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OPINIÓN - SÁBADO, 30 DE JUNIO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Historietas de Sampietro
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Yo sé de qué manera pensaba Antonio Sampietro Casarramona acerca de cómo tenía que actuar el Grupo Independiente Liberal (GIL) en Ceuta. Lo sé porque fui invitado a la cena que el candidato a la presidencia dio en la caseta de san Urbano para anunciar que los gilistas se presentarían a las elecciones de 1999.

Sucedió ello en las fiestas patronales de agosto de 1998. Estuve sentado a la mesa junto a Luis Ortiz -ex marido y amigo perpetuo de la señora Gunnila- y muy cerca de Aida Piedra: cuya minifalda dejaba ver un muslamen muy robusto. AP permanecía siempre atenta a las palabras de Sampietro y parecía tener la orden de contestar lo justo y siempre con monosílabos.

Tampoco estaba yo muy lejos de Juan Carlos Ríos; aquella noche de feria y principio de una etapa para él que le auguraba mucho poder municipal. A JCR lo delataba su alegría y cómo se reía ante las gracietas que hacía uno de los “choris” más destacados de la Marbella de los años setenta y ochenta: el ya reseñado Luis Ortiz.

Finalizada la conferencia de prensa que dio Sampietro, se me pidió que siguiera con los allí presentes durante gran parte del tiempo que duró la sobremesa. Y pude enterarme de que el GIl no era un partido al uso sino un grupo de buenos gestores cuya generosidad con los afines era tanta como su mala voluntad con sus opositores. En un momento determinado de la noche, se me dio el siguiente mensaje para el editor del periódico en el cual yo escribía entonces: si está de nuestra parte saldrá bien librado; de lo contrario, nos vamos a pasar su medio por... donde nos plazca.

A la salida de la caseta hallé al editor del medio por el recinto ferial y me preguntó qué tal había ido mi misión en la caseta, y le conté la verdad del cuento. A partir de ahí, y tras ganar las elecciones el GIl, todo es bien sabido.

Por consiguiente, lo que no entiendo son las declaraciones que viene haciendo, ahora, Antonio Sampietro a Paco Moya y Agustín Hervás, en relación con sus vivencias en Cuba, Marbella y Ceuta.

Sampietro, tachado en su juventud de bon vivant y de playboy de piscina, declara que su gran error fue afiliarse al GIL: un partido sin ideología, siendo él un hombre de centro izquierda. Un error que dice haberle costado la ruina económica.Y se queda tan pancho. A Julián Muñoz le saca las tiras de pellejo y con Jesús Gil se ensaña: se nota que al estar muerto le ha perdido el miedo que le tenía en vida. Le hace Sampietro un retrato moral al dueño de Imperioso que, seguramente, don Jesús debe estar dando brincos en su tumba.

Luego se mete en tareas de sociólogo para contarnos que lo ocurrido en Marbella, es decir, el poder omnímodo adquirido por Jesús Gil en ese municipio, se debió principalmente a que los primeros años de la década de los noventa fueron dominados por figuras tan caricaturescas como el propio Gil, Jesulín de Ubrique, Manuel Díaz “El Cordobés” y Chiquito de la Calzada. Fenómenos televisivos por los cuales se decantaba el populacho.

Y continúa largando: “Lo que nos permite darnos cuenta de la vulgaridad que reinaba entre una gente carente de razón crítica”. A mí no me cabe sino responderle así: Arsa pilili, ele mi Toni y vivan los tíos con saber y con arrestos.

De su paso por Cuba nos habla de las miserias de una dictadura en la cual él, por lo relatado, vivía cojonudamente. Tal es así que yo no entiendo que en sitio tan decadente y misérrimo se pudiera ir a la búsqueda de cubanos para que vinieran a Ceuta como turistas. Algo que se hizo siendo el gran Toni presidente de esta tierra. Resumiendo: Sampietro lo mejor que debe hacer es olvidarse de esta ciudad. Pues su decir de ella la deja en peores condiciones que la Chata de Cái...
 

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