Obra en mi poder, desde 1986,
El Polémico Dialecto Andaluz: libro escrito por José
María de Mena, catedrático de fonética. Tras veinte
años, me he dado cuenta de que tan estupendo ejemplar
empieza a dar señales de un alarmante envejecimiento.
Debido, mayormente, a que lo he usado muchísimo -pues
siempre ha estado situado en anaquel dispuesto a dejarse
ver- y nunca me he preocupado de aliviar sus síntomas
evidentes del deshojamiento que se avecinaba.
Todo un error por mi parte y que viene a demostrar, una vez
más, que los hombres solemos ser desagradecidos con los
medios que nos proporcionan momentos gratificantes. Porque
este libro, es decir, El Polémico Dialecto Andaluz,
cuya portada se acaba de desgajar en este preciso instante,
me ha servido para empaparme no sólo de cómo entre los años
1900 y 1936 perdió Andalucía una gran ocasión de elevar el
habla regional a la categoría de lengua escrita literaria,
como lo son otras hablas peninsulares; sino que me ha
permitido conocer las innumerables frases andaluzas y las
muchísimas locuciones adverbiales, amén de vocabulario, de
una tierra cuyos mejores escritores se avergonzaron, en su
momento, de hacer literatura con su lengua.
Válgame la introducción, porque mientras estaba valorando
los desperfectos del libro, no he podido resistir la
tentación de ponerme a leer la sección correspondiente a
locuciones adverbiales y frases hechas andaluzas. Y, de
entre ellas, me he quedado con la siguiente: “Sus, que le
crujen las rodillas”. También se dice, “guarda, guarda, que
le suenan las choquezuelas”.
Vayamos, pues, con la explicación: lo de las choquezuelas es
la frase que pronunció la Vieja del Candilejo, cuando desde
su ventanuco vio cómo dos caballeros se batían y uno de
ellos mataba a su rival, y cuando el hijo de la vieja quiso
salir a recoger el candil que se le había caído a su madre,
y a identificar al matador, la vieja le advirtió que no lo
hiciera, porque a quien le crujían las choquezuelas al
andar, según sabía toda Sevilla, era al propio Rey don
Pedro I.
La frase se sigue usando en Sevilla para advertir a alguien
que no se meta en pleitos con un poderoso, porque puede
salir malparado. Es paralela, la frase, en su significado a
otras como “con la Inquisición, chitón”, o “con hermandad o
cofradía no te metas en porfía”.
Pues bien, las rodillas nos suelen crujir ya a muchas
personas, por causa del enorme desgaste que sufre esa
articulación vital. Pero casi todas pasamos inadvertidas por
algo tan simple como real: carecemos de poder para que la
gente le preste ni oídos ni atención a ese chac..., chac que
podría delatar nuestra presencia en los sitios. En cambio,
si por un casual a Pedro Gordillo le crujiesen las
rodillas, no habría más remedio que decir de él, en según
qué momento, lo que la Vieja del Candilejo puso en
conocimiento de su hijo: “Guarda, guarda, que le suenan las
choquezuelas”.
Lo cual no quiere decir, bajo ningún concepto, que el
vicepresidente del Gobierno local y presidente del Partido
Popular, amén de otros cargos e influencias, sea especie
protegida. Puesto que ello sería malinterpretar mis
palabras. Ya que sus errores, los de Gordillo, claro es,
cuando se demuestren que los son, han de ser aireados en la
plaza pública de los medios. Faltaría más.
Mas es de escasa inteligencia creer que la cara de Gordillo
es la más idónea para jugar al abejorro (Otra frase hecha
que se dice de quien tiene la cara ancha y redonda como un
pandero. Pues, antiguamente, se jugaba entre los chiquillos
a un juego en el que se le daba al contrincante un golpe con
un pañuelo en la cara, y naturalmente mientras más grande
era la cara más fácilmente se le atinaba). Porque ello,
además de injusto, sería peligroso. ¡Cuidado con Gordillo!
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