Ya en alguna ocasión (22 de mayo)
abordé la nueva política de las autoridades religiosas
marroquíes y el impulso que están dando a una correcta
interpretación, semántica y contextualizada, de oscuros
versos del Sagrado Corán. En esta encomiable dirección (de
cuya imperiosa necesidad escribía en la primavera de 2.002)
se inscribe el debate de Casablanca el pasado 18 de mayo, en
el que unos mil miembros convocados por el Consejo Superior
de Ulemas de Marruecos debatieron en profundidad sobre “La
norma jurídico-religiosa a propósito de las tesis y
alegaciones terroristas”, en la que los asistentes dieron
una vuelta de tuerca a los planteamientos de un salafismo
yihadista que, por si fuera poco, ataca directamente la
línea de flotación ideológica de la legitimidad política del
Reino, pues como argumentan “los emires de la sangre”
remitiéndose a la tradición y la más rancia ortodoxia en una
de las cartas elevadas a las autoridades marroquíes, “Los
Ulemas del Sultán” (sic) “…. han admitido la monarquía
hereditaria, cuando en el Islam no hay una línea sobre la
forma de gobierno”.
La idea de los presos islamistas en las cárceles de
Marruecos es, después de abandonar la línea de
enfrentamiento con las huelgas de hambre, seguir echándole
un pulso al Estado en el plano teórico, intentando -al igual
que la banda terrorista ETA en España- convertirse en
interlocutores de igual a igual. Pero en el Reino de
Marruecos si bien la figura del Presidente Zapatero es
altamente valorada y tenida en estima -de puertas para
afuera-, no parece que exista nadie lo suficientemente lelo
como para seguir la insensata trayectoria del político
español. Si bien ha habido varios intentos de aproximación
al colectivo de presos “yihadistas” -siempre con mucho
tiento- , en ningún momento ha llegado a plantearse nada que
puede merecer el calificativo de diálogo “con unos vulgares
criminales”, según se ha insistido siempre desde medios
oficiales. Por otra parte, parece necesario señalar las
diferentes “sensibilidades” que se esconden tras los muros
de las cárceles y que, a mi juicio, podemos esquematizar en
dos:
Estaría por un lado la “línea dura”, dominante entre la
mayoría del colectivo encerrado en las prisiones de Salé,
Ain Borja (Casablanca), El Jadida, Ouchaka, Agadir, Oujda,
Mekinés y Tánger. En general, gente intelectualmente poco
solvente e intransigente en sus tesis, como el dúo Abdelkrim
Chadli y Omar Haddouchi por poner un ejemplo.
En la segunda línea, a su vez escindida, tenemos a los
“pesos pesados” del salafismo yihadista, actualmente
“revisionistas” con su personal pasado: Hassan Kettani y
Mohamed Fizazi por un lado y, por otro, al famoso prisionero
de Fez: Mohamed Rafiki, alias “Abou Hafs”. Personajes que,
por su formación y trayectoria, merecen para sí unas cuantas
líneas. Unos y otros han remitido recientemente varias
cartas a las máximas autoridades marroquíes, ciertamente con
planteamientos divergentes pero que pueden entenderse en un
contexto de réplica o acatamiento a las altas directrices
marcadas por el Consejo Superior de Ulemas del Reino ante el
preocupante e insidioso fenómeno del terrorismo islamista,
como veremos mañana.
|