Otra vez aquí, tras su brillante
paso por el FMI, que dejará a partir del mes de septiembre,
un año antes de lo previsto.
¿Por qué? Es la pregunta que se ha empezado a hacer,
especialmente, la clase política de nuestro país y la
respuesta a esta pregunta sólo él, posiblemente sus más
allegados y pocos más podrán responderla.
En el PP, aunque haya sectores que pueden ver nubarrones, o
las cosas más claras, depende de los grupos, no ha habido
sobresaltos de ningún tipo, y es que, tal y como están las
cosas, no tiene que haberlas, cuando estamos en vísperas de
unas elecciones generales.
Otra cosa sería si faltaran dos años o si en las próximas
elecciones Mariano Rajoy no ganara esas elecciones, entonces
es cuando podrían aparecer los cambios o las mudanzas. Por
lo demás tranquilidad.
Y hay que ver la llegada, de nuevo, de Rato más como una
baza positiva para el PP, que como un contrincante a medio o
largo plazo para Rajoy.
La experiencia, el buen hacer y la talla de Rodrigo Rato en
la economía, haría que en las próximas elecciones su
inclusión en la candidatura del PP fuera un reclamo más para
dar el último tirón y llevar al líder del PP a la Moncloa.
Donde el pulso puede alterarse un poco es en las filas del
PSOE, salvo que Rodríguez Zapatero se saque un conejo, si es
que lo tiene, de la chistera para hacer frente a este
“refuerzo” del Partido Popular.
Lo poco que ha trascendido de la conversación del Presidente
del Gobierno, Zapatero, y el director del FMI, no deja ver
nada más que cordialidad y respeto hacia la decisión tomada
por el señor Rato. Sin embargo, en las entrañas de Ferraz se
empieza a mover todo lo que esté en sus manos para buscar un
contrapeso a esta inesperada llegada.
El que no podía faltar en sus manifestaciones más arriba del
sol y por debajo de los infiernos era el portavoz del PSOE
en el Congreso de los Diputados, Diego López Garrido, al
asegurar que lo único que haría la llegada de Rato a la
política, de nuevo, sería introducir algo de emoción para el
PP, pero que en nada iba a afectar a los socialistas. Este
como siempre, en otro mundo.
La sucesión, en su día, de José María Aznar por parte de
Mariano Rajoy fue, en parte, una sorpresa y en parte una
decisión que era la más conveniente para todo el PP. Rajoy
caía bien o, mejor dicho, no caía mal en ninguno de los
sectores populares. Tenía buena imagen hacia fuera y, tal
como estaba la situación, parecía el sucesor ideal.
Rato era otra cosa. Su éxito en su departamento le hacía
caer muy bien en amplios sectores de la sociedad del PP y de
fuera de ella, pero el no ser un hombre fácilmente
moldeable, dentro de la casa creaba recelos.
Particularmente creo que era más valorado desde fuera que
desde dentro, y mucho más temido por la oposición que Rajoy.
Así son las cosas.
Es cierto que él, con tiempo, con mucho tiempo, cuando la
decisión no estaba tomada de quien sería el sucesor de Aznar,
había dicho que no quería ser el sucesor.
Y es posible que tuviera razón porque las líneas a seguir
podrían chocar entre la política llevada y la que propondría
para el futuro, con todo, esto ya no puede ser más que una
mera especulación, que ninguna realidad va a tener en el
futuro, porque aquello ya pasó.
Hace un par de días leíamos una opinión, sobre Rato, a
García Abedillo, donde decía que “ Rato es un activo no sólo
para el PP, sino para la política española. Su lealtad está
fuera de toda duda. Su capacidad se vio reconocida
internacionalmente cuando logró algo que nunca antes había
conseguido un español: llevar la gerencia de la institución
financiera más importante del mundo. Por tanto, sería un
lujo no poder contar con él”.
Es este el comentario más atinado que se ha hecho, de los
que yo he leído y oído estos días sobre el político español,
hecho sobre el político, sobre el padre que quiere ocuparse
directamente de la educación de sus hijos.
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