El último informe publicado por el
Real Instituto Elcano, titulado ‘Actividad yihadista en
Ceuta: antecedentes y vulnerabilidades’ y firmado por el
profesor de Psicología Social de la Universidad Autónoma de
Madrid Luis de la Corte, miembro asimismo del Instituto de
Estudios Ceutíes (IEC), pone de manifiesto que la tarea de
prevención de la actividad ‘yihadista’ en las ciudades
autónomas no es un trabajo exclusivo de las autoridades y
las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, sino un
empeño en el que todos y cada uno de los ciudadanos pueden
aportar una contribución nada desdeñable.
Y no sólo como ojos y oídos de la Policía, tal como subrayó
recientemente el delegado del Gobierno en Ceuta (“ninguna
información cae en saco roto”, advirtió), sino también como
agentes activos en favor de la convivencia armoniosa y
pacífica entre todas las comunidades con presencia en la
ciudad, muy especialmente entre las dos mayoritarias:
cristiana y musulmana.
En ese sentido son especialmente interesantes algunas de las
indicaciones que recoge el análisis dirigidas a toda la
ciudadanía desde una perspectiva sociopolítica. Lo es, por
ejemplo, su invitación a “rechazar los estereotipos
negativos existentes sobre los diversos grupos étnicos
ceutíes y evitar generalizaciones que devalúen la imagen de
unos u otros y envenenen la convivencia”. Ejemplos hemos
tenido de esas generalizaciones en nuestra historia reciente
que han traído más de un quebradero de cabeza a la ciudad.
También, por difícil que sea planteárselo, la necesidad de
que tanto las autoridades como la ciudadanía no musulmana
esté prevenida ante la posibilidad de que la ciudad sufra un
atentado terrorista “a fin de que tales sucesos indeseables
no contaminen la convivencia ni lleven a criminalizar a la
población de origen marroquí”. Limar asperezas y
enfrentarnos, todos los ceutíes sin distinciones, a la
amenaza terrorista que ha vuelto a golpear en Londres debe
ser un deber individual y colectivo en el que perseverar día
a día.
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