y aspirando a hacerse rico, mientras que
el resto lo único que peden hacer es pedir tabaco al de al
lado o esperar a ver si cae alguien que le invite a un café.
Y ¡¡Ojo!! Son matadores, con lo que los novilleros bastante
tienen con hacer cuantos más paseillos mejor, y si un día
tienen suerte no habrán arruinado al padre. En la mayor
parte de los casos, tras muchos años de pueblo en pueblo,
sufriendo lo que no está en los escritos, “ni oficio, ni
beneficio”. Esta es la triste y cruda realidad de una
profesión engañosa en la que es más difícil llegar a ser
figura, que en la vida clerical llegar a ser obispo, por
ejemplo.
Tenía ganas de escribir un día de toros, de la realidad de
esta fiesta, para tratar de quitar esa nube que enmascara
mucho la fiesta, que hace ver lo que no es, y que ni desde
dentro se sabe conocer, ni desde fuera se atina al
enjuiciarla.
Lo único que lamento es haber escrito sobre ello por la
cogida de un chaval al que conozco y con el que va un amigo
mío de verdad, que sintió en sus propias carnes la cornada
como si se la hubiera hecho a él.
Ahora y como en pocos días Román Pérez volverá a estar en
los ruedos, espero poder hablar de él y muy pronto, no por
una cogida, sino por un éxito de los grandes, lo espero y lo
deseo de verdad.
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